Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Eduardo Pérez Haro

Etapa difícil que se complica

(Segunda y última)

Para Pascual López Gutiérrez.

La gran reforma energética falló, es un hecho al menos para lo que le resta al régimen encabezado por Enrique Peña Nieto, y el resto de éstas, en el rosario de reformas, no trae capacidad transformadora ni en paquete, insisto porque fueron colocadas detrás de la energética y no traen por sí mismas capacidad efectiva de transformación, pues dependían del negocio petrolero como gran palanca financiera, pero no estando ya a la disposición y ni siquiera a la vista, las demás reformas ya no cuentan más que para hacer el discurso que en su glotonería presume impacto tras impacto creando un puente mediático para evitar mayores deterioros y alcanzar a llegar a las elecciones como salvavidas. Antes de que se diera el arranque de las campañas electorales de los partidos, se promovió una multicampaña mediática en la que todos los secretarios de estado, incluso con la presencia de representantes extranjeros, para decir y hacerlos decir que las reformas ya estaban dando resultados, de pronto tres o cuatro secretarios del poder ejecutivo salían el mismo día, con desordenada resonancia en los medios de comunicación, para decir que todo lo que pasaba era bueno, positivo y producto de las reformas estructurales, todo, todo hasta el fastidio porque en realidad no hay mayor cosa en comparación con lo que deja de haber en materia de crecimiento económico, empleo e ingreso y costo de la vida para el patrón de gastos de las clases medias y populares sin dejar de mencionar las dificultades de importantes segmentos de las clases medias acomodadas, y empresarios medianos y pequeños, que son los más.
No es una afirmación gratuita, los recientes precriterios de política económica presentados por la Secretaría de Hacienda para 2016 mantienen el estilo de un pronóstico de crecimiento económico alto del PIB, con un rango de variación del 30 por ciento entre el piso 3.3 por ciento y el techo 4.3 por ciento, evidenciando sus intenciones meramente mediáticas, porque para efectos del cálculo de los ingresos fiscales y otros factores macroeconómicos se toma el nivel más bajo y simultáneamente se presenta un recorte del presupuesto originalmente formulado ahora de 135 mil millones de pesos, con dos agravantes implícitos primero, después de toda la vulgar propaganda sobre los insignificantes hechos llamados logros (podríamos detenernos para exhibirlos pero no vale la pena quemar el espacio en tan grotesca demostración) de las reformas estructurales se procede a un recorte presupuestal como reconocimiento implícito de las dificultades y los pobres criterios de política que no les dan más que para imaginar que no sea un accionar del llamado ahorro a la par del ciclo económico, para sólo conseguir cómo financiar el déficit de las finanzas públicas, que de suyo denotan insuficiencia y debilidad de la economía (petróleo-industria), amén de reasignación al achicamiento y demérito del papel del Estado en el fomento de la dinámica y el crecimiento económicos (neoliberalismo de manual).
Y eso no es lo más grave, sino que todo parece que detrás del déficit y el reiterado recorte existe chanchullo, pues como señala el economista Juan Moreno Pérez en entrevista con la revista Proceso de esta semana, en el documento de los precriterios de política económica de la Secretaría de Hacienda al Congreso se omiten dos importantes fuetes de ingresos, de una parte “más de 60 mil millones de pesos” provenientes del cobro de las coberturas que se adquirieron para proteger 228 millones de barriles de crudo de 2015 (que tanto cacarearon para decir que la caída de los precios no le afectaba a México), y de otra parte “el remanente de operación del Banco de México que resulta siempre que éste interviene el mercado cambiario” y de lo que “podrían obtenerse entre 70 y 80 mil millones de pesos”, con lo que se puede fundamentar una estratagema de incremento del gasto para fines electorales, o sea, no hay dinero para el fomento económico y de ahí la política de recortes, pero se esconde la bolita para aumentar el gasto… ¿Para qué? Pues para las elecciones. Que siniestro resulta que se sacrifique la historia, la teoría, la nación y la vergüenza con tal de armar el negocio de salvamento que se ha colocado en las elecciones intermedias de julio próximo.
Efectivamente, el descredito del Presidente en los planos internacional y nacional desde Ayotzinapa, la Casa Blanca y la de Malinalco, el departamento de Miami y el Tren a Querétaro, teniendo el antecedente de Tlatlaya y de colofón a Carmen Aristegui fuera de MVS, sin perder de vista el impacto no ya del precio del petróleo como de la estrategia monolítica de las reformas estructurales del régimen, en suma, le representan una “debacle de la administración presidencial”, como señala José Luis Reyna, del Colegio de México, quien destaca que “En México la credibilidad de Peña Nieto es casi nula: así opina el 80 por ciento, de acuerdo con una encuesta reciente (GV Castellanos, Milenio Diario, 25/III/15), y después del oneroso teleteatro de los logros de las reformas, la apuesta está en las elecciones y ahí va su resto. Es de estimarse, otra vez, un mal resultado, no hay bases para imaginar lo contrario, no hace falta abundar sobre el efecto que este desprestigio del Presidente está teniendo, más allá de que a la par de las campañas ha iniciado la ya descubierta manipulación de las encuestas, recordarán el 50-25 que se manejó en 2012 y el resultado final, nada que ver, el PRI no levanta y los demás partidos tampoco resultan creíbles. El descrédito, más allá de los disidentes en movimiento sea por Ayotzinapa, el agua o Aristegui, se ha metido a los hogares y no hay quién tenga un entusiasmo parecido a los directos beneficiarios de la partidocracia, el gobierno y analistas de conveniencia, las elecciones serán poco asistidas, y aunque eso beneficie el voto comprado por persuasión televisiva, o por plásticos o lo que se les ocurra, representa un ahondamiento de la crisis institucional y el descrédito del Presidente y el régimen, no debería de ser motivo de contento para nadie pero tampoco puede evitarse ni lamentarse del hecho mismo pues no se trata de que le vaya bien al Presidente sino a los mexicanos todos, que son los que le dan contenido y forma a México, sí con instituciones pero seamos serios y aceptemos que las instituciones democráticas no son lo mismo que verticales instrumentos de control. En todo caso, la reflexión tiene que ir más al problema de cuáles pueden ser las vías y las perspectivas de transformación en el sentido de la historia que nos antecede y corresponde con las exigencias del tiempo actual, y que no necesariamente quedan encerradas en el discurso baladí de las clases medias imbuidas por la ignorancia y la desinformación de los panegiristas o en la partidocracia tradicional, sus nuevos satélites o el “menos peor”. Pero eso será materia para la próxima oportunidad de este espacio.

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