Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Silvestre Pacheco León

RE-CUENTOS

*El chinqueque

De un momento a otro encuentras dificultad para caminar por el dolor intenso de las rodillas; después el cuello se entiesa y tienes que girar todo el cuerpo si quieres ver lo que hay detrás.
Los ojos se enrojecen y duelen; la jaqueca y el vómito aparecen, los pies se hinchan y el dolor se intensifica por todo el cuerpo.
La fiebre que pega es atroz, casi de 40 grados. Si no tomas en serio la temperatura, puedes convulsionar si te duermes sin controlarla.
En la última fase de la enfermedad aparecen puntos rojos por todo el cuerpo debido a la ruptura de los vasos sanguíneos. Eso va acompañado de una intensa comezón que puede llegar hasta el cuero cabelludo.
A la fecha se han registrado muertes de personas mayores asociadas a esta nueva enfermedad, reforzando la idea de que puede ser fatal para los más vulnerables, siempre mal nutridos y con bajas defensas.
Dicen las autoridades de Salud que la enfermedad la provoca el piquete de un mosco zancudo, pero aunque los síntomas son parecidos, en algunos casos puede tratarse de dengue clásico, en otros de dengue hemorrágico, o de chikungunya, esa es la razón de que en algunos casos la enfermedad parece que regresa con síntomas parecidos.
Ésta última es la que te pone “chinqueque” (en cuatro pies), porque te impide caminar o lo haces con gran esfuerzo, como si las piernas se negaran a obedecer.
Todo el malestar muscular te obliga a guardar cama.
Las clínicas, los hospitales, los centros de salud y los consultorios privados están abarrotados de pacientes que buscan la cura o cuando menos atenuar las molestias de la enfermedad.
Las consecuencias desastrosas del chikungunya como enfermedad desconocida han traído el rumor de que no puede tratarse de un simple piquete de mosco, “pues zancudos siempre ha habido” dicen los costeños, y agregan que en realidad se trata de una bacteria o “algo” que “alguien” echó al agua o a las tortillas, porque llega a una casa o a un pueblo y arrasa con todos, aunque la verdad, el mal se ha extendido sólo en la franja costera del estado.
La chikungunya ha hecho estragos en la salud y en la economía de los costeños y se ha extendido tanto por toda la desatención oficial que terminó por contaminar la política.
En Técpan ya hubo un bloqueo de carretera demandando atención especial del gobierno para este mal, y no ha faltado quien proponga incorporar la chikongunya como bandera de campaña electoral, pues se sabe que el gobierno dejó de aplicar las medidas preventivas requeridas, y que la Secretaría es un hoyo negro que ha desaparecido los recursos que hace falta aplicar.
Quienes están por el boicot a las elecciones dicen que el gobierno ha propagado el mal para evitar las protestas y los bloqueos, poniendo a todos “chinqueques” y sin posibilidad de marchar para hacer bloqueos, pero quienes sostienen esa versión no pueden explicar el hecho de que en lugares como Zihuatanejo, donde se encuentra la cabecera distrital del 03, la mayoría de los capacitadores del INE y muchos de los funcionarios de casilla encargados de organizar la elección, también andan “chinqueques”.
¡Échame la mano, papi!

Es sábado al medio día y el autobús donde viajo está a punto de entrar a su terminal en la capital del estado, pero la maniobra se vuelve imposible porque delante de él hay otro autobús que se lo impide.
Mientras los pasajeros curioseamos tratando de averiguar lo que pasa, un grupo de muchachos que han detenido al primer camión, se atraviesa en la carretera impidiendo el avance del autobús en el que viajamos.
Son muchachos muy jóvenes, como de secundaria, y entre ellos dos mujeres, casi niñas, que impiden el avance. Ninguno se cubre el rostro.
El mayor de ellos, quien porta una diadema de teléfono celular puesta en la oreja, se acerca a la ventana del chofer y algo le dice.
Los pasajeros no alcanzamos a escuchar lo que el muchacho exige, sólo la respuesta del chofer que se niega a obedecer la orden que recibe, argumentando que él es bastante viejo para andar en la aventura con los chamacos, que trae el autobús lleno y que su destino es la ciudad de México.
Como parece que no convence al joven que pretende secuestrar el autobús, el chofer entonces recurre al ruego, a la súplica, y le dice:
–Por favor, papi, hazme el paro, déjame ir, papi.
Ante el ruego del hombre mayor frente a los jóvenes que lo retienen, el pasajero más cercano al chofer se levanta y le pregunta:
–Díganos qué podemos hacer para ayudarle, señor.
–Que ninguno de ustedes se baje del autobús.
La respuesta de los pasajeros es unánime.
–¡Déjennos llegar, estamos cansados de todos ustedes!
Por fin, los jóvenes se apartan del camino, el autobús avanza, y entra a la terminal donde el chofer reclama a los vigilantes que no le hayan avisado de la presencia de los supuestos estudiantes.
Cuando los pasajeros salimos a la calle, nos sorprende ver cuatro patrullas de la Policía Federal estacionadas frente a la terminal.
No menos de veinte policías fuertemente armados están diseminados por todo el perímetro, ¿cuidando qué?, ¿a quienes? ¿y por qué ninguno atiende la seguridad y el libre tránsito de los pasajeros?
Camino, y la voz del chofer suplicante me taladra los oídos:
–¡Échame la mano, papi!

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