Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Acapulco, música y poesía II

Los lectores primero

De Tamaulipas. Mi querido Anituy: te felicito por tu magnífica columna donde haces remembranzas del aquél viejo Acapulco, que los acapulqueños seguimos añorando con nostalgia. Leo por internet todos los periódicos de ese paradisíaco puerto, que es mi tierra.
Anituy, me gustaría que investigaras, allá por 1954, la formación de la UPA (Unión de Pulpos de Acapulco), de la que fui fundador. La UPA fue muy conocida y popular entre las “muchachillas” porque era obligación para sus socios asistir a todas las fiestas, aun sin ser invitados (“pulpos”, pues).
No sé si Andrés González Otero, mejor conocido en Acapulco como Pio, te haya comentado que soy columnista político en un diario de Tamaulipas. Hoy estoy de vacaciones forzadas pues yo y mi familia hemos recibido amenazas de quien ya te puedes imaginar. Un abrazo. Óscar Camacho Martínez
Claro que sí, Óscar, muchas gracias. Cuídate.
De Chilpancingo. Soy asiduo lector de sus colaboraciones en El Sur, espero que muy pronto tengamos el privilegio de leer algún libro de su autoría. Lo felicito por darnos a conocer a través de sus escritos la historia del bello puerto de Acapulco. Atentamente: Gerónimo Pastor Tolentino
Yo también lo espero, amigo Gerónimo. Gracias y saludos.

María Grever

Con la ruta 95, inaugurada en 1927, Acapulco pierde su conciencia insular y se abre a los riesgos del exterior para deslumbrar al mundo con su exultante belleza. Lo hará particularmente con las almas sensibles –pintores, poetas, músicos, escritores, periodistas, etcétera–, quienes encontrarán en su bahía y en sus cerros los detonadores eficaces para la creación artística. Extasiados ante el lujurioso verdor de sus paisajes, envueltos en sus atardeceres de fuego y atrapados en sus plenilunios de plata, hombres y mujeres singulares le cantarán al puerto. Le rendirán tributo a sus dones privilegiados o bien enmarcarán en ellos a la mujer y al amor.
María Grever, la popular compositora mexicana, habría escondido aquí por aquellos años una pasión fugaz, loca e incendiaria. Como suelen ser las pasiones otoñales y más si están marcadas por la infidelidad. Casada con el médico neoyorkino León Grever, cuyo apellido adopta artísticamente, María Joaquina de la Portilla y Torres, que tal era su nombre verdadero, visitaba México para promover sus primeras creaciones. Residía en Jólibut componiendo fondos musicales para la 20th Century Fox y la Paramount.
La sensitiva dama guanajuatense conoce en la ciudad de México al médico y cantante de ópera Antonio Ortiz Tirado y surge entre ellos un insospechado amor a primera vista. Acapulco, entonces tan ajeno al mundo, resultará el paraíso ideal para esconder los goces de aquella pasión prohibida.
El periodista Jorge Joseph, alcalde de Acapulco en 1960, narra a su hija Luz de Guadalupe algunos pormenores de aquel romance y sus consecuencias armónica y ella los entrega en su libro En el viejo Acapulco.
Compositora y cantante estuvieron en Manzanillo una noche de luna llena, mojaron sus pies en sus aguas y los hundieron en sus arenas. El paisaje y el momento mágico hicieron que la inspiración de ella brotara a raudales y ahí nació la canción A una ola.

A una ola

En una noche de luna
nos encontramos tu y yo,
con el mar como testigo
de nuestra intensa pasión.

Y en el rumor de una ola
depositamos los dos
nuestro secreto de amores
que en el mar se sepultó

Ola que su cuerpo tocaste
y sus labios besaste
vuelve otra vez

Ven a morir a esta playa
antes de que me vaya
para nunca volver
(versión incompleta)

Nuestro José Agustín Ramírez será de los primeros en conocer el origen de la canción fox y de inmediato la incluirá en el repertorio de los Trovadores Tamaulipeco –Lorenzo Barcelata, Ernesto Cortázar, Carlos Peña y él mismo. Harán de ella una hermosa creación. Ortiz Tirado no la cantará mal, ¡por supuesto que no!, y tampoco las Hermanas Aguila.

El Acapulco de Grever

La mexicana que había estudiado música en Francia con maestros como Claude Debussy (Preludio a la siesta del fauno) y Franz Lehar (La viuda alegre), sorprende diez años más tarde con un bolero titulado simplemente Acapulco. Registra la partitura ante la Sociedad de Autores y Compositores de México (Sogem), donde quizás permanezca guardada no obstante los 70 años trascurridos. ¿Y ahora quien la rescatará?
Y bueno, como los lectores de estas líneas no son todos de la “pelea pasada”, aunque sí la mayoría, anotemos para los jóvenes solo unos cuantos títulos de los 700 de la señora Grever: Júrame, Te quiero, Dijiste, Así, Alma mía, Ya no me quieres, Cuando me vaya, Cuando vuelva a tu lado, Tipitín y Por si no te vuelvo a ver.

