Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Lasso Echeverría

Pedro Ascencio Alquisiras

Las referencias que existen acerca de Pedro Ascencio Alquisiras se hallan diseminadas en la Gaceta de México (1820-1821), en la Historia de México de Lucas Alamán, y en el Cuadro Histórico de Carlos María Bustamante; y en la Galería de Indios Célebres, del biógrafo e historiador Carrión, ocupa un lugar distinguido. En Guerrero, poco hay escrito sobre este personaje histórico; sin embargo, existen textos que se consiguen con dificultad, como la obra Iniciación de la guerra de independencia, en el territorio del hoy Estado de Guerrero, de Leopoldo Carranco Cardoso, que presenta datos de interés sobre este protagonista de la guerra de Independencia. Este autor y el historiador Alfonso Toro, lo denominan Pedro Ascencio de Alquisiras.
Pedro Ascencio Alquisiras fue un guerrillero insurgente de sangre indígena pura, de origen tlahuica, y nacido –de acuerdo con la afirmación del notable escritor del siglo XIX Carlos María Bustamante–, “en 1778, en el pueblo de Aquitlapan, cerca de Teloloapan”. Lucas Alamán también refiere, en sus escritos sobre este guerrillero, que “era un indio nativo de un pueblo inmediato a Teloloapan”. Por su parte, los historiadores Sosa y Carranco afirman que nació en Acuitlapan, ubicando este lugar en el municipio de Taxco; no obstante, existen ensayistas –sobre todo mexiquenses– que aseveran que era originario de Tlatlaya, comunidad del sur del actual Estado de México.
Antes de iniciar sus actividades armadas en pro de la independencia de la Nueva España, Alquisiras tenía –al igual que Vicente Guerrero y Morelos– una vida nómada como arriero de una recua de mulas propiedad de don Julián Ávila, rico comerciante originario de Tepecoacuilco y simpatizante del movimiento insurgente; con esa recua, Alquisiras se desplazaba principalmente a Zacatula, a Valladolid, y Acapulco. Carranco nos dice también, que Pedro Ascencio siguió en 1810 a Julián Ávila en la conspiración de Tepecoacuilco, y en los combates librados por éste en lo que hoy es el estado de Morelos.
No obstante, fue hasta 1818, bajo el mando de Guerrero, cuando Pedro Ascencio se manifestó como un gran caudillo revolucionario. Con Guerrero, participó en la toma de Coyuca, Ajuchitlán y muchas otras posiciones del sur, acciones en las que se distinguió tanto que recibió nuevos ascensos militares. Hacia 1819, el movimiento insurgente se había extinguido en casi toda la Nueva España, pues los principales jefes de la revolución independentista habían sido muertos o aceptaron el indulto ofrecido por el gobierno realista y se entregaron. Sólo se mantenía activo el tenaz insurgente de Tixtla, Vicente Guerrero. Es entonces cuando Pedro Ascencio empezó a obtener resonantes triunfos en los distritos de Temascaltepec y Sultepec, dando muestras de ser un estratega natural.
El investigador Sergio Schmucler Rosenberg dice: “Pedro Ascencio no tenía vocación para actuar en cuerpos de ejército tradicionalmente organizados, fue por ello que pidió a don Vicente lo dejara marchar con un grupo de hombres hacia los pueblos que aún hoy lo recuerdan por sus valerosas acciones: Amatepec, Zacualpan, Lubiana, Almoloya de Alquisiras, Texcaltitlán, Tejupilco y Sultepec”.
Una vez ubicado en su propio territorio, logró establecer una formidable guerrilla con el apoyo de la masa campesina local. La gente de Pedro Ascencio labraba la tierra con el fusil al hombro, y cuando pasaba por el lugar una partida realista, dejaban los aperos agrícolas y organizados en pelotones les caían encima con impresionante velocidad. En la estructura interna de la guerrilla, hombres y mujeres tenían su propia tarea; unos fabricaban pólvora, otros preparaban los cartuchos, otros más tallaban lanzas o bien funcionaban como correos.
