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Jorge G. Castañeda

El tiempo de la indiferencia en Venezuela se ha agotado

Hasta ahora, la crisis venezolana sólo surtía efectos dentro del propio país. Salvo uno que otro ex abrupto de Chávez, una que otra expropiación de empresas extranjeras, y una que otra injerencia menor en las campañas electorales de naciones vecinas, los estragos de 15 años de despilfarro, corrupción, deriva autoritaria y violaciones crecientes a los derechos humanos únicamente habían dañado a… Venezuela. Ya no.
La decisión de Obama de atribuirle a ese país la denominación formal de “amenaza para la seguridad” de Estados Unidos escala el enfrentamiento entre el gobierno de Maduro y “el imperio”. Los motivos de la decisión norteamericana permanecen en el misterio, pero no es imposible que parte de la explicación resida en la pasividad latinoamericana frente a los encarcelamientos de líderes opositores, la represión de manifestantes y el derrumbe de la economía venezolana. Obama quizás busca obligar a definiciones a países como Brasil, México y Colombia, que sin ser parte de la coalición chavista de la región, han mantenido un desconcertante silencio ante los atropellos recurrentes. Sobre todo, la maniobra norteamericana puede meter una cuña entre Caracas y La Habana, justo cuando al régimen cubano le importa más que nunca acelerar las negociaciones con Washington.
Maduro ha solicitado una reunión del Consejo Permanente de la OEA el 18 de abril –día en que será electo el nuevo Secretario General– para vituperar contra la decisión de Obama y obtener respaldo latinoamericano. Se prepara para transformar la Cumbre de la Américas –a la que normalmente acuden Estados Unidos, Canadá y todos los países de la región, salvo Cuba– en un aquelarre retórico contra el “intervencionismo yanqui” en su país. El problema es que esta vez asistirán a la reunión de Panamá Obama y Raúl Castro, se darán la mano, se sentarán en la misma mesa, y tal vez celebren una reunión bilateral, si logran destrabar las negociaciones sobre la apertura de embajadas en cada capital.
¿Que harán los presidentes de Brasil, México, Chile, etcétera, quienes han aplaudido –con toda razón– la distensión entre Cuba y Estados Unidos? ¿Se unirán al estridente coro de Maduro Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Kirchner, o repetirán el exhorto del rey Juan Carlos a Chávez: “¿Por qué no te callas?” ¿Tratarán de desactivar la trampa tendida por Maduro a Obama o se resignarán a la ausencia del estadounidense si la celada se confirma? Sólo es seguro un vaticinio: ya no podrán hacerse de la vista gorda, como ha sucedido hasta ahora. Gracias a Obama, a la desesperación cubana y al descalabro económico venezolano, el tiempo de la indiferencia se agotó. Enhorabuena.

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