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Otorgan el premio Princesa de Asturias de las Artes a Francis Ford Coppola un cineasta “total”

*El galardón se suma así a una larga lista de distinciones, entre ellas seis Oscar, cuatro Globos de Oro y dos Palmas de Oro en Cannes. “Lo acepto con gratitud, al tiempo que me doy cuenta de que, casualmente, estaba en mitad de la lectura de Don Quijote de la Mancha”, dice el realizador de 76 años en su mensaje

DPA

Oviedo, España

Los premios Princesa de Asturias estrenaron ayer nombre y edición distinguiendo en la categoría de las Artes a un hombre “imprescindible” para entender “la transformación y las contradicciones de la industria y el arte cinematográficos”: Francis Ford Coppola.
Estadunidense de origen italiano, Coppola está considerado por la crítica como uno de los mayores cineastas de todos los tiempos. Un “narrador excepcional”, afirmaba el jurado en su acta leída en Oviedo (en el norte de España), cuya carrera ha sido una “continua lucha por mantener la total independencia emprendedora y creativa” como director, productor y guionista.
El Princesa de Asturias de las Artes se suma así a una larga lista de distinciones, entre ellas cinco Oscar –seis contando el de mejor película por El padrino–, cuatro Globos de Oro y dos Palmas de Oro en Cannes. Y es que este genio visionario hizo suyo el concepto wagneriano de “obra de arte total”, donde nada se escapa a su atenta mirada. Una mirada que, en ocasiones, ha trascendido su obra artística, convirtiendo su exploración del poder y los horrores de la guerra “en iconos colectivos”.
El cineasta estadunidense recibió ayer la noticia cuando se encontraba enfrascado en la lectura del Don Quijote.
“Es un honor ser reconocido con el Premio Princesa de Asturias de la Artes”, señaló. “Lo acepto con gratitud, al tiempo que me doy cuenta de que, casualmente, estaba en mitad de la lectura de Don Quijote de la Mancha”.
El realizador de 76 años hizo suyas las palabras de Miguel de Cervantes y finalizó su mensaje señalando que “el destino guía nuestra fortuna de una manera más favorable de lo que hubiéramos esperado”.
Nacido en Detroit en 1938, hijo de una actriz y un compositor y director de orquesta, Coppola supo muy pronto que quería convertirse en artista. Se graduó en Teatro y dio sus primeros pasos en el cine de la mano del ahora director de culto Roger Corman (La máscara de la Muerte Roja), quien lo ayudó para sacar adelante su primera película acreditada, el filme de terror Dementia 13 (1963).
Seis años más tarde se alzaría con la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián por The Rain People, una de sus películas más desconocidas por el gran público, pero su consagración definitiva llegaría en la década siguiente: al Oscar al mejor guión por el biopic Patton siguió la adaptación del bestseller de Mario Puzo El padrino (1972), que hoy sigue rivalizando con el Ciudadano Kane de Orson Welles como mejor película de la historia.
Aquel proyecto no sólo cambió su vida y el cine de mafiosos, sino que revolucionó la industria otorgando un enorme poder a toda una generación de cineastas. Y eso que el rodaje no fue precisamente un camino de rosas: Coppola tuvo que pelear, y mucho, con los directivos de Paramount para contar en su equipo con un debutante como Al Pacino y una estrella indeseada como Marlon Brando, que acabó alzándose con uno de los tres Oscars del filme.
El joven cineasta había tocado el cielo con apenas 33 años logrando un espectacular éxito de crítica y taquilla. Pero no contento con eso, y sin tener que lidiar ahora con molestos productores, revalidó su hazaña con El padrino II –hay expertos que la consideran incluso mejor que la original– y coronó la década con otro título emblemático: el drama bélico Apocalypse Now.
“Mi película no trata sobre Vietnam. Mi película es Vietnam”, dijo lacónico durante su presentación en el Festival de Cannes, que le otorgó su segunda Palma de Oro tras La conversación. Y es que esta adaptación libre de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, con un reparto estelar liderado por Martin Sheen y un rodaje tan pesadillesco como la tensión que rezuma el metraje, está considerada una de las obras maestras del género en su descenso a los horrores de la guerra.
En la década siguiente Coppola tuvo que lidiar con sus acreedores y aceptar proyectos de encargo, pero no cejó en su empeño de mantener su independencia. Así, de esta difícil etapa resultaron algunos de sus proyectos más personales: desde el musical One from the Heart, que acabó costándole la ruina, a títulos como Rebeldes o La ley de la calle, con los que impulsó a una cantera de actores como Tom Cruise, su sobrino Nicolas Cage, Matt Dillon o Mickey Rourke, o Tucker, en la que Jeff Bridges da vida a una especie de alter ego del propio cineasta.
Aficionado al buen vino y padre de la también cineasta Sofia Coppola (Perdidos en Tokio o Lost in Translation), recuperó el éxito económico con Drácula de Bram Stocker, otro de los proyectos que no había podido llevar a buen puerto su admirado Orson Welles. Mientras tanto produjo títulos como American Graffiti, de su amigo George Lucas, Kagemusha (Akira Kurosawa) o Sleepy Hollow (Tim Burton), posee su propia bodega y lanzó una cadena de hoteles. Entre sus últimos trabajos como director figuran Tetro y el filme de terror Twixt.
El galardón de Coppola, que se impuso a otros 30 candidatos, es el primero en esta edición XXXV de unos premios que debutan como Princesa de Asturias adaptándose a la actual heredera al trono español. Está dotado con una escultura de Joan Miró y 50 mil euros (55 mil 800 dólares).
Entre otros cineastas, también fueron merecedores del entonces Premio Príncipe de Asturias de las Artes Michael Haneke, Woody Allen y Pedro Almodóvar.

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