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Vigilada por federales Pie de la Cuesta es refugio de parejas y pequeñas familias

Karla Galarce Sosa

Ante una franja de playa vigilada desde hace una semana por policías federales, la emblemática playa de Pie de la Cuesta, se ha convertido en refugio de parejas y pequeñas familias que disfrutan de los apacibles amaneceres, donde la presencia de patrullas se ha vuelto algo cotidiano en sus calles, pero que no ha dejado de ofrecer el espectáculo cromático que representa la puesta de sol.
Como preámbulo de las vertiginosas noches de fiesta que ofrece Acapulco, en Pie de la Cuesta la constante ahora es el desfile de policías quienes armados, uniformados, o en grupos, salen a jugar con los perros que detectan drogas, deambulan antes de las 9 de la mañana frente a las quintas donde se hospedan desde hace más de una semana y forman parte del paseo y los contrastes que brinda ese balneario.
Bajo las ramadas, algunas distantes de los negocios que atienden a los paseantes, se observaban hamacas ocupadas por solitarios moradores, o por parejas que furtivas se arrebataban besos y escudriñaban algunas caricias que intentaban ocular de las miradas de curiosos, pero que a la distancia, observaban con envidia.
10 de la mañana, los negocios, restaurantes, hoteles, villas o pequeñas tiendas abren sus puertas y dan la bienvenida a los escasos visitantes que para esa hora comienzan a llegar.
Es la hora del almuerzo y las meseras llevan las cartas hasta las ramadas para ofrecer cocos, cervezas, refrescos, aguas o piñas coladas a los sedientos trasnochados. Otros sólo piden un poco de sol para cambiar sus blanquecinas pieles por dorados atractivos.
10:30 de la mañana, llegaron los salvavidas y hasta concluyeron un primer recorrido a pie por la franja de alerta. “Más ahora que tenemos la contracorriente marina”, dijo un salvavidas, empleado por la Promotora y Administradora de Playas para las vacaciones, quien puntualizó que las olas más altas se registran después de las 9 de la mañana.
La caminata incluyó brincos en dunas de arena que las olas dejaron durante la noche, pues la fuerza del mar cortó la playa y dejó enormes escalones naturales que los bañistas evaden para no caer y ser atrapados por el agua.
12:30 del día, hora del segundo recorrido del salvavidas, quien después de haber vigilado frente a sí el horizonte y evitar accidentes entre los bañistas, se dispone con aletas, botella de agua y flotador bajo el brazo, a caminar descalzo sobre la franja de arena.
Tras él, van los vendedores de aceite de coco, de pulpas, de artesanías y recuerdos de Acapulco y Pie de la Cuesta; los que ofrecen chicharrones, golosinas, quesadillas, ceviche y hasta de ostiones, siguen el desfile del mediodía. Uno a uno ofrecen sus mercancías a los vacacionistas, quienes disfrutan de la apacible brisa marina.
El estruendo de las olas se escuchaba de repente. Luego del retumbo, una suave brisa se esparcía en los cuerpos de los jóvenes que se bronceaban, a donde los grupos de numerosos vacacionistas que llegan para disfrutar de una puesta de sol, comenzaban a llegar.

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