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Jorge G. Castañeda

Lo presidencial y lo electoral en la votación de junio

En los últimos días, se han comentado un par de encuestas de intención electoral y aprobación presidencial que, si bien no son totalmente coincidentes, plantean un panorama interesante. Como varios colegas –Héctor Aguilar Camín en Milenio, Sergio Sarmiento en Reforma– se han centrado en el tema electoral, quisiera reseñar rápidamente la evaluación del desempeño del presidente Enrique Peña Nieto, ya que estoy convencido de que en algún momento lo electoral y lo presidencial convergirán. Comparto lo que se dice es la opinión de Peña Nieto: la elección de junio será un referéndum sobre su gestión.
La encuesta GEA-ISA, levantada a mediados de marzo, sugiere una leve mejoría en la aprobación de Enrique Peña Nieto. Pasa de 41 por ciento que lo aprobaban y 52 por ciento que desaprobaban a finales del año pasado, a 44 por ciento de aprobación y 47 por ciento de no aprobación. Sigue siendo un resultado mediano, pero ligeramente mejor que antes. Lo mismo sucede con las preguntas sobre Peña Nieto como persona o como gobernante. La gente lo aprecia como persona pero lo rechaza como gobernante. En general esta encuesta da motivos de cierto optimismo al gobierno y al PRI, salvo en un par de flancos débiles que podíamos adivinar cuáles iban a ser. A la pregunta de si creen que Peña Nieto ha sido honrado como gobernante, solo el 16 por ciento dice que sí; en cuanto al éxito del Presidente en distintos frentes, los dos más bajos son: combate a la corrupción 8 por ciento, y mejoramiento de la seguridad, también 8 por ciento. En pocas palabras, si nos remitiéramos sólo a la encuesta de GEA-ISA, persisten motivos de preocupación para el gobierno, pero la imagen del Presidente sí mejora, un poco y desde un nivel muy bajo. Algo es algo.
La encuesta de Parametría es más complicada. Hay dos preguntas de evaluación general del gobierno; y ambos son fatales. La primera es aprobación o desaprobación de cómo Enrique Peña Nieto realiza su trabajo: la primera se encuentra en 39 por ciento, el nivel más bajo del sexenio, dos puntos inferiores a febrero de este mismo año, y 10 puntos abajo de octubre del año pasado. La desaprobación se ubica en 58 por ciento, también el nivel más alto del sexenio, y dos puntos por arriba de febrero. Estos sí son datos críticos.
Pero quizás la cifra más devastadora, si es que no se trata de una cierta aberración estadística, es la pregunta clásica de si el país va por el camino correcto. Un 70 por ciento de los encuestados dicen que el país va por un camino equivocado, 12 puntos más que en enero, y sólo 27 por ciento piensa que va por el camino correcto, 13 puntos menos que en enero. La brecha entre el camino correcto y el camino equivocado es de 43 puntos.
No hay manera de ganar una elección con una brecha de esta magnitud, a menos que los votantes puedan disociar al Presidente y a su gobierno del camino que ha tomado el país, o puedan disociar al partido de su presidente.
Tratándose de Parametría, las cifras sí son mucho más alarmantes para el gobierno y en potencia más alentadoras para la oposición. Lo que no queda claro todavía es si podrán aprovechar esta situación, o si el gobierno podrá revertirla en los dos meses y medio que faltan antes de las elecciones. No creo.

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