Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Lorenzo Meyer

AGENDA CIUDADANA

*Un proyecto en vilo

*Proyecto nacional, no hay. Lo que existe es el proyecto de una minoría para hacer de la nación un coto para su caza.

Ejemplo. Hoy no se ve en México un proyecto de nación. Lo que se anuncia como tal es en realidad tener a la nación como el proyecto de los pocos.
En principio, un proyecto de nación es un puñado de grandes ideas sentidas y apoyadas por una parte fundamental de la sociedad y puestas en práctica por una estructura de poder real, al estilo de “Tierra y libertad”, el lema propuesto para México por Ricardo Flores Magón (Regeneración, 9 de octubre, 1910) y recogido en su esencia por el Plan de Ayala zapatista (28 de noviembre, 1911) y por la Constitución de 1917. Ese proyecto se puso en marcha en Morelos y lo concretó el cardenismo con el reparto de 18 millones de hectáreas a pueblos y comunidades.
Todo proyecto nacional tiene un elemento utópico que se pierde al chocar con la realidad pero que, a su vez, obliga a esa realidad a cambiar. “Tierra y libertad”, hecha revolución, acabó con la dictadura porfirista y su clase terrateniente, pero ganó poco en el ámbito de la libertad y terminó por desvanecerse en un México urbano y empeñado en industrializarse.
Otro proyecto. Entre las presidencias de Venustiano Carranza y José López Portillo, la política estuvo a la sombra –menguante a partir de 1940– de variantes del proyecto de la Revolución Mexicana. Las presidencias de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo buscaron otro cobijo: el del proyecto neoliberal, que ya fue, abiertamente, uno de los pocos y para los pocos.
El plan neoliberal surgió fuera de México y su idea motriz fue: “dejad que el mercado asigne recursos, tareas y recompensas”. Sus instrucciones de armado las elaboró el llamado Consenso de Washington de 1989. Los dos primeros sexenios de este siglo, los panistas pretendieron relegitimar ese proyecto envolviéndolo en el manto de una democracia formal que no cuajó. Hoy, con el PRI de nuevo al mando, hay la voluntad de reanimar lo heredado vía reformas estructurales pero con un estilo diferente –de Atlacomulco–, más cercano al autoritarismo priista original, y consolidar el México oligárquico, uno que en esencia no difiere del porfirista pero adosado de un juego de partidos domesticados y reglas con dados cargados.
La blitzkrieg. La esencia del actual proyecto de los pocos para la nación está no en el discurso sino en los hechos. La idea es que lo que arrancó con el salinismo debe quedar armado y asegurado al concluir este sexenio para condicionar el resultado del siguiente. De ahí la actual blitzkrieg de reformas constitucionales.
El Pacto por México de finales de 2012 ya caducó, pero cumplió bien su objetivo. Ese pacto fue una macedonia de propuestas que sirvió para justificar y legitimar la alianza de los dos supuestos partidos de oposición –PAN y PRD– con el gobierno al volver a encarrilar lo iniciado por el salinismo. Lo definitivo fue la desnaturalización del artículo 27 para permitir la privatización de la energía y el ingreso a ese campo de grandes actores económicos y políticos nacionales y extranjeros que deberán de servir de apoyo a esta nueva etapa del priismo. En el mismo sentido va el intento de hacer con el agua el equivalente de lo que ya se hizo con el petróleo.
La reforma educativa no cambió el contenido de la educación, pero ayudó a eliminar a una lideresa magisterial insubordinada (Elba Esther Gordillo) y a devolver el control del SNTE al presidente. Un congreso ya obediente al Ejecutivo permitió colocar en la Suprema Corte a un funcionario sin carrera judicial o académica, pero miembro del grupo peñista y que habrá de permanecer ahí 15 años. Esa operación se volverá a repetir con los dos próximos reemplazos de ministros para asegurar así la subordinación de la corte. Un mecanismo similar, más el desgaste de Jesús Murillo Karam, permitieron a Peña Nieto colocar en la Procuraduría –en teoría una institución fundamental– a una ex senadora priista sin experiencia como penalista pero afín al Presidente y que, además, está en posibilidad de ser la primera Fiscal General por nueve años. La meta, pues, no es Mover a México sino amarrarlo para que ya no se mueva de la dirección en que va.
¿Y si en vez de amarrado está flojo? El plan de Los Pinos para la nación requiere que ésta se deje conducir, que no intervenga y acepte como legítimo el juego que se le impone. Sin embargo ese plan tiene puntos frágiles.
Las debilidades están en la economía, agudizadas por la caída del precio del petróleo, la devaluación del peso y una deuda creciente. A eso se suman la persistencia de la violencia, más tragedias como las de los estudiantes de Ayotzinapa, las ejecuciones de Tlatlaya, la rebelión de los jornaleros de San Quintín, la corrupción rampante y donde el escándalo por el tráfico de influencias por los casos de las casas –la Blanca, la de Malinalco o la de Ixtapa– es un ejemplo entre muchos. El designio de privatizar el manejo del agua o el de silenciar a informadores incómodos pero con credibilidad, han despertado el rechazo inmediato y están provocando una reacción creciente de inconformidad con el gobierno y su proyecto.
Toda blitzkrieg tiene sus flancos expuestos. La peñanietista no es excepción y, además, avanza en un suelo social poco firme. Hoy, el proyecto de los pocos para los muchos casi está en vilo y su futuro está en duda.

www.lorenzomeyer.com.mx
agenda_ciudadana@
hotmail.com

468 ad