Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Abelardo Martín M.

(I) Responsabilidad política

Cuando el pasto está seco es muy peligroso hacer fogatas y hasta prender cerillos porque se corre el riesgo de un incendio de consecuencias incalculables. También en gasolineras y gaseras se tiene especial cuidado con las chispas porque pueden ocasionar catástrofes inimaginables. Guerrero vive en esas circunstancias desde hace tiempo, pero los gobernantes y los políticos parecen no percatarse de la magnitud de la tensión que se manifiesta todos los días, a todas horas.
Es un consenso que el gobernador sustituto Rogelio Ortega Martínez se mantenga en el cargo, luego de que el ex gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero confirmó que no regresa (no hubo la menor posibilidad) al cargo para el que pidió licencia temporal, primero, y definitiva, ahora. El desempeño de Ortega Martínez en estos meses ha sido intenso, pero por lo que se ve poco eficaz. Quizá en justicia debiera decirse que Ortega Martínez ha hecho un trabajo eficaz, ha impedido que la grave situación devenga en más muertos, en una auténtica y abierta guerra civil. Mal que bien, el estado está incendiado, pero como en el caso de los pozos petroleros, el fuego es parte de la operación para explotar los hidrocarburos.
Guerrero está incendiado, sólo basta con registrar los hechos y dejar de escuchar las opiniones de políticos y funcionarios que viven en una esquizofrenia grave. No ven la realidad, actúan conforme a sus fantasías. Tanto aspirantes a cargos de elección popular como funcionarios en ejercicio de sus cargos padecen de ceguera y pérdida del sentido común.
Llama la atención el grave incidente ocurrido al candidato Luis Walton, quien tuvo que refugiarse durante más de una hora en una gasolinera después de detectar lo que pudo haber sido un atentado contra su campaña y su persona. El propio Walton, en alguna ocasión había declarado que existen varias zonas en el estado a las que ni funcionarios ni, menos, políticos pueden llegar, regiones vedadas al gobierno establecido.
También es digno de mencionarse el comportamiento del ex gobernador Zeferino Torreblanca, ahora ungido como candidato a la presidencia municipal de Acapulco por el PAN. La crónica de Aurelio Peláez, en El Sur, devela el cinismo.
“Sube el telón.
“17:55 horas: Zeferino Torreblanca irrumpe en el teatro Juan Ruiz de Alarcón flanqueado por el presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, y el candidato de ese partido al gobierno del estado, Jorge Camacho, entre aplausos de quizá unos 2 mil asistentes y como música de fondo una marcha triunfal, a saber cuál, uno que va a conocer de música clásica. Tras más de cuatro años de no saber casi nada de él, reaparece reeditado en demócrata, nada nepotista ni autoritario –como él mismo se presenta– y presto a una gran misión: recuperar Acapulco…
“El ex alcalde de Acapulco y ex gobernador, que lo fue por los partidos de izquierdas PRD, PT y Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano), se presenta enfundando en una camisa de manga larga azul con un escudito del partido bordado por ahí. Se le ve exultante, como que sin hacer campaña ahora como candidato del PAN a la presidencia municipal ya ganó…
“Madero reconoce en Torreblanca a ‘un hombre de trayectoria y experiencia’ y que viene ‘a poner orden en Acapulco’. Y afirma, con lo que le queda de acento norteño que lo ve ‘echado pa’ delante’. Dice que el PAN ‘es un instrumento’ para que personajes como el ex gobernador lleguen al gobierno. Y lo bueno que lo advirtió porque ya como alcalde o gobernador, Torreblanca se refería a los perredistas que lo apoyaron casi como muertos de hambre. Lo escribió luego así en su libro El acento del cambio, presentado en los días casi póstumos de su gobierno, en abril del 2011: ‘Los que se dijeron traicionados, es por no haberlos colocado en el reparto de las posiciones políticas. Esperaban que si un gobierno al que supuestamente combatían les dio canonjías, los apoyó, les dio dinero, pues con un gobierno de izquierda no iban a tener ninguna restricción para poder hacer valer. Y el gobernador lo que hizo fue no traicionar los principios del partido’. Claro, que los perredistas permanecieran puros y con la panza vacía gracias a Zeferino” (El Sur, 26 de abril de 2015).
Lo único que puede comentarse es donde queda la responsabilidad política de los ex funcionarios.
Los hechos ocurridos en el Congreso del estado, en Chilpancingo, hablan de la realidad en Guerrero. Adicionalmente, marchan 600 manifestantes en Chilpancingo encabezados por padres, a siete meses de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, y policías federales y estatales arremeten con gases lacrimógenos contra los padres de los normalistas, estudiantes, maestros y transportistas, luego de que un grupo de alumnos de esa Normal quemó seis camionetas de empresas comerciales en el Congreso del estado.
Se cumplieron siete meses de la desaparición de los 43 estudiantes. El incendio crece, aunque no pase nada. En la sede del Congreso guerrerense se estrellaron y quemaron dos vehículos en medio de la puerta de cristal, y otro en el estacionamiento, mientras los manifestantes gritaban consignas de protesta. Luego de unos momentos, desde el encauzamiento del río Huacapa, una avenida contigua, policías estatales federales lanzaron con pistolas bombas de gas pimienta a la manifestación. Pronto el grueso de la marcha salió con los padres y familiares por una calle lateral del bulevar Vicente Guerrero, pero unos 100 normalistas volvieron al edificio donde ya estaban algunos bomberos apagando los incendios. Hubo una segunda gresca entre estudiantes y policías estatales que, a gran distancia continuaron lanzando gases lacrimógenos para dispersarlos, cuando llegaron policías federales sobre la vía rápida del bulevar, a un costado del edificio legislativo, y persiguieron a un grupo de unos 40 en una avenida de la ciudad. “Ya tenemos el control del Congreso, jefe, ya se fueron estos putos”, declaró un policía. La expresión, quizá con otras palabras es la misma de otros funcionarios. Los hechos son ensordecedores, no los escucha quien no quiere, no los ve sólo quien desea mantener los ojos cerrados. El incendio crece y no hay bomberos que lo sofoquen.

Al contrario…

La descomposición política se refleja en el tono de los discursos y las estrategias de campaña de los candidatos. Lo mismo de las anteriores, pero con la peregrina idea de que el resultado ha de ser diferente. Los mismos factores no tienen porque alterar el producto, aunque los políticos crean que sólo por ser ahora ellos, la gente ha de reaccionar diferente. Negar que Guerrero está incendiado es un despropósito. Afirmar, por ejemplo, que Acapulco tiene “buenos” niveles de ocupación hotelera, significa tapar el sol con un dedo. El puerto vive la peor crisis de su historia. El hecho de que Torreblanca sea candidato relodead, es una prueba contundente. El estado requiere de un auténtico milagro, pero muy pocos son los conscientes de esa necesidad. Una más.

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