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Carlos Toledo Manzur

Porqué sí a las elecciones

A pesar de que las campañas electorales para la gubernatura, las diputaciones (federales y locales) y los ayuntamientos ya están en marcha, aún existen opiniones que plantean que las elecciones no se deberían llevar a cabo, como la expresada por los padres de los normalistas desaparecidos  que insisten en la idea de que no hay condiciones en el estado para la realización de los comicios debido a la descomposición social, la corrupción, la impunidad y las injusticias.
No hay ninguna duda de lo justo de los reclamos de los padres de los normalistas en el sentido de mantener la exigencia de que los muchachos desaparecidos deben presentarse con vida, de que no se debe dar carpetazo al tema como pretende el gobierno federal y de que se requiere el castigo ejemplar no sólo de los directamente involucrados en estos terribles crímenes, sino de todos los autores intelectuales; para ello se requiere que se haga una investigación más profunda y sin proteger a nadie. Es completamente cierto también que los hechos de Iguala mostraron una gravísima situación que hace evidente la necesidad de un cambio profundo en nuestra sociedad.
Sin embargo, existen también un conjunto de argumentos a favor de que se lleven a cabo con éxito las elecciones del próximo 7 de junio. El primero de ellos, y tal vez uno de los más fuertes, es que votar y ser votado constituye un derecho de los ciudadanos que debe ser respetado. Aun siendo pertinentes y justos los reclamos de un sector legítimo de la población, no resulta correcto que las acciones de una parte de la ciudadanía atenten contra el derecho que tienen cientos de miles de electores que seguramente irán a votar si los comicios se llevan cabo. De hecho, la apertura de las campañas de los candidatos a las presidencias municipales llevadas a cabo por los partidos el fin  de semana pasado movilizaron a lo largo y ancho del estado a decenas de miles de ciudadanos involucrados plenamente en el proceso electoral, lo que representa una fuerza política considerable que expresa con claridad una voluntad masiva de ejercer su derecho a la participación electoral.
Un segundo argumento importante es el riesgo de una desestabilización  política mayor del estado que se correría con una ausencia de autoridades del gobierno estatal, la cámara de diputados y los ayuntamientos, ya que las actuales finalizarían sus periodos de gobiernos sin que existieran sus legítimos remplazos. Dada la situación de crisis política y social que Guerrero vive en la actualidad, esta situación de ausencia de autoridades formales constituiría un peligro adicional.
Vinculado con lo anterior está la pérdida de soberanía que el estado sufriría, ya que al no existir los relevos de las diversas instancias gubernamentales, éstas tendrían que ser nombradas de manera provisional por el Congreso de la Unión, lo que implicaría dejar la decisión de quién nos gobierne en manos de una mayoría legislativa federal, fuertemente influida por el presidente Enrique Peña Nieto, en lugar de que seamos los propios guerrerenses quienes elijamos nuestras propias autoridades.
Un cuarto argumento tiene que ver con la pregunta de si tiene sentido posponer las elecciones esperando que las condiciones políticas y sociales del estado tengan un cambio significativo en los próximos meses que permita la realización de unos comicios en un contexto diferente. No existe ninguna señal que indique que sin elecciones tengamos una alternativa política y social que nos lleve a un cambio provechoso para el conjunto de la población.
Si bien los resultados de nuestra democracia electoral no han sido contundentes en lo que se refiere a la mejoría del bienestar de la población, sin duda han representado avances de relevancia, aunque es claro que de ninguna manera son suficientes para lograr los  cambios que la crisis actual demanda. Pero no es correcto contraponer los procesos electorales a otras formas de lucha que hoy, sin duda, resultan necesarios como son el ejercicio directo de la democracia, la participación social y el empoderamiento ciudadano que limite el poder de las burocracias políticas y permita una conducción de la sociedad que se base en el poder popular y ciudadano.
En realidad, lo más conveniente es la combinación de ambas formas de lucha, es decir, aprovechar las ventajas de los procesos electorales y buscar su perfeccionamiento, pero al mismo tiempo desarrollar las formas directas de participación ciudadana que complementen y hagan más eficaces los proceso de gestión del interés de la población.
Por todas las razones anteriores, deberíamos de decir sí a las elecciones, pero a la vez deberíamos de apoyar a las alternativas de la izquierda que se comprometan a abrir verdaderamente los espacios gubernamentales a la democracia directa y la participación social efectiva y cotidiana como es la propuesta Beatriz Mojica Morga.

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