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El hijo de El Rey Lopitos: pocas vivencias, una herencia política

La muerte de mi padre tuvo un efecto contrario en mi interés por participar en la política. No empiezo en los tiempos en que pudiera haber sido más lógico. Ante mi rechazo a la política me concentro en el ejercicio de mi profesión, como litigante. Él muere, lo asesinan el 4 de agosto de 1967 teniendo yo 12 años de edad. No pude tener la posibilidad de convivencia. Si no la tuve en lo familiar menos en lo político. A esa edad pude apreciar algunas cosas, pero dentro de un mundo inexplicable en cuanto el desempeño de lo político del momento, era inalcanzable comprender algunas cosas. Por lo mismo, no pude conocer de manera más directa su desempeño. Guardo en mi memoria cuando me llevó a la sindicatura, donde hoy está el edificio de CAPAMA. Yo lo acompañé todo el día, estuve viendo cómo despachaba.
Mi padre con los varones siempre fue muy duro, fue bastante cariñoso con sus hijas, pero con nosotros como varones el siempre fue muy enérgico. Sin embargo, hubo ese detalle de conocer sus oficinas, de estar con él en el Palacio municipal de aquel tiempo y pude conocer la forma en que él trabajaba y atendía a la gente. Eso me quedó muy grabado. Fue de las pocas vivencias que yo tuve con él.
Mis hermanos y yo fuimos víctimas de tener dos orgullos. El orgullo de la Costa Grande, de donde es mi madre, y el orgullo de la Costa Chica de donde es mi padre. Ante su separación mi madre se negó a regresar con él y mi padre cortó todo apoyo. Mi padre atendía sus obligaciones en lo individual, pero no era lo satisfactorio. Tuvimos una infancia bastante difícil, con la necesidad de trabajar a nuestra edad. Él entonces era un personaje de una gran dimensión política y pudimos haber vivido otro momento antes de su muerte. Sin embargo, la circunstancia nos alcanzó. Estuvimos ajenos a esa influencia y a esos momentos de privilegios inclusive.
Después de eso pagué un costo de rebeldía, porque al terminar la primaria dejé de estudiar cuatro años. En el desconcierto, en el reproche, en la inconformidad. Yo termino la secundaria a los 20 años en la Nocturna Federal para Trabajadores. Pero ya termino teniendo el proyecto de irme a México y entrar a la UNAM. La UNAM era una sueño y por lo mismo salgo a estudiar la preparatoria en México. Afortunadamente pasé mi examen de admisión en la Escuela Nacional Preparatoria 6 en Coyoacán. Ahí por mi promedio logré ingresar  a la Facultad de Derecho de la UNAM con pase automático, lo que me permitió desempeñarme ya en mis estudios profesionales. Obviamente trabajando todo el día.
Nunca pensé quedarme en México, siempre tuve la obsesión por Acapulco, yo fui con un propósito de  prepararme profesionalmente, pero nunca tuve la intención de arraigarme en la ciudad de México ni inclusive cuando Andrés Manuel López Obrador era jefe de Gobierno y me ofreció formar parte de su gabinete en el 2000, como subprocurador. Ni como estudiante pretendí quedarme ni en otra fase política pretendí hacerlo.
Regresé a trabajar al despacho de Luis Uruñuela (actual alcalde de Acapulco) donde tuve dos etapas. Terminé la secundaria a los 20 años, en ese lapso de 18 a 20 años yo estuve con él como i-be-eme. Era quien hacia los mandados, algunos trámites muy sencillos, promociones en los juzgados. Antes trabajaba en el hotel Princess. Cuando termino mi carrera en 1982 me incorporo como pasante hasta 1985. Después me asocio con Antonio Palazuelos Rosenzweig y establecemos nuestro despacho en Costa Azul. Me independizo de Toño, pero mis orígenes están en el despacho de Uruñuela.
–No le enoja que le digan el Hijo de Lopitos (término que en la prensa de aquélla época se usó en forma peyorativa, tras que en una celebración en La Laja una vecina le colocó una corona).
–No  claro, me enorgullece. Lo digo en broma, me dicen que me parezco a él y les digo, ‘entonces me hecho a perder’. Sin duda me transmitió grandes cualidades dentro de la política y creo que eso compensa todo. Yo me siento muy orgulloso de ser  hijo de Alfredo López Cisneros y de Filadelfia Rosas y creo que si volviera a nacer volvería a pedir el mismo menú –dice y ríe

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