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Lleva a Cannes la nieta de Salvador Allende un documental intimista sobre su abuelo

DPA

Cannes, Francia

La muerte del presidente chileno Salvador Allende en 1973 elevó a los altares a un político tan odiado como adorado en el país y fuera de él. Se conoce su actividad política y se le recuerda por la defensa de los derechos humanos, sin embargo su nieta Marcia Tambutti Allende no sabía bien cómo era su abuelo, quería conocer a la persona y no al símbolo mundial de la democracia.
Eso fue lo que le llevó hace ocho años a emprender un camino que se ha concretado en el documental Allende, mi abuelo Allende, que ayer se presentó en la Quincena de los Realizadores en el Festival de Cannes.
La ópera prima de esta mujer que, como ella misma recuerda aprendió a hablar del exilio en México, nace de la necesidad de conocer al abuelo y no al político, a ese abuelo del que apenas se hablaba en la familia, una familia que quedó trastocada para siempre con su muerte.
“Mi abuela tuvo que enterrarlo sin saber que era él. Su vida se transformó porque, a pesar de que no tenía ese papel público-político tan protagónico, de alguna manera tomó el estandarte de la lucha de los derechos humanos en Chile, del legado de mi abuelo y –lo dice Joan Garcés– su personalidad política se esponja”, explica en entrevista con DPA esta bióloga devenida en cineasta.
Al regresar a Chile después del exilio pensó que le iban a enseñar los lugares que le gustaban a su abuelo o le hablarían de él y no de su actividad política. Al no ser así, decidió conversar con su abuela y viuda de Allende, Hortensia Bussi, así como con sus primos, su madre y su tía, tocando incluso algunos temas sensibles como la relación extramatrimonial que el mandatario mantenía con su secretaria personal Miria Contreras, conocida como Payita.
En la película Tambutti retrata cierta dinámicas familiares, se ven los intentos de hablar de un tema dejando así aflorar la incomodidad que surge.
“La película ha ayudado a ser un poquito sanadora y nos ha ayudado a hablar de temas dolorosos en conjunto y de manera relajada”, explica la directora, para quien además esta cinta reivindica el legado de su abuelo precisamente en el convulso momento que vive el país debido a los escándalos de corrupción que afectan al gobierno.
Allende, mi abuelo Allende, que ha sido bien recibida en su primera función, “es buena para inspirarse otra vez”, dijo Tambutti.
“No era era la intención en ese sentido, pero la película llega en muy buen momento”. En su opinión conviene apelar y recordar como se involucraban en las campañas políticas en la época de Allende, “con costos personales, autosacrificio y sobre todo con un conocimiento de cabo a rabo del país, en situaciones muy modestas”. Todo ello “habla de esa mística del bien común, en donde uno está ahí por principios y no por conveniencia. Porque cree en una causa nacional mayor que la propia. No era la propuesta de la película, pero es un buen momento para apelar a eso”, recordó la directora del único largometraje chileno en Cannes.

