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Woody Allen, Yorgos Lanthimos y László Nemes entusiasman a la crítica en Cannes

DPA

Cannes

La 68 edición del Festival de Cannes parecía que no arrancaba del todo. Las primeras películas presentadas a concurso no consiguieron entusiasmar a la crítica, pero Woody Allen, el griego Yorgos Lanthimos y el debutante húngaro László Nemes han avivado el certamen.
Gusten más o menos sus películas, Woody Allen sigue atrayendo a la crítica y parte de ella se mostró complacida con Irrational man, una comedia sobre un profesor de filosofía (Joaquin Phoenix) que no encuentra sentido a su vida y una joven estudiante (Emma Stone) que idealiza a su profesor, del que se enamora, hasta que un asesinato cambia la vida de ambos.
“La gente necesita algo en lo que creer”, dijo el realizador que está por cumplir 80 años. “Hay gente que elige la religión, otros toman una decisión irracional”, agregó Allen sobre el protagonista, un Phoenix que encarna magistralmente al profesor desencantado.
A pesar de ser uno de los directores más reconocidos internacionalmente, Allen aseguró que, si pudiera, volvería a hacer todas sus películas. Una vez terminadas no las ve porque cree que vería todos los errores, pero si tuviera el dinero, los mismos actores, volvería a hacerlas “todas” para “mejorarlas”.
Irrational man se muestra fuera de competición en el certamen francés, donde también funcionaron las dos propuestas a concurso, The lobster, la primera película en inglés del griego Yorgos Lanthimos, así como Son of Saul, la ópera prima del debutante húngaro Lászlo Nemes.
El cine radical de Lanthimos, autor de la cinta Canino (premiada en la sección Una Cierta Mirada también en Cannes en 2009), da una vuelta de tuerca al llevar al extremo las relaciones personales.
The lobster está ambientada en un futuro cercano, cuando a los hombres y mujeres se les da 45 días para conocer su pareja. De no encontrarla, la persona será convertida en el animal que previamente escoja.
Con esta película “queríamos hablar de relaciones humanas, que es el tema recurrente de todos mis filmes, pero esta vez de manera un poco más romántica”, dijo Lanthimos.
Esta excéntrica historia no exenta de humor consigue atrapar al espectador gracias también al convincente trabajo de sus protagonistas: Colin Farrell, Rachel Weisz, Léa Seydoux y John C. Reilly, entre otros.
La cinta trata de analizar “las reglas que nos han impuesto y las presiones que sufrimos cuando somos solteros”, comentó en rueda de prensa el realizador.
Para Weisz, se trata de una película que habla de la soledad, pero además “es muy romántica, con R mayúscula, como las películas antiguas”. La actriz considera que en la actualidad también es difícil encontrar el amor, y la película, pese al universo tan original que expone, “es muy romántica aunque no en el sentido actual”.
Lanthimos “tiene una imaginacion extraordinariamente fértil y sin efectos especiales”, agregó la actriz británica, que este año figura por partida doble en la competición ya que también actúa en Youth, de Paolo Sorrentino.
El director griego, que ronda los 40, concurre por primera vez a la Palma de Oro con su cuarta película. Y también se estrena en la competición el húngaro Nemes, que desembarca en Cannes con una potente ópera prima sobre el Holocausto.
Pocas óperas primas entran en la competición oficial, pero el ex asistente y coguionista del director húngaro Bela Tarr causó buena impresión con su debut.
Son of Saul se adentra en el horror de los campos de concentración siguiendo de cerca con su cámara a un judío que trabaja en los sonderkomandos, los grupos de trabajadores que se encargaban de trasladar los cadáveres de los judíos desde las cámaras de gas a los crematorios en los campos de concentración.
La habilidad de Neme no consiste tanto en mostrar de forma explícita ese horror, que ya se ha visto en diversas ocasiones en la gran pantalla, sino en cómo sugiere lo que allí sucede, cómo sumerge al espectador en lo que está viviendo el protagonista (interpretado por Geza Rohrig, un escritor que no se dedica a la actuación).
Rohrig carga con todo el peso de la película, pues la cámara apenas se despega de su cara, mientras por detrás se ve de forma desenfocada o lejana cómo se arrastran los cuerpos, o son lanzados al crematorio.
La crítica alabó sobre todo ese poderosa fuerza de sugestión que el realizador de 38 años no pierde en ningún momento del metraje. En definitiva, el buen cine visto en la segunda jornada anima Cannes, el certamen cinematográfico que más expectativa genera en el mundo.

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