Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Lorenzo Meyer

AGENDA CIUDADANA

* La captura de los medios

*Un mal latinoamericano: el grueso de sus medios está capturado por grupos económicos o políticos muy fuertes y la información es distorcionada sistematicamente

En picada. Según el más reciente reporte de Freedom House, la libertad de prensa en el mundo está en su punto más bajo de los últimos 10 años, y México sigue clasificado como país “no libre” y en un lugar peor que en el pasado: el 139 de 199 (Freedom of the Press 2015, Washington, 2015, p. 23).
Para entender lo que sucede con los medios de México y América Latina conviene consultar Media Systems and Commu-nication Policies in Latin Ame-rica (Polgrave, 2014), editado por Manuel Alejandro Guerrero y Mireya Márquez Ramírez. La tesis de Guerrero es clara y puede explicar a cabalidad, entre otras cosas, la supresión del noticiero de Carmen Aristegui en MVS.
La tesis está en el título: “El modelo liberal de captura de los sistemas de información masiva en América Latina”. Este modelo es una forma de abordar y explicar un ángulo de nuestra “transición democrática”: el de los obstáculos y distorsiones que afectan a los medios de información de la región en su tarea de dar información verídica, plural y relevante al público.
Post transición. Guerrero parte de definir a nuestro momento político como post transición. Una fórmula que no prejuzga cuáles países han arribado efectivamente a algún tipo de democracia, como Chile o Uruguay, y cuáles no, como México, con un sistema híbrido que pareciera involucionar hacia un neo autoritarismo.
La captura. En nuestro subcontinente, lo que domina en materia de medios es un triángulo conformado por la relación nada sana entre gobierno, periodismo y empresas. En principio, esta relación debería tener como base filosófica el liberalismo –libertad de prensa y empresa–, pero ha terminado por tener como trasfondo real el neoliberalismo, es decir, un liberalismo contrahecho donde los medios, en tanto empresas, y muchos periodistas como individuos han aceptado ser o quedar capturados por poderosos intereses económicos o políticos, o por una combinación de ambos, lo que ha desembocado en una situación donde los intereses empresariales o de grupo político se imponen a la razón de ser de la tarea periodística, que es desempeñar el papel de watchdog o guardianes del interés público mediante la investigación, análisis y difusión de las partes obscuras del juego del poder.
El concepto de captura es clave, pues sirve –dice el autor– para “subrayar la capacidad que adquieren ciertos grupos para torcer las reglas o para lograr que éstas se apliquen de manera selectiva, es decir, inefectiva, y que sean criterios ajenos a las normas del periodismo los que determinen y limiten el papel de la prensa como guardián del interés general” (p. 56). Igualmente importante es el contexto en que se da esa captura: el del neoliberalismo. Esto significa el retiro desordenado del Estado de sus responsabilidades de regulador de los procesos económicos y sociales en favor del (mal) llamado “libre mercado”, lo que en la práctica ha dado una mayor capacidad a las grandes concentraciones de capital para moldear el contenido de la información que difunden. Pero además, los intereses de partido también han capturado a buena parte de los medios. Estos últimos, desde el gobierno, y aunque sin la obviedad y brutalidad de las dictaduras del pasado, pueden blandir con eficacia lo mismo la zanahoria por la vía del clientelismo (el gasto gubernamental en publicidad, la dispensa de impuestos, las concesiones, etcétera) que el garrote (prohibiciones, multas y similares).
Muchos periódicos y consorcios de radio y de televisión que hoy dominan en América Latina nacieron y se consolidaron en la época del viejo régimen autoritario, y ahí lograron prosperar mediante acuerdos con los poderes no democráticos. Ese origen aún se nota. En México los ejemplos abundan y los encabeza Televisa y TV Azteca, pero sus contrapartes se pueden encontrar en O’Globo de Brasil, grupo Clarín de Argentina, grupo El Comercio de Perú, grupo Santo Domingo de Colombia, etcétera. Por otro lado, los grupos políticos que a raíz de la transición desplazaron a las viejas estructuras autoritarias en América Latina –en nuestro caso el PAN o el PRD y ahora el “nuevo” PRI– generalmente han preferido un acomodo con esos medios (la Ley Televisa es un buen ejemplo) y han decidido no prescindir de las formas clientelísticas arraigadas en la relación medios-gobierno.
Excepciones y futuro. Es verdad que en casi cada país de la región pueden encontrarse órganos periodísticos profesionales y comprometidos con su papel de watchdogs, pero son los menos, sus recursos no son los mayores y sobreviven con dificultad. Por lo anterior, quizá sea en el campo de los nuevos medios electrónicos donde se pueda crear y afianzar una periodismo también nuevo, más acorde con el modelo pluralista y democrático, pero aún ahí, el instinto de captura de gobiernos y oligarquías puede intentar buscar a su presa.
Finalmente, la presa última de quienes han capturado a los medios no son estos sino sus auditorios: los ciudadanos. Por tanto, somos los ciudadanos quienes debemos resistir a los captores. Para ello, lo primero que debemos tener es consciencia del juego, de nuestra calidad de presa para oligarquías e intereses políticos. No es fácil, pero tampoco imposible.
Aclaración. En las redes sociales se difundió que el autor de esta columna ganaba más en el Canal 11 que el presidente en Los Pinos. Desgraciadamente no es el caso, y la televisora ya corrigió la cifra en su portal.

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