Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Rogelio Ortega Martínez

Guerrero en estos días

(Primera parte)

Hace casi un siglo, el filósofo español José Ortega y Gasset, con el que comparto apellido –y cuánto me gustaría que también sabiduría– escribió un ensayo titulado El tema de nuestro tiempo. Tomaré prestado ese título, lo pondré en plural y lo encerraré entre interrogantes, para preguntar: ¿cuáles son los temas de nuestro tiempo, no ya desde la reflexión filosófica, que era lo que preocupaba a Ortega, sino desde el mundo más terrenal y cercano de la convivencia pacífica en Guerrero en estos días?
No hace falta tener la inteligencia de Ortega y Gasset para responder. En nuestra convivencia se detectan categóricamente ciertos temas. Sin duda, el primero es el desánimo colectivo, pero más grave aún, se nota que hay malestar social, crispación, coraje, rabia. Y, frente a esta dramática situación sucede como en las viejas metáforas: cuando parece que hemos encontrado el rumbo, una tormenta nos desvía de la ruta. El mito de Sísifo a orillas del Pacífico, podría titularse así nuestra tragedia. Recordemos que Sísifo, por desafiar a los dioses, fue condenado a subir una roca a la cima de una montaña, luego, al lograr la hazaña, la roca se despeñaba y de nueva cuanta volvía a empezar así, hasta la eternidad. Conjuremos el ciclo fatal de nuestro drama.
Y de ahí nuestra primera y urgente tarea: recuperar la convivencia social y restablecer la paz democrática, esto es, atender con todas las energías disponibles las consecuencias del terrible escenario derivado de los hechos de lo que he denominado la tragedia de Iguala, el drama de Ayotzinapa, el luto, el dolor y la incertidumbre de los familiares de las seis personas que perdieron la vida, los más de treinta heridos y las madres, padres y familiares de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos. La crisis política y social que estalló esa fatídica noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014. Rescatemos Guerrero, sin esconder nuestros problemas y conflictos, pero procesándolos con los instrumentos y las instituciones de que disponemos.
Sabemos que los dramas de hoy son el resultado de las carencias del pasado, el ancestral y el más reciente. Y de ahí que nuestra segunda tarea aspire a quitar las malas hojas que impiden a nuestra tierra respirar en profundidad y regenerar nuestra trama social. Es verdad que en un periodo tan corto –quizás ni siquiera durante el mandato completo de un gobernador– pueden revertirse décadas de rezago. Pero no es menos cierto que debemos aprovechar –no sólo el gobierno del estado, ni siquiera todos los órdenes de gobierno, sino la sociedad guerrerense en pleno– para convertir la crisis en el comienzo de nuestra regeneración. Para ello, en mi humilde opinión, debemos elegir una opción: y esa opción es la del trabajo conjunto, de la cooperación y la de la construcción de grandes acuerdos y amplios consensos a través del diálogo franco, abierto, propositivo. En la más amplia convocatoria sin límite ni frontera política, ideológica, religiosa o partidista alguna; en el reconocimiento de la más amplia diversidad y pluralidad.
No hace mucho falleció el intelectual francés Maurice Duverger, quien tuvo mucha relevancia en el área de la sociología y la ciencia política, ámbito académico y profesional en el que me he desempeñado durante más de treinta años; nuestro cientista galo argumentó, hace tiempo, que la política es como Jano, el dios romano que da nombre a nuestro mes de enero. Duverger nos recuerda que Jano se representa como una cabeza con dos caras, la que mira al pasado y la que escruta el futuro. La adaptación del mito de Jano a la vida política es que las dos caras representan el conflicto y la cooperación. La política es así: ambivalente, y el acuerdo y el consenso se contraponen con la fuerza y la dominación. Sabiendo que esa es la esencia de la política, desde mi toma de protesta he elegido, hasta el punto de ser en la práctica un monopolio, el diálogo y la interlocución, la tolerancia extrema, la mesura, la sensatez, la prudencia. Y, sobre todo, la comprensión y apoyo a los agraviados; la solidaridad y acompañamiento a los ofendidos, a los marginados, a los de abajo. Sin dejar de estar, también, con los de arriba. Con la idea de la Poliarquía de Robert Dhal, la tierra, el planeta como la gran casa de todas y todos, la gran alianza, la nueva gran Arca, la que puede salvar a todas las especies, a todas y todos del gran diluvio, de la gran destrucción.
