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Maravilla a la crítica del festival de Cannes la cinta Inside out de Pixar

*Es una película de dibujos animados sobre cómo se abandona la niñez, cómo se convierte uno en adulto y lo que pasa cuando eso ocurre, dice el director Peter Docter

DPA

Cannes

Memoria, identidad y dignidad son los ejes de los dos filmes presentadas ayer a concurso en el Festival de Cannes, pero la película que realmente se ha convertido en la estrella de la jornada es el nuevo trabajo de Pixar Inside out.
La crítica del festival, considerada una de las más estrictas del mundo, se quedó maravillada con esta película de dibujos animados y su original tratamiento de las emociones de una niña de 11 años desde la fantasía y la imaginación.
El autor de notables trabajos de animación como la divertida Monsters, Inc. o la tierna Up sorprende de nuevo con Inside out, cuya trama se centra en las emociones que rigen la cabeza de una niña, Ridley.
Y esas emociones, encarnadas en personajes, son los protagonistas de la cinta: Joy (alegría), Fear (miedo), Anger (ira), Disgust (asco) y Sadness (tristeza).
Cuando Riley se traslada desde su Minnesota natal a una nueva ciudad, San Francisco, se alteran sus emociones y pierde la alegría, ese motor que hace que las cosas siempre acaben funcionando.
Inside out no es una película para niños, pero sí para todos esos menores que están sobre la edad de la protagonista y, como todas las de Pixar, para adultos de todas las edades.
“Es una película sobre cómo se abandona la niñez, cómo se convierte uno en adulto y lo que pasa cuando eso ocurre”, dijo en Cannes el director Peter Docter, a quien se le ocurrió la idea a raíz de ver cómo iba creciendo su hija y la necesidad de entenderla.
“Queríamos hacer una película sobre algo que todo el mundo conoce, pero que no se había visto antes”, resumió John Lasseter (Toy story), director creativo de los estudios de animación Disney y Pixar.
En tanto, en la competición oficial se presentaron la francesa La loi du marché, de Stéphane Brizé y la noruega Louder than bombs, de Joachim Trier.
Un reparto internacional con la francesa Isabelle Huