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Federico Vite

Cuento de hadas platónico

El unicornio (Impedimenta, 2014, 345 páginas. Traducción de Jon Bilbao), de la dublinense Iris Murdoch, es una novela que revisita dos clásicos de la literatura anglosajona: Los filósofos oscuros, de Gwyn Thomas y Cumbres borrascosas, de Emily Brönte. El libro de Murdoch posee características de relato gótico y enfoca la tensión narrativa de la trama en un debate ético: ¿encaminamos nuestros actos hacia el bien?
Murdoch hizo un cuento de hadas en el que los personajes tenían conocimientos filosóficos, específicamente sobre la obra de Platón, y encima de esos fundamentos creó un relato gótico en el que los personajes disertaron acerca de la dificultad de observar los vicios y los errores de los demás y quererlos así como son. Estamos ante la flamígera belleza del amor que todo lo puede, incluso, la destrucción de una mujer.
La trama de El unicornio detalla la llegada de la joven institutriz Marian Taylor al castillo británico de Gaze, alzado sobre un imponente y desolado paisaje de acantilados. El problema es que en esa residencia no hay niños y Taylor funge como dama de compañía de la interesantísima Hannah, mujer a la que Marian presta sus servicios como lectora y acompañante, porque Hannah, en el plano general de esta novela, es simbólicamente el unicornio, la virginidad y la pureza, la encargada de expiar los pecados de la humanidad.
Es este libro el que mejor expone los recursos narrativos de Murdoch. Por principio, describe el mundo como un sitio agreste y peligroso, igual que en Cumbres borrascosas; y una vez que creó el escenario, la autora mueve a los personajes, los confronta existencialmente para que cambien la línea de sus acciones y de esta manera se adentren a un orden nuevo, irreductiblemente desolado.
La edición de Impedimenta incluye un prólogo de Ignacio Echevarría. Ese texto destaca la vocación filosófica de Murdoch. Refiere Echeverría: “Por peregrinas que se le antojen, importa que el lector tenga presente estas asociaciones si quiere apreciar el rico y evidente trasfondo filosófico de esta novela, cuya inspiración, por otro lado, no es tanto de raíz cristiana como platónica”. Entonces Murdoch, encumbrada desde una relectura de ‘La caverna’, de Platón, describe la sique de la señorita Taylor, atrapada en un castillo, quien presume la opulencia oscura de saberse encerrada en sí misma, de entenderse como una partícula más del cielo grisácea que ensombrece y agranda Gaze.
Este libro, originalmente publicado en 1963, esencialmente tiene como caballo de batalla el espléndido manejo del diálogo. Murdoch, lejos de una propuesta de novela teatral, se apoya en la intensidad dramática del diálogo para exponer las contradicciones de los personajes, pero, sobre todo, para sondear la hondura de la confusión sentimental que caracteriza esta obra, también entendida como una clase anatómica de la culpa.
El unicornio es un arrebato pasional, un intenso debate acerca de las dificultades para reconocer la maldad del bien. La protagonista resume la novela de la siguiente forma: “Recordó lo que le habían contado acerca de que tenía sangre de hada, y no supo discernir si el mundo donde ella había vivido era un mundo de bondad o de maldad; un mundo donde el sufrimiento poseía significado o un mundo que no era más que una travesura del diablo, una pesadilla violenta”. Y esa es la tesis que va creciendo en la mente de la señorita Taylor, una damisela que descubre su vacuidad observando los riscos violentos de un mar que asfixia.
La literatura y la filosofía fueron las pasiones de Murdoch (1919-1999), irlandesa de nacimiento, educada en Oxford y discípula de Wittgenstein, en Cambridge. Su primera novela se publicó en 1954 con el título Bajo la red (Under the net), fue considerada por la revista Time como una de las 100 mejores de la literatura inglesa del XX. Escribió 26 libros de ficción en poco más de tres décadas, antes de que el Alzheimer acabara con su capacidad creadora.
Después de la publicación de El príncipe negro (The black prince, 1973), novela fundamentada en el diario de un escritor en el que revela los hechos que le dieron fama, Murdoch se caracterizó por la introspección sicológica de sus personajes. Sus tramas se hicieron más violentas y su prosa alcanzó grandes niveles de intensidad, como muestra queda El mar, el mar (The sea, the sea, 1978), una paráfrasis de La tempestad. Se decantó por el uso de referencias mitológicas para ejercitar, no siempre con fortuna la metanarratividad. Pero El unicornio se deja leer con la dulzura de un cuento de hadas que nos recuerda la lección más importante de Hansel y Gretel: “Hay lugares a los que no se debe entrar”. Que tengas buen martes.

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