El centro de sus operaciones, y de hecho el cuartel principal de Pedro Ascencio y sus huestes, estaba ubicado en la zona del cerro de La Goleta, de donde salía a incursionar por Taxco, Iguala y otros puntos, causando grandes estragos a los realistas, que en vano inventaron todo género de recursos para hacerle sucumbir. Su valor, su constancia, su inquebrantable fe en la causa que sostenía y la energía suprema que en todos sus actos demostraba le hicieron por aquella época alcanzar la mayor notoriedad.
La importancia –en el orden militar– que tuvieron las guerrillas de este caudillo indígena se debió, entre otras cosas, a que impidió todo intento de las fuerzas realistas por acabar con el ejército insurgente de Vicente Guerrero, apostado en los picachos y barrancas de la Sierra Madre del Sur, desde Ajuchitlán hasta Coronillas. Por otro lado, es indiscutible que la guerrilla de Pedro Ascencio –que aplicó muchos golpes a los realistas– fue una carta fundamental en la consecución de la independencia de México, a pesar de que escritores contemporáneos como el ultraconservador Lucas Alamán, afirmaran en sus textos que las guerrillas de Ascencio sólo eran insignificantes grupos de indios forajidos; esta subestimación a Pedro Ascencio y sus hombres le costó muy caro al gobierno virreinal.
A principios de 1820, con la finalidad de preparar el terreno para la campaña de Iturbide contra Guerrero, el virrey Apodaca mandó al comandante Armijo, reforzado con el batallón de Juan Ráfols, a que eliminara por medio del hambre a los grupos guerrilleros instalados en los terrenos dominados por Pedro Ascencio. Mil hombres se internaron en la sierra destruyendo los plantíos que habían labrado los campesinos de Ascencio y tomaron furiosas represalias contra los poblados sospechosos de apoyar a los insurrectos; sin embargo, el conjunto de las guerrillas encerró a los realistas, y en brava acción lograron infringirles una derrota total, castigando la salvaje acción llevada a cabo por Armijo. Posteriormente, Ráfols, quien se retiró hasta Toluca para solicitar refuerzos, vuelve a atacar a las huestes de Pedro Ascencio, con tropas escogidas de los batallones de Toluca y Querétaro, pero los insurgentes los hacen pedazos otra vez, en Cerromel.
El arrojo y la eficacia de las guerrillas independentistas en la región del sur estuvo a punto de convertir esta zona de la Nueva España en el cementerio del ejército virreinal. Armijo, “comisionado para pacificar esta área rebelde en unas cuantas semanas”, en lugar de anuncios victoriosos sólo continuaba pidiendo reiterativamente refuerzos, hasta que el virrey Apodaca lo destituyó por “inútil”. Entre otras acciones de importancia desarrolladas por Pedro Ascencio, se encuentra el triunfo del 8 de mayo del año mencionado, frente a una sección de tropas recién llegadas de España, comandadas por el teniente coronel Ramón Domínguez. Éste se quedó sorprendido por el valor y la sangre fría del guerrillero; lo impresionó, asimismo, la pericia militar que demostró en la batalla.
Cuando Iturbide salió de México, nombrado Comandante General del Sur a fines de noviembre de 1820, uno de sus propósitos era el de vencer a Pedro Ascencio antes de empezar su campaña contra Guerrero; al llegar sus fuerzas a la zona rondada por Alquisiras y sus hombres, éste, que seguía atentamente los pasos del enemigo, cayó con sus guerrilleros sobre la retaguardia del ejército realista comandado por el capitán José María González, el 28 de diciembre. Sorprendidas por el ataque, las fuerzas realistas sólo pensaron en huir pero no lo lograron, y en el campo de batalla quedaron los cadáveres del capitán González y los 180 soldados que conformaban la retaguardia.
