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Humberto Musacchio

El agua del Yaqui, asunto nacional

Sonora tiene en el panista Guillermo Padrés a un gobernador –de algún modo hay que llamarlo— que en sus días de candidato prometió, si llegaba al Ejecutivo estatal, construir dos plantas desaladoras de agua de mar para dotar de líquido potable a Hermosillo, donde la falta de ese elemento es angustiante.
Atenido a la desmemoria de sus paisanos, el individuo aquel, una vez instalado en poder, se hizo el amnésico y no volvió a hablar de las plantas desaladoras. Para resolver la falta de agua de Hermosillo, tuvo la genial idea de desviar parte del caudal del río Yaqui y ordenó construir un acueducto pirata ante el disimulo de las autoridades federales, especialmente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y de la Comisión Nacional del Agua, la Conagua, esa dependencia en la que David Korenfeld usaba el helicóptero de la institución para transportar a su familia.
La desviación de las aguas del río no ha sido suficiente para resolver la sed de Hermosillo, pero le han quitado agua al Valle del Yaqui, una de las zonas de mayor productividad agrícola del país, la que es generadora de miles de empleos directos e indirectos. Sin agua suficiente, la perspectiva de los agricultores es la de una baja sostenida en la producción total y en la productividad por hectárea. En pocas palabras, la ruina de un emporio.
Padrés es el mismo sujeto que, abusando de su poder, mandó construir en sus tierras una presa, con lo cual dispuso de aguas nacionales. Descubierto el robo, se vio obligado a destruir la cortina del embalse, hecho que lo muestra como un tramposo, pues si no hubiera sido denunciado seguiría disponiendo de un bien nacional para su beneficio personal.
Si hiciera falta, ese mismo señor es el que se hizo de la vista gorda ante la depredación de la Minera México, que ha envenenado suelos y aguas de una enorme porción de Sonora. Padrés es el gobernante que acaba de condonar impuestos por más de 700 millones de pesos a su compinche, el candidato panista a la gubernatura, Javier Gándara Magaña, a su familia y –¡Faltaba más!– al mismísimo Padrés. Una prueba más de que ese panista gobierna para él y sus amigos, no en beneficio de sus gobernados.
Los agricultores del valle, en especial los miembros de la tribu yaqui, han protestado una y otra vez sin que las autoridades federales se dignen escuchar. Para los integrantes de esa orgullosa y dignísima etnia, se trata de un atropello más de los gobernantes neoliberales, los de Sonora y los de la República.
Más perspicaces que muchos, los yaquis advierten que el robo de las aguas es un primer paso para ir a la privatización total de este recurso. Lo han dicho en todos los tonos, pero el proyecto de Ley General de Aguas elaborado por los directores de la Conagua, el de antes y el de ahora, pretende hacer de un bien nacional una mercancía más, la que en manos privadas alcanzará precios prohibitivos para la mayoría de la población y privará a la agricultura de un insumo indispensable, lo que redundará en una mayor dependencia alimentaria del país y en una mayor pérdida de soberanía.
Ante la cerrazón de las autoridades de todo orden, los yaquis han convocado a realizar tres caravanas, las que partirán sábado y lunes próximos de tres puntos: una saldrá de Vícam, en el municipio de Cajeme, Sonora; otra dará inicio en Pijijiapan, Chiapas; y la tercera empezará su marcha en Piedras Negras, Coahuila, para confluir el día 21 en Xochimilco y en la ciudad de México el 22 de mayo.
Dicho de otra manera, un problema local creado por la irresponsabilidad de Guillermo Padrés se ha convertido en el centro de una protesta nacional que pugna por cancelar la operación del citado acueducto sonorense y su desmantelamiento. El movimiento exige también la libertad de Mario Luna Romero y de Fernando Jiménez Gutiérrez, encarcelados por el abusivo gobernador sonorense. Pero lejos de quedarse en esta demanda local, los yaquis exigen igualmente la libertad de todos los presos políticos que se hayan hacinados en las cárceles del país.
Por supuesto, un movimiento como éste no podía dejar fuera la demanda más sentida por los mexicanos de hoy; la aparición con vida de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos por la complicidad de las fuerzas del orden con la delincuencia. El litigio por las aguas del Yaqui se extiende y no podía ser de otra manera cuando están en juego el trabajo, la tierra, el agua, la vida misma.

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