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Vigilan que no haya accidentes en la playa autoridades, prestadores de servicios y turistas

Karla Galarce Sosa

Es la primera vez que Karime pisa la arena del mar y las olas la revolcaron, comentó su madre, la señora Linda Cancino cuando intentaba consolar a su pequeña hija de 6 años, después de que un prestador de servicios náuticos le ayudó a sacarla del agua asustada y cubierta de arena frente al Morro, en la zona Dorada de Acapulco.
En esa zona de playa las olas alcanzaban metro y medio de altura durante los periodos de cambio de marea, pero siempre hubo salvavidas y miembros de la Gendarmería que efectuaban recorridos a bordo de vehículos, aunque muy apretados porque ayer hubo más sombrillas, bañistas y vendedores que otros días.
La imagen de la niña que era rescatada por los prestadores de servicios náuticos atrajo la atención de pocas personas, pues la franja de arena estaba cubierta de sillas, sombrillas y mobiliario de playa, toallas, camastros y niños haciendo castillos en la arena.
Karime intentó seguir a Indira, su amiga de juegos, otra pequeña con más experiencia en el “toreo de olas”, pues cada semana vienen a Acapulco a visitar a sus tíos y a nadar en el mar, según comentó su tía, quien se acercó para preguntar por cómo ocurrió el incidente.
“La revolcada no era hoy, sino mañana que es sábado de Gloria”, comentó a manera de broma la madre de Karime, una vez que cesó de llorar y limpiaba ahora la arena del largo cabello rubio de su hija.
El arrastre de la pequeña niña originaria de la ciudad de México, no fue el único que se registró en tan sólo una hora, pues la gran cantidad de bañistas, impedía avistar una mayor extensión de playa desde la torre salvavidas. Sin embargo, los prestadores de servicios acuáticos comentaron que ellos y los meseros o los propios visitantes estaban al pendiente de que no hubiera incidentes.
“Hay una buena temporada y ojalá se mantenga así, sin accidentes”, comentó el señor Adalberto Medina, un viejo mesero que había presenciado cómo la ola revolcó a la pequeña niña.
Lo usual para los bañistas no es quedarse a nadar todo el tiempo, sino dormir semienterrados en la arena, asolearse en un camastro o sobre las toallas, y comer, beber, mojarse un poco y seguir bebiendo.
“La cerveza es lo que menos vendemos ahora, porque la gente llega con sus hieleras, ya se quedan aquí para no pagar por la renta de la sombrilla”, se quejó el mesero, quien llevaba una piña colada en la charola. “Es la primera que piden desde que llegaron”, añadió al mostrar su reloj e indicar que pasaban las 4 de la tarde y habían llegado antes de las 11.
Aunque los turistas ocupan mobiliario en renta, muchos de ellos llegan con sus propias sillas, con su sombrilla o con sus toldos para evitar pagar de 80 a 150 pesos de sombra.
Los padres de Karime pagaron no sólo por la sombra, sino también pagaron el estacionamiento, las bebidas, el desayuno en la playa, la comida y hasta los juguetes para sus dos hijas y cuatro sobrinos.
En total, dijo Linda, llevan gastados 3 mil pesos entre el desayuno, los servicios, las bebidas y las golosinas que piden sus hijas. “Trabajamos para ellas y venimos de vacaciones”, dijo al percatarse de lo que habían gastado en un día.

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