Begin the beguine

Ya reseñamos aquí la versión de Jorge Joseph sobre el nacimiento en La Quebrada del Volver a empezar (Begin the Beguine), de Cole Porter. Hoy recordemos, a propósito de la señora Grever, que fue ella la que le dio voz castellana al tema de de uno de los más grandes creadores estadunidenses: Irving Berlin, Jerome Kern, George Gershwin y Oscar Hammerstein, entre otros.
Doña Joaquina de la Portilla hizo con la música de Porter lo que de ella se esperaba: una hermosa canción de amor. Al arroparla con el embrujo del trópico estaría dando por buena la versión sobre el volver a empezar acapulqueño. ¿Y quien dice que no rememorando su propia experiencia amorosa en Manzanillo? Una probadita:

Hoy sola salí cerca del mar
cual suave vaivén vibra en mis oídos
el rumor de besos escondidos
en el beguin tropical.

Volver a vivir aquellos instantes
en que me robaste el corazón,
en que juré amarte eternamente
con el fuego ardiente de la pasión.

Nunca olvides tu ritmo sensual
que la llama de amor nunca de apaga
ni el deseo de amar nunca se acaba
en este beguin tropical.

Dame más gasolina

El mismo día de la apertura de la carretera nacional entran al puerto diez vehículos procedentes de la ciudad de México. No pasarán a la historia como los primeros en el puerto pues aquí ya se encontraban aquí dos o tres traídos en barco. Sus dueños no los circulaban porque las callejas estaban llenas de cuches y matar uno hubieran significado palabras mayores. El único que se movía era el camión Ford (?), de Macedonio Bermúdez Tapia, con el que daba servicio mixto de pasajeros y carga. El popular Ñoño había residido en Estados Unidos durante casi 25 años, tocándole participar en la primera guerra mundial como experto en mecánica automotriz. (Papá de nuestra querida amiga y asesora doña Georgina Bermúdez Fernández).
La falta de gasolina (solo había tractolina para los mecheros, candiles o quinqués), será muy pronto subsanada al instalarse en el puerto tres estaciones de servicio, todas ellas en la plaza Alvarez: Una bautizada San Diego perteneciente a la Standard Oil Company ; otra conocida popularmente como “la del gallito” por ser un plumífero el símbolo de la Pierce Oil Company (subsidiaria de la anterior), y La Huasteca homónima de la poderosa Huasteca Petroleum Company. Cuando venga la expropiación cardenista sólo se salvará el lavado de autos de don Leobardo Cano, el primero en el puerto.

María Alma

La compositora María Alma tuvo al crooner Fernando Rosas, paisano de San Jerónimo El Grande, como su más espléndido intérprete. Y para quien pida pruebas, dos: Tuya soy (porque tu me enseñaste a querer, porque tu me enseñaste a sentir) y Compréndeme (yo quiero que comprendas, vida mía, que tu amor y mi amor no pueden ser).
María Luisa Basurto Ríos, que tal era el nombre de la autora neoleonesa, visita Acapulco por los años cuarenta y su todavía exuberante naturaleza le inspiran dos canciones: Es de noche en el mar y Entre hamacas. Esta última la canta Amparo Montes fuera de cuadro en la película Hotel de verano, cuyo tema homónimo interpreta el galán Ramón Armengod, cuya dama joven es la actriz estadunidense Janice Logan. Cinta que marca el debut cinematográfico de Germán Valdez Tin Tan, en su caracterización de pachuco, y acompañado por su carnal Marcelo. Fue una ocurrencia del director René Cardona contratarlo por 350 pesos para cantar el watatitataritatao. El cómico recién llegado de la frontera se robará la película y del ahí pa’l real.
Hotel de verano fue filmada en 1943 en un falsísimo hotel Las Hamacas, de Los Córdova, con un jardín poblado de palmeras colgando entre ellas una veintena de hamacas. Cargadas todas, naturalmente, de mujeres exudando sensualidad. Chistosa comedia donde ellos visten riguroso frac blanco, ellas vestidos vaporosos largos y sólo algunas chicas, traje de baño. (Armengod, por cierto, morirá años más tarde en un accidente de auto, cerca de Chilpancingo, cuando regresaba de este puerto a la ciudad de México).

Entre hamacas

Romántica ilusión
que en Acapulco acaricié,
jamás olvidaré aquella tarde
cuando en el mar te encontré

Quiero tenerte
en mis brazos
cual redes de hamacas
que envuelvan tu ser
(versión incompleta)

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