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Concluyen el ritual de petición de lluvias en la comunidad nahua de Acatlán

Beatriz García

Chilapa

Este lunes, con rezos, flores, velas y danzas finalizaron el ritual del Atsajtsilistli, que en español significa petición de lluvias, en la comunidad indígena nahua de Acatlán, que comenzó el 25 de abril con la celebración de San Marcos.
Este ritual, aseguraron pobladores, proviene desde la época prehispánica, por lo cual no pueden dar una cantidad exacta de los años en que se originó.
Año con año, fieles de la comunidad y visitantes acuden al Kolosapan, sitio en el que se encuentran dos pozos de agua a los que rinden tributo.
Este día, en Acatlán acuden a adornar las cruces que se ubican en estos pozos, que son parte del abastecimiento de la comunidad.
El atsajtsilistli, comienza el 25 de abril, día de San Marcos, con ofrendas a las cruces.
En la comunidad se encuentran cerca de 500 cruces que cada año ofrendan con flores y velas como parte del ritual.
Posteriormente son el 1, 2, 3 y 4 de mayo que siguen rindiendo tributo para que haya buen temporal de lluvias, por consiguiente buenas cosechas y que los manantiales y los pozos no se sequen.
Es usual que durante el 1, 2 y 3 de mayo se realicen las peleas de tigres como comúnmente se conocen.
No son sino hombres de la comunidad que portan un traje y máscaras que hacen alusión al hombre jaguar, se reúnen y pelean con los puños, a veces hasta sangrar, pero no existe rivalidad, saben que es parte del ritual y entre más fuerte son los golpes, mayor es la intensidad de su petición.
Este 4 de mayo finalizó el ritual. Por la mañana se realizó una misa en la iglesia del pueblo, donde asistieron los pobladores y visitantes, además de las danzas, que acompañan con flores y velas.
Después en procesión se dirigieron al Kolosapan, ahí adornan con flores a la cruz de los pozos, unos se persignan, oran, encienden velas o dejan flores, como modo de ofrenda y agradecimiento.
Mientras que las danzas bailan una y otra vez. Los tlacololeros que siempre se mueven al son de la flauta y el tambor; mientras que los maromeros, los chivos, los mecos, las xochimekas, bailan al son de la música de viento.
Esta vez el pozole blanco no pudo faltar, repartieron a todo quien asistió, acompañado de mezcal o tequila, gastos que corren a cargo del mayordomo en turno.
Pasan las horas y los danzantes no cesan de bailar, a pesar de los intensos rayos del sol, otros siguen llegando con flores y velas que adornan el altar de la cruz, otros siguen comiendo pozole.
Por la tarde se finaliza con un rezo, después otra procesión, cargan la cruz, las flores, las velas, los asistentes junto con las danzas se dirigen a casa de quien será el nuevo mayordomo para que dentro de un año sea quien se encargue de organizar nuevamente el tributo.

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