Ello le hizo ver a Iturbide que la empresa era más difícil de lo esperado, e intentó atraerse a Alquisiras por medio de un indulto, mismo que fue rechazado por el guerrillero. Entonces, resolvió enfrentarlo y lo atacó en el cerro de San Vicente, en donde Pedro Ascencio lo derrota y, por poco, lo apresa. Igual descalabro sufrió nuevamente el famoso coronel Ráfols, quien quiso vengar la derrota sufrida por Iturbide pocos días antes.
En una carta enviada por Iturbide al virrey el 11 de enero de 1821, describe con precisión las estrategias guerrilleras de Pedro Ascencio: “No desisto del proyecto de darle un golpe de sorpresa, aunque tengo casi perdidas las esperanzas, porque vive con una precaución suma: muda con frecuencia de posición, muchas veces dos o tres ocasiones en la noche. Se me ha asegurado que pasa lista a diversas horas, y que cuando le falta un solo indio, deja aquel sitio, temiendo que se haya separado para dar aviso, y que en sus marchas sigue un sistema igual, por manera que, si saliendo con dirección a Sultepec le falta algún soldado, sobre la marcha muda de rumbo recelando que el desertor pueda comunicarlo”.
Todas estas derrotas hacen comprender a Iturbide que no podría acabar con la insurrección, y provocaron que ya no atacara más a los insurgentes, se replegara al vallecito de Acatempan y después a Teloloapan, para de ahí entablar negociaciones secretas con Guerrero, con quien habría de iniciar el proceso de liberación definitiva del país.
Las acciones guerrilleras –generalmente exitosas– de Pedro Ascencio, provocaban que fuera descrito por los realistas como el personaje más sombrío y terrible que pueda imaginarse, intentando formarle la imagen de un verdadero Atila indígena entre la población; sus hazañas eran adulteradas con el mayor dolo, pintando al guerrillero como un hombre sanguinario, un violador, un saqueador de templos que ahorcaba a los sacerdotes. Sin embargo, la vida del guerrillero se convirtió en una leyenda popular; el día en que La Gaceta se refería a alguna de sus proezas, o bien se publicaba en este periódico algún parte de los jefes realistas que lo perseguían, se agotaban todos los ejemplares; se hablaba de él en todos los círculos y en todas las clases sociales. El romancesco modo con el que referían las proezas de Pedro Ascencio tenía mucha influencia en la notoriedad que disfrutaba este guerrillero; se sabían perfectamente, en la capital de la Nueva España, los resultados de sus acciones militares y de todas las disposiciones que tomaba, y como es natural, por ellas se deducían sus talentos políticos y militares y la importancia de su permanencia en el sur, a pesar de lo despreciable que lo pintaban los realistas.
Pero estaba escrito que el bravo caudillo indígena había de sucumbir a manos de sus enemigos, antes de ver consumada la independencia de la patria. Tras los espléndidos triunfos obtenidos por Ascencio, la hora del infortunio llegó para él. Al saber que el realista Márquez había salido de Cuernavaca para Acapulco, con las mejores tropas y recursos que en el primer punto existían, quiso aprovechar esta circunstancia para dar un golpe seguro en Tetecala y Cuernavaca; para ello, marchó con 800 hombres sobre la primera ciudad. El criollo José Pérez Palacios era su segundo en el mando.
Al saberse en Tetecala la proximidad de Pedro Ascencio y sus hombres, Dionisio Boneta, comandante realista de esta población, pide auxilio al comandante de Cuernavaca –un individuo llamado Huber– haciéndole saber que sucumbiría si no le prestaban ayuda. El tal Huber al parecer no tenía tropas suficientes ni para defender adecuadamente la plaza de Cuernavaca, y en tan críticas circunstancias recurrió a don Javier del Yermo, dueño de la hacienda de San Gabriel, pidiéndole en nombre del rey que, con los dependientes y mozos de la hacienda debidamente montados y armados, le auxiliasen; así se hizo, y el comandante Huber con toda esa fuerza, la que pudo reunir en Cuernavaca, más los urbanos de Huitzuco y Tepecoacuilco, marchó para Tetecala, a enfrentar a los guerrilleros de Pedro Ascencio.
