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Familias completas regresan a sus hogares luego de vacacionar y acabar con el “cambio de aires”

Redacción

“Con dos días para disfrutar las playas de Acapulco es suficiente para lo que viene”, aseguraron los integrantes de la familia López, que dejaron los balnearios que les ofrece su estado, Morelos.
Los 16 miembros de la familia aprovecharon los últimos días de asueto para “cambiar de aires” y viajar en varios automóviles a este destino turístico, que, afirmaron, “no está tan lleno como en días santos”.
El patriarca de la familia, Efraín López, contó que planearon “darse una escapada” en el último fin de semana de las vacaciones, porque en “la semana mayor está muy saturado, tratamos de venir cuando está más tranquilo”, y es cuando se podía disfrutar de las playas de Acapulco que calificaron como “la playa de los mexicanos”.
Dijo que Acapulco “a pesar de que ha habido algunos problemas de toda índole, es un lugar que aún ofrece muchas cosas”, y venir con la familia representa la unidad de la familia.
Con el tiempo medido, llegaron desde las 9 de la mañana a playa La Gamba, para que los dos niños que llevaban pudieran meterse al mar, el sábado fueron al Revolcadero y su experiencia fue “inolvidable”.
Rubén Navarro, uno de sus familiares, relató que “la hizo de héroe”, porque los niños se iban a ahogar, dos veces; su esposa intervino y lo delató, detalló que ya “con unas chelas, se envalentonó y quiso rescatar a los niños”, con la marea fuerte de la playa Revolcadero su historia pudo ser otra, pero fueron los salvavidas del lugar quienes los sacaron del mar y “el rescatador resultó rescatado”.
Con cervezas, refrescos y tostadas con ensalada de pollo y mariscos, se veía su mesa repleta bajo un toldo, ellos convivían y mientras brindaban, confesaron que Rubén se “escapó de su trabajo” y él dijo que el pretexto fue que reportó a su trabajo la muerte de su abuelo, por lo que no podía laborar el sábado. Su abuelo ya está muerto, y dijo que “era su último cartucho”, por lo que no volvería a usar ese pretexto.
Dijeron que a las 6 de la tarde se regresaban, para llegar a tiempo a sus casas y sabían que podían encontrarse casetas de peaje repletas, pero eso “no importaba”, porque lo “vivido y ahogado” nadie se los quita.

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