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Eduardo Pérez Haro

De elecciones y política para el cambio democrático (1)

Para Eduardo Galeano

En los años setenta, México aún se sostenía en la idea de prolongar sus éxitos con la economía cerrada y la elevada intervención del Estado apoyado en la idea de que el petróleo le permitiría revigorizar el modelo que le había posibilitado el llamado “milagro mexicano”, no obstante, ya no eran más que “patadas de ahogado”, pues aunque creía en ese espejismo, sabía que en esos momentos el crecimiento económico se mantenía gracias al creciente endeudamiento público y ya no había los mismos recursos ni dispositivos para darle mantenimiento al corporativismo (CTM, CNC, CNOP…) amén de los insaciables apetitos de la clase política que había aprendido a enriquecerse al grado de hacer parte del empresariado nacional.
En el mundo, ya se procesaba la era de la computación y la liberalización del comercio, entonces México consideró que, mientras maduraba la estrategia de crecimiento económico apalancada por el petróleo bien vendría dar señales de cambio, y en 1977 se realizó una reforma política que anunciaba terminar con el prolongado régimen del partido hegemónico (PNR, PRM, PRI), para dar lugar a una expresión más democrática acorde a los nuevos tiempos. Todo parecía que los cambios que imponía el agotamiento del instituido modelo posrevolucionario y las nuevos esquemas de libre comercio que se abrían paso en el mundo al fin nos mantendrían en un crecimiento sostenido apoyado en finanzas públicas que no tardarían en sanearse durante “la administración de la abundancia” y en un ambiente democrático cifrado por la gobernación de las diferentes expresiones del mosaico ideológico bajo un régimen más amplio de partidos.
Qué bueno hubiera sido, y ojalá alguna vez realmente lo hayan pensado así; empero, las cosas no sucedieron de esa manera. México no se levantó con el petróleo porque los precios del crudo se colapsaron, y 1982 abrió con una devaluación, y meses más tarde tuvo que colocarse ante la suspensión de pagos de la deuda, el espejismo se diluyó y la realidad fue la de una tremenda crisis que lo arrojó sin opciones al libre comercio y la privatización de la acción del Estado en la economía, pero no resistió abrir el poder político, y diez años después de la reforma política se fraguó lo que se denunció como un fraude en el que la alternancia política de la izquierda quedó cerrada.
Al coartarse la transición a la democracia, hubo una trasgresión del precepto que dio lugar a pensar que la democracia cristalizaría con la alternancia, una idea superficial y rígida que los poderes fácticos de orden global pudieron administrar más adelante, primero mermando a las izquierdas con métodos diversos y las izquierdas dejándose, pues distanciadas de la posibilidad de alternar fueron acomodándose en la partidocracia, una especie de comparsa del poder económico hegemónico que demostró la capacidad de darle continuidad al nuevo modelo gobernado por las empresas globalizadas que se asentaban en México, y las empresas nacionales que desde aquí se acomodaban en la esfera global.
En 2000 llegó la derecha con el PAN y la cosa se facilitó y se acentuó. El poder del PRI o del PAN tenía variantes, pero de segundo orden, en esencia no discreparon de la política económica ni del papel de las fuerzas armadas, ni del tratamiento de la política ni de las elecciones. La denuncia de fraude se repitió en 2006, y después vendrían maneras aún más sofisticadas para evitar ese alegato de “casilla por casilla, boleta por boleta”. Enrique Peña Nieto fue increpado y denunciado por los estudiantes cuando ingenuamente asistió a la Universidad Iberoamericana, donde se le acusó de actuar e ir en calidad ya no de candidato, sino de presidente anticipado por el dominio del voto a través de los medios de comunicación; lo expulsaron del recinto universitario y demandaron la democratización de los medios de comunicación, haciendo surgir el movimiento “#yo soy 132”, cuando tras de ser acusados por los medios de ser “porros” e “infiltrados externos”, salieron uno a uno mostrando su credencial de estudiantes en un video que difundieron por las redes sociales de internet; en menos de una semana, 50 mil jóvenes salieron a la calle a manifestarse.
A poco más de dos años de esa experiencia, se perfilan las elecciones intermedias en las que se elegirán algunos gobernadores, diputados y senadores, después de una ausencia de resultados tangibles del régimen en la economía, no sólo en sus demeritados indicadores macroeconómicos tan anunciados y prometidos (vean Pronafide y compárenlo con los datos reales obtenidos y propuestos para el futuro próximo que, según Enrique Quintana de El Financiero, aún con éstos en su nivel estimado más alto, llevaría 50 años alcanzar el nivel de España, en crisis y con la tercera parte de la población, a decir de Leonardo Curzio, 20/04/15), sino sobre todo respecto de sus posibilidades distributivas mediante el empleo que en la actualidad representa tan sólo el 27 por ciento del PIB, incluyendo el pago de los empleados y servidores públicos, lo que representa que prácticamente tres cuartas partes de la riqueza quedan en manos del sector empresarial (Aníbal Gutiérrez, programa Enfoque Radio 1000 de AM). En otras palabas, la amplia mayoría nacional vive con la cuarta parte de la riqueza, y eso no se ha movido positivamente un ápice durante los ya más de dos años de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

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