Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moisés Alcaraz Jiménez *

Pacto por la civilidad electoral 

 

Autoridades electorales locales y federales, actores políticos y gobiernos del estado y la federación firmaron anteayer un acuerdo a favor de la civilidad en el desarrollo de los actuales procesos electorales que se viven en Guerrero.

El consenso de autoridades y fuerzas políticas se logró en torno al documento titulado Pacto por la civilidad y fortalecimiento de la cultura democrática.

Con este acuerdo se pretende fortalecer la legalidad de la elección a través de la promoción del respeto a las normas constitucionales que regulan las elecciones, mediante la promoción de la participación ciudadana y el impulso de la cultura de la denuncia frente a los delitos electorales.

Hay quienes afirman que no es necesario firmar acuerdos de este tipo cuando para el desarrollo pacífico, legal y democrático de las elecciones existe todo un amplio marco jurídico que establece con exactitud las reglas de las contiendas y define con puntualidad los procedimientos aplicables a cada una de las etapas de los procesos electorales.

Si tenemos leyes e instituciones consolidadas que las hagan cumplir, además de contar con instancias jurisdiccionales que garantizan la justicia electoral ¿Por qué firmar pactos que podrían ser propios de regímenes donde las leyes en la materia son letra muerta? Para un importante sector de interesados en este asunto resulta ocioso buscar la civilidad electoral a través de pactos de este tipo cuando tenemos leyes que sólo hay que respetar y aplicar las penas procedentes a quienes las infrinjan.

La realidad es otra. Es verdad que hemos avanzado significativamente en el mejoramiento del orden constitucional en el ramo electoral, sin embargo, cada vez que los mexicanos vamos a elegir autoridades locales o federales y renovar órganos legislativos igualmente de la federación o del estado, registramos graves retrocesos, particularmente en cuanto a la conducta antidemocrática que adopta la gran mayoría de los actores políticos de las contiendas, quienes en un enfermizo afán de ganar la elección, no dudan en recurrir a las peores prácticas que todos pensamos rebasadas, pero que salen a la luz pública desde el inicio y persisten hasta el final de los procesos.

Por ello, pactos como el firmado esta semana en Acapulco son un llamado oportuno, y no un grito en el desierto, para que todos los participantes asuman su responsabilidad más allá de las sanciones penales a que puedan hacerse acreedores y se conduzcan dentro de los límites de la legalidad. Es un exhorto que los mismos actores políticos se hacen para reafirmar en conjunto los compromisos que todos tenemos con la democracia.

Nunca está por demás la reflexión que conduzca a consensos que reafirmen los principios y valores que orientan la civilidad en las contiendas electorales. Reiterar que somos una democracia aún en formación no resulta ocioso cuando en torno a ese reconocimiento se suman esfuerzos adicionales a los que nos señala la norma electoral, avanzamos cuando con ese reconocimiento vamos más allá de toda legislación y se contribuye a mejorar la elección en paz de nuestros gobernantes.

Estamos ante un escenario inédito con serias amenazas y acechanzas a la democracia. La violencia que se extiende por todo el territorio nacional es un nuevo actor que impacta de manera directa en los procesos electorales y lesiona severamente la formación democrática de los gobiernos y órganos legislativos.

Superar la emergencia requiere la suma de todas las voluntades y la coordinación de actividades, requiere también la obtención de acuerdos y entendimientos adicionales al marco legal que favorezcan la integración, en tiempos de riesgo, de las estructuras y funcionamiento de las instituciones que impulsan la democracia.

El pacto firmado en Acapulco es una medida adicional de orden constitucional y fortalecimiento de la unidad social y política por unas elecciones en paz, sin reclamos posteriores, y por la reafirmación conjunta de que queremos seguir teniendo a la democracia entre nosotros como la forma de vida más civilizada.

 

 

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* El autor es director estatal de Gobernación

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