Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL?PRIVADO

*Como jamelgos de Playa Revolcadero

(Primera de dos partes)

Van a decir que ya se me hizo costumbre ofrecer una disculpa antes del meollo de los rollos semanales en este espacio, y no les faltará razón ni verdad, porque de nuez, previo al meollo de hoy, les ofrezco una disculpa.
Mi única defensa es que todas han sido sinceras, respetuosas y humildes, pero créanme que ninguna tan obligada, necesaria y pertinente como la de hoy, pues seguro más de un puñado de lectores de este su seguro escribidor se sentirá ofendido tras leer la comparación grosera e insolente con la que me atrevo, una vez ofrecida la susodicha, a comenzar el meollo de este miércoles.
Los mexicanos, y más los guerrerenses, estamos tan bien domados por la cultura política tradicional, que a menudo parecemos caballos de Playa Revolcadero… esos equinos famélicos y cabizbajos, depres entre los de por sí depres jamelgos que, a paso cansino y con una hipergüeva, recorren en automático el mismo caminito, y del que los cabrones no se desvían, tozudos cual mulas, por más jalones de rienda y arres del jinete en un chingo de turnos, sea chilango, local, nacional, gringo, canadiense, niño, adulto, anciano, hombre, mujer, homosexual o Bruce Jenner.
¡Tch, tch, arre caballito!, dice el jinete en turno, y seguirá diciendo a gritos, patadas en la panza (del equino) y chicotazos, pero el jamelgo na’ más no variará un ápice su cansino andar ni su caminito preestablecido.
Mansos hasta la saciedad, luego de una doma cruel y poca pastura, con el tiempo, la costumbre y el miedo a lo desconocido, aprendieron a que no hay vida más que la suya, y que si se aventuran por cualquier otro camino se perderán, porque lo único que desean es regresar al lugar del que partieron, y que si se salen de su ruta, seguro el patrón los agarrará a chicotazos.
Algo así somos y algo similar hacemos los mexicanos, y más los guerrerenses, en nuestra sociedad presuntamente democrática, con las rutas, el paso y el caminito que nos traza, marca e impone la oligarquía política. En varios sentidos, a pesar de la transición democrática y la alternancia electoral, seguimos casi tan mansos y obedientes como eran los mexicanos de la hegemonía priísta.
¿Entienden ahora la necesidad previa de la disculpa? Pos sí está gacha la comparación, aunque nótese que en ella me incluyo, no por diplomacia sino porque domados estamos todos, o casi todos.
Pero no sólo me refiero a la mansedad ciudadana, sino también a la indolencia de la clase política tradicional, pues ni unos ni otros parecen dispuestos, decididos, ni atrevidos, como para salirse del caminito acostumbrado, ese que sale y regresa siempre al mismo lugar, ni a cambiar el pasito usual, porque ¿pa’ qué apurarse si, por más vueltas y vueltas que se le dé al circuito, nada cambia?
Es obvio y claro que si tiene plumas, patas, pico y alas de pato… es pato. Así de obvio y claro debería ser (es) que cuando tantas cosas están mal y tantas muy mal, significa que el sistema no funciona o funciona mal, muy mal; obvio y claro ergo, necesitamos mejorar en serio o cambiar el sistema, si queremos mejorar.
Aclaro que no niego la movilización briosa y beligerante de los mexicanos organizados en los grupos organizados de siempre, tampoco desestimo a la cáustica y feroz expresión de críticas, reproches y defenestraciones de avatares de redes sociales, menos subestimo los levantamientos de defensa comunitaria en contra de la inseguridad. No hay duda ni discusión sobre esos avances y esas conquistas sociales.
Pero las mayorías silenciosas, esas que callan su inconformidad, irritación y hartazgo, siguen enganchándose en el vagón de la política tradicional, para recorrer el camino de siempre.
Dos buenos ejemplos, vigentes y próximos, son las campañas de los candidatos en este proceso electoral, y el proyecto del gobierno de Rogelio Ortega, de abrir las puertas de Casa Guerrero definitivamente para convertirla en el corazón de un proyecto cultural y deportivo en esa zona de Chilpancingo.
Pero estos serán meollos de la siguiente entrega.

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