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Retoman la pregunta de Fernando del Paso, ¿cuándo permitimos que México se corrompiera hasta los huesos?

*Más de 120 mil muertos, 25 mil desaparecidos y aproximadamente 1 millón de desplazados son cifras de una gravedad que no puede ser discutida, aduce el curador del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, Cuauhtémoc Medina

Jorge Ricardo / Agencia Reforma

Ciudad de México

Corrupción gubernamental, crimen, inestabilidad económica, autoritarismo, colapso social, apatía. Cada vez más la descripción del país ocupa estas palabras. “¿Cuándo permitimos que México se corrompiera hasta los huesos? ¿A qué hora nuestro país se deshizo en nuestras manos para ser víctima del crimen organizado, el narcotráfico y la violencia?”, preguntó el escritor Fernando del Paso la semana pasada en Yucatán.
La descripción, que rápidamente circuló en las calles, es retomada por otros creadores y artistas.
“Cada vez es más grave, se están imponiendo nombramientos y leyes que son síntoma de un autoritarismo tremendo; hay además una serie de datos de que la corrupción del gobierno es de un grado impresionante”, dice Margo Glantz .
“A estas alturas –añade el escritor Yuri Herrera– es difícil saber si las declaraciones y las decisiones tomadas por buena parte de nuestra clase política y empresarial son reflejo de codicia, locura, o el convencimiento de que son intocables”.
La situación mexicana está a punto de llegar a un límite, mas no se trata de un límite violento o pacífico, que sería una salida, considera el pintor Daniel Lezama, autor de escenas mexicanas, de locura y violencia: “Creo que tenemos cerca no un estallido social sino un colapso social”.
Lezama funda su juicio en el descrédito del gobierno federal y en su incapacidad para resolver los problemas económicos, así como en el hecho de que la mexicana es una sociedad mayoritariamente, sostiene, carente de valores y presa de una gran desigualdad social.
Se trata del infierno, dice el poeta Javier Sicilia. O, en todo caso, en la antesala a un infierno más profundo.
La clase política y las partidocracias han demostrado que están corrompidas y coludidas con el crimen organizado, considera.
Esa antesala tiene dos salidas, agrega, la de la violencia de autodefensas y de guerrillas enfrentadas contra la represión, o la resistencia civil no violenta, como la del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que él encabeza, y la de padres de Ayotzinapa.
¿Es tan grave?, se le pregunta al curador del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, Cuauhtémoc Medina.
“Más de 120 mil muertos, 25 mil desaparecidos y aproximadamente 1 millón de desplazados son cifras de una gravedad que no puede ser discutida”.
A eso añade el modelo económico: “México es el tubo de ensayo que muestra la catástrofe humana provocada por el neoliberalismo y su manera de crear empleos baratos en favor del gran capital que sólo produce miseria y criminalidad”.
El fotógrafo Pedro Meyer centra el tema en una posible causa: la corrupción del gobierno, incluso del propio presidente mexicano, quien ha considerado la corrupción no como un delito sino como un asunto cultural. “Yo no entiendo a qué hora la clase política decidió que la política es para hacer negocios personales”, agrega.
“El problema de la corrupción es que es una puerta de hilos que cualquier imbécil puede mover para entrar y salir porque ese es el problema, somos un país muy corrupto, desvergonzado, que padece y permite la corrupción”, afirma Élmer Mendoza, autor de novelas para bucear dentro del crimen.
El diagnóstico del sinaloense se parece al de Antonio Ortuño, autor de La fila india, una novela sobre corrupción, migración y violencia, menos terrible que la realidad: “La situación del país es un desastre. La economía se cae, la inseguridad campea, la confianza de buena parte de la población en que las cosas mejoren es nula”.

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