Ovacionan a Todd Haynes y Cate Blanchett por cinta sobre lesbianismo

Las pasiones prohibidas y los amores destructivos centraron ayer la competición oficial del Festival de Cannes en la que Todd Haynes arrasó con su amor lésbico ambientado los años 50, en la cinta Carol.
La francesa Maïwenn también tuvo una buena acogida con el adictivo amor de Mon roi, aunque se escucharon algunas voces disconformes.
Haynes traslada al espectador al Nueva York de comienzos de los años 50 para mostrar el amor prohibido –entonces era un delito– entre una mujer casada, sofisticada y acomodada, a la que encarna Cate Blanchett, y una joven dependienta de unos grandes almacenes amante de la fotografía, a la que da vida Rooney Mara.
Prácticamente toda la crítica ha caído incondicionalmente rendida al mundo que crea Haynes y la fascinación que despierta Blanchett en esta cinta, en la que deja en un inmerecido segundo plano la labor de Mara encarnando a una joven discreta e insegura.
Carol es ante todo una película sobre el hecho de estar enamorado, sobre ese tsunami que viven las personas, independientemente del sexo que sean, han destacado en Cannes sus protagonistas.
La película se proyectó en coincidencia con el Día Internacional contra la Homofobia. La australiana Blanchett defendió en rueda de prensa que “la sexualidad es un asunto privado” y recordó además que en 70 países sigue siendo ilegal mantener relaciones con personas del mismo sexo.
“Si no eres homosexual o lo eres parece que hay que hablar sin parar sólo de eso y no de otros aspectos de la personalidad”, señaló la actriz.
A pesar de que las cosas han evolucionado desde los años 50 en Estados Unidos, cuando las relaciones homosexuales eran consideradas un delito, Blanchett cree que seguimos viviendo “momentos profundamente conservadores”. Su compañera de reparto, Rooney Mara, apostilló: “Tenemos todavía mucho camino que recorrer antes de que dejemos de hablar del tema”.
Para Blanchett, en 2015 a nadie le debería importar la orientación sexual de otra persona.
Conocido por abordar en sus trabajos la temática homosexual, Haynes concurrió por primera vez en Cannes con Velvet goldmine (1998), pero el gran salto a la fama con aclamación de público y crítica lo dio con Far from heaven, en el que una ama de casa (Julianne Moore) de los años 50 descubre que su marido es homosexual.
El director de I’m not there, en la que llamó la atención la interpretación de Blanchett transformándose en Bob Dylan, concurre ahora con una novela mítica dentro del mundo homosexual.
La cinta se basa en la novela de Patricia Highsmith The price of salt, que se publicó bajo seudónimo y cuya autoría no fue reconocida por la propia escritora hasta muchos años después. Además, es la única novela de Highsmith que no trata el género policíaco.
Blanchett, que todavía no ha levantado el premio a la mejor intérprete en Cannes, inaugura con su interpretación la carrera para los Oscar del año próximo. Ya tiene dos de las preciadas estatuillas, pero será difícil obviarla en las nominaciones.
También tuvo una buena acogida aunque menos entusiasta Mon roi, la primera de las cinco películas francesas a concurso, que se centra en la relación a lo largo de 10 años de una abogada (Emmanuelle Bercot) y un empresario de la restauración (Vincent Cassel) que se enamoran locamente y viven un amor destructivo por el control sicológico que él ejerce sobre ella.
Maïwenn considera que este tipo de adicción no es sólo exclusivo de mujeres. Los hombres también la sufren, “pero la expresan de forma diferente”, destacó la cineasta, que dejó la escuela a los 12 años y comenzó a actuar y a los 16, se casó con Luc Besson y fue madre.
Cuando Cassel leyó el guión, vio que su personaje era un verdadero “cabrón”, pero después –dijo– puso todas sus energías “en luchar por defender la condición de los hombres”.
“En todas las relaciones amorosas es difícil ser una mujer, pero también es difícil ser un hombre”, explicó el actor, al que ya se le había visto en la competición oficial con Il racconto dei racconti, del italiano Matteo Garrone, donde actúa Salma Hayek.
El papel principal de la película queda en manos de la guionista y directora Bercot, (que inauguró este año el certamen con La tête haute), que en esta ocasión ejerce únicamente como actriz. Y aunque dudó en aceptar el papel, pues tenía miedo de no estar a la altura, su confianza en el trabajo de Maïwenn le llevó finalmente a lanzarse interpretar a esta mujer que recupera el control de su vida con el trabajo.
Maïwenn, de 39 años, presenta en Cannes su cuarta película, tras alzarse en 2011 con el premio del jurado por Polisse.
En rueda de prensa explicó que las tres películas precedentes fueron una suerte de triología narcisista y ahora ha querido quedarse fuera de la actuación para centrarse en la dirección de esta película, una cinta que quería hacer desde hace 10 años y que ella misma ha escrito.

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