De las dos caras de Jano he privilegiado aquella que mira hacia el acuerdo y hacia el futuro en armonía. Ese es el mayor esfuerzo que he realizado a lo largo de ya casi seis meses que llevo al frente del gobierno de Guerrero. A veces no se ha entendido –doy por supuesto que sin mala intención– que cuando hago una reflexión en voz alta sobre que en Jano, esto es, en la política, está presente también la coerción, eso no significa que esté en mi convicción recurrir a ella. Desde luego sin ser omiso e irresponsable ante la salvaguarda de los derechos de terceros, y en especial del derecho de la inmensa mayoría. Por el contrario, para otros, la necesidad de tender puentes, de conversar y dialogar hasta la extenuación es interpretada, en el mejor de los casos como debilidad y, en el que creo más injusto, de complicidad. Así por ejemplo, en fechas recientes, doña Isabel Miranda de Wallace ha dicho que he privilegiado “a ciertos grupos subversivos y grupos con una corriente filosófica que no es precisamente la seguridad en Guerrero”. Respeto, como muchos, a doña Isabel por el encomiable trabajo que lleva a cabo, pero también, con el mismo respeto, tengo que decirle que su percepción es errónea.
Si se fijan, para unos el gobierno ha actuado de manera represiva frente a la movilización social, mientras que, desde la posición justamente contraria, se nos acusa de complicidad. No quisiera recurrir a la respuesta que un historiador frente a quienes, desde posiciones contrarias, criticaban su obra. Si adversarios irreconciliables entre sí solo están de acuerdo en rechazar lo que hago, igual hasta tengo razón.
En cualquier caso, no se trata de tener razón, sino de gobernar en las condiciones que nos ha tocado. Y en las circunstancias en las que se encuentra el estado, la intervención del poder político ha de ser tan precisa como la de un cirujano, de manera que se pueda sanear las partes dañadas sin afectar a las que no lo están. Para ello, el diálogo y la búsqueda de consensos son los mejores instrumentos para curar la enfermedad y salvar al enfermo.
En unos cuantos días el Congreso local, las diputadas y diputados de Guerrero decidirán si continúo en el cargo del Ejecutivo de nuestra entidad; también tienen la opción de aceptar el regreso del gobernador con licencia Ángel Aguirre; o designar a otro actor político como gobernador sustituto. Lo harán, seguramente, con base en la evaluación de mi gestión y sus resultados. Yo, como Morelos en Apatzingán, acataré con humildad su sabia decisión.
Fue el Congreso el que me dio la oportunidad de gobernar en un momento excepcional. Momento de profunda crisis política y social, cuando miles de manifestantes se volcaban todos los días en las calles para expresar su inmensa inconformidad contra las autoridades, contra los edificios públicos en acciones de violencia simbólica, horas violentas en las que se incendiaron y se destruyeron edificios públicos; días en que el asedio y la violencia en contra del edificio del Congreso era reiterada, constante; recordemos que había 46 ayuntamientos tomados, hoy sólo seis. Fueron destruidas las oficinas de varios partidos políticos y se estuvo al borde de la violencia y linchamiento de políticos de diversas filiaciones. Hoy pueden transitar en sus rutas de campañas electorales, en relativa paz. Las y los diputados pueden entrar y sesionar sin zozobra.
Hace falta otro trecho para coronar con éxito la estrategia de la paz democrática a través del diálogo. Si me llama el Congreso para gobernar el tramo que sigue, como Morelos en Apatzingán, como siervo de la nación, trazaré la ruta para llevarlo sano y salvo hasta Tehuacán. Como Morelos, aun a costa de la vida misma. Sin despegarme ni un segundo de la ruta del diálogo y la justicia. En especial con los familiares de los 43, de los normalistas de Ayotzinapa, del movimiento social y todos sus liderazgos. Con todas y con todos.
* Gobernador interino del estado de Guerrero.

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