Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

Los caminos de la vida

El autobús del medio día va casi vacío recorriendo su ruta de la costa. El chofer, un hombre robusto, moreno, de pelo corto, engominado, va contento manejando su Estrella de Oro, de primera clase, con destino a Lázaro Cárdenas.
De su buen humor nos enteramos los pasajeros que escuchamos su plática, cuando él mismo lo confiesa, pues gracias a ése estado de ánimo y contra la norma que tienen los choferes de ése servicio, atiende positivamente la petición que le hace la muchacha de al lado, con la que inicia su plática.
–Oiga señor, ¿me podría bajar en frente del centro de salud para no tener que ir hasta la terminal y regresarme?
–Usted sabe que eso no está permitido, pero le voy a hacer el favor, si es que no trae equipaje en el guarda bultos, –le responde.
Cuando llegamos frente al nuevo edificio de Salud construido a la entrada de Coyuca, la muchacha agradecida baja del autobús.
Después el chofer continúa la plática con el vecino más próximo a su asiento, un pasajero frecuente que conoce tanto el camino como el propio conductor del autobús, pues ambos comentan sobre topes y hoyancos con gran familiaridad.
De los obstáculos que hay en la carretera para que los vehículos aminoren la velocidad, chofer y pasajero pasan al tema de la calidad del servicio que prestan las líneas de autobuses en esta región del estado, y luego a las políticas de la empresa, el ritmo del trabajo a que están sometidos los choferes, hasta el detalle de las diferencias de trato que reciben los operadores de acuerdo a la calidad del servicio para el que están contratados.
Cuando vamos llegando a San Jerónimo el chofer hace notar que ha dejado pasar el autobús ordinario para permitirle que recoja lo que pueda de pasaje en la terminal.
-Ya miré que llevo buen tiempo, así que no está de más ayudarle al compañero, se justifica.
El servicio ordinario es el más barato y el más tardado porque el autobús hace parada donde el pasajero lo requiere pues al chofer le pagan el viaje de acuerdo a la cantidad de personas que recoge en el trayecto. Eso entendemos quienes hemos estado atentos a la plática.
El servicio de primera, al contrario del ordinario, sólo puede parar en las terminales oficiales de la ruta, para bajar y subir pasaje. Sus horarios son rígidos y la supervisión implacable. Esos choferes ganan un salario fijo, sin importarles la cantidad de pasajeros que transporten.
–Una vez que me tocó estrenar autobús, noté que el nuevo corría menos, y así se lo hice saber a mi patrón, quien me respondió que el carro no era para echar carreras. Pero si es nuevo por fuerza tiene que correr más, le insistí. Entonces me explicó que su negocio en el servicio de transporte consistía en gastar menos y ganar más, que el autobús nuevo corría menos, pero rendía más porque era más ahorrador, y que no le importaba si perdía un concurso de carreras.
Cuando oí lo anterior recordé la anécdota que me platicó un amigo de Coyuquilla Norte cuando presumía su huerta de mangos, árboles altos y tupidos, de amplia fronda que todo lo sombreaban.
–Como la ve, ingeniero, –le dijo mi amigo al técnico que lo visitaba.
–Pues bien, su huerta está bien si lo que usted quiere es sombra, pero si lo que quiere es que le de mangos, debe empezar por podarlos.
Cuando los temas de la plática del conductor con el pasajero se volvieron trillados y el sueño ganaba la voluntad de los pasajeros, ésta dio un giro inesperado.
–Oiga, ¿Y a usted nunca le tocó ir con los estudiantes de Ayotzinapa? –Preguntó el interlocutor.
–Sí, cómo no.
–Y ¿cómo le fue?
–Bien, me fue bien.
–Fíjese que me tocó relevar a un compañero que ya tenía una semana en la escuela. Como era la primera vez que me tocaba, me espanté. Mi jefe me avisó con un mensaje a mi celular un día que estaba yo en Lázaro Cárdenas.
–Te preparas porque mañana te toca ir a la escuela de Ayotzinapa. Recuerdo que hasta el corazón me dolió del susto cuando leí el mensaje, pero después me sobrepuse porque dije Dios quiera y todo salga bien.
–¿Y no le tocó ir a ninguna manifestación?
–No, me tocó buena suerte, porque la única salida que tuve fue para agarrar un tráiler cargado de diesel. En cuanto lo localizamos en la carretera los muchachos me dijeron, métale la pata, y yo los obedecí. Tiene que rebasar al tráiler y cerrársele para que se detenga, me dijeron. Y yo muy obediente lo hice bien. Los muchachos rieron de gusto cuando lo logramos y hasta dijeron que era bueno, que no me dejarían ir.
–Y ¿qué pasó después?, quiso saber más el interlocutor.
–Pues nos llevamos el tráiler a la escuela. Los autobuses los tienen en las canchas deportivas, había estacionados como cincuenta, la mayoría de Estrella Blanca, puros nuevecitos. A mí me trataron bien, me daban de comer lo que pedía, pero al chofer del tráiler le fue mejor porque le dieron buen dinero.
Cuando desenganchó el remolque de la cisterna le dieron chance de que se fuera, pero él aprovechó porque se puso a desmantelar todos los carros que pudo, y cargó con las piezas que cupieron en la cabina. Cuando uno de los estudiantes llegó donde estaba me preguntó qué pasaba, entonces le dije que estaba yo cuidando el autobús porque el chofer del tráiler estaba desmantelando todo. Entonces lo corrieron.
–Yo le digo a mis compañeros que cuando estás con la empresa tienes que defender a la empresa y cuando estás con los estudiantes tienes que ponerte al lado de ellos. Así no pueden salir las cosas mal.
–Me acuerdo que al principio me enojaba tanto cuando me paraban en la carretera para pedirme diesel, que me daban ganas de echarles el carro, pero a fuerza de escuchar a mis compañeros que me aconsejaban de que no me enojara, porque con el coraje podía causar más problemas, aprendí que era mejor tomar todo por el lado amable.
–Al principio sí, buscaba la manera de evitar que me quitaran el diesel y hasta como en tres ocasiones lo logré, pensando en que era mi obligación defender a la empresa. Me creyeron que iba de viaje especial; ponía de acuerdo a los pasajeros y ellos me apoyaban, pero también caí en la cuenta de que eso no podía hacerlo siempre.
–Oiga, y qué piensa, ¿cree que los estudiantes tienen razón en lo que hacen?
–Pues mira, dicen que el gobierno les da muy poco apoyo para su estudio porque quiere desaparecer las normales para que en adelante nomás haya puras escuelas de paga.
–Pues todo se ha vuelto puro negocio, ahora hasta las elecciones. Dicen que las candidaturas ya están negociadas.
–No creo eso, más bien pienso que las campañas se pondrán peor que la pelea de Pacquiao.

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