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Jorge G. Castañeda

En política migratoria también hay soluciones más humanitarias

Dos cifras recientes ilustran las complejidades de la política migratoria mexicana en estos días que la caravana de indocumentados centroamericanos se encuentra atorada entre Oaxaca y la ciudad de México. Por un lado, el número de migrantes menores de edad no acompañados detenidos por las autoridades estadunidenses sumó más de tres mil en el mes de marzo, el total más elevado desde la marea del verano pasado. Por el otro, el número de detenciones realizadas por el Instituto Nacional de Migración en 2014 creció en casi 50 por ciento en relación al año anterior. Pasó de 86 mil a 127 mil, pero más grave aún, durante el primer bimestre de 2015, las capturas casi se duplicaron frente a 2014.
Quizás la mejor faena realizada por Eduardo Medina Mora como embajador de México en Washington se centró en la llamada crisis de los niños. El ahora ministro de la Suprema Corte leyó con claridad las dificultades de política interna que la oleada infantil le causaba a Barack Obama, en plena deliberación sobre la puesta en práctica del equivalente de una reforma migratoria sin el Congreso. De acuerdo con mis fuentes en Washignton, al término de un desencuentro telefónico entre los dos chiefs of staff de Obama y Peña Nieto, Medina Mora convenció al presidente mexicano de que debía ?“hacerle el paro” a su homólogo, y que algún día el favor sería reciprocado.
Así nació el Plan Frontera Sur. Por enésima vez, el gobierno de México se comprometía a sellar la frontera con Guatemala, buscando impedir la llegada a la frontera norte de los llamados OTMs (Other than Mexicans o no-mexicanos). Se estrechó la vigilancia sobre La Bestia; se colocaron más retenes del Instituto Nacional de Migración, de la Policía Federal y de Secretaría de Defensa Nacional en el sur, y se incrementaron dramáticamente las detenciones y subsiguientes deportaciones. El flujo de niños a Estados Unidos disminuyó, también dramáticamente; Obama superó su crisis, aunque su acción migratoria sigue suspendida por un juez federal; y Peña Nieto porta un pagaré en la bolsa de su saco que sacará en el momento más oportuno.
Ahora bien, como en tantas otras ocasiones previas, los esfuerzos mexicanos –seguramente más eficaces esta vez– no eliminan los flujos ni borran la realidad. De la misma manera que el empeño del ICE (Immigration and Customs Enforcement) en Estados Unidos puede reorientar o reducir el número de mexicanos que buscan oportunidades en el norte, mas no suprimirlo, las autoridades mexicanas pueden poco contra la violencia en Centroamérica, la estacionalidad, la habilidad de los polleros y el imán de la familia para los menores. De allí que, por un lado aumenten las detenciones en México, y también en Estados Unidos. Quizás este año, con más calma y aviso, sin improvisar ni reaccionar exageradamente, tanto Obama como Peña Nieto puedan buscar y encontrar soluciones más humanitarias y menos represivas. Existen.

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