Alamán cuenta que, entretanto, Pedro Ascencio había llegado al frente de esta plaza el 21 de junio de 1821, exigiendo la rendición de ella; no obstante, sus defensores no aceptan entregarse y se desata el asalto. Tres veces sus tropas penetraron hasta las calles céntricas de la población, y otras tantas fueron rechazadas; llegó la noche, pero el fuego cruzado continuaba tenazmente, hasta que dieron las 10 de la noche, hora en la cual Pedro Ascencio se retiró a las haciendas de Miacatlán y de El Charco, dejando a la vista de Tetecala una partida de observación en el cerro de la Cruz.
Amaneció el día siguiente, y Pedro Ascencio –continúa el relato de Alamán– volvió a emprender con todo ardor el asalto a la plaza; después de un ligero combate que le valió apoderarse a viva fuerza de algunas casas cercanas al zócalo de Tetecala, el jefe guerrillero recibió la noticia de que el comandante Huber y su contingente armado se dirigía en auxilio de los sitiados. Ascencio les sale al encuentro con un pequeño cuerpo de caballería y algunos hombres de a pie, encontrándose en un paraje llamado Milpillas, y se acometieron con tal violencia que nadie tuvo tiempo de hacer uso de las armas de fuego, iniciándose el combate con armas blancas. La lucha –describe Alamán– fue horrible y sangrienta; hombres y caballos caían macheteados y lanceados en medio de la confusión de la bárbara matanza; en un momento de la batalla, Pedro Ascencio se aleja 200 varas, seguido por sus enemigos, quienes lo rodean en número de 13 y lo atacan desesperadamente.
Entre los dependientes de la hacienda de San Gabriel iba un español llamado Francisco Aguirre, quien sigilosamente se acercó a Pedro Ascencio, y lo anduvo siguiendo largo rato, colocándose siempre por la espalda del jefe guerrillero; y en uno de los momentos en que Pedro Ascencio era atacado afanosamente por el frente por varios adversarios, Aguirre tuvo la sangre fría de levantar lentamente su machete, descargándolo sobre su cabeza por la espalda del caudillo indígena, matándolo en el acto, lo que motivó la huida desordenada de sus hombres.
Enseguida, los vencedores le cortaron la cabeza y se la enviaron a Armijo a Cuernavaca, en donde éste y el comandante Huber la mandaron exhibir en un paraje público, con una lacónica inscripción arriba de ella, que decía simplemente: cabeza de Pedro Ascencio. Los restos mortales de Alquisiras se encuentran en “Miaycuamantitlán, Mazatepec”, como lo informa el jefe político de la región en 1823, en un documento que se encuentra en el Archivo Histórico del Estado de México. Es de mencionarse que el nombre de este héroe patrio está inscrito en letras de oro en el Palacio Legislativo, y que en su honor fue constituido en el estado de Guerrero, el 29 de noviembre de 1890, el municipio de Pedro Ascencio Alquisiras, ubicado en la zona norte de nuestra entidad.
No queremos concluir esta breve reseña sin hacer notar que Pedro Ascencio no sólo rechazó el indulto que le ofrecía Iturbide, sino que se oponía a toda negociación con él como representante del realismo; su inalterable posición fue el motivo por el cual le fueron ocultadas en sus inicios las comunicaciones epistolares entre Iturbide y Guerrero, que pretendían en realidad –con el desconocimiento de Vicente Guerrero–, la independencia política de México, pero sin cambios generales en la estructura social del nuevo país.

* Presidente de “Guerrero Cultural Siglo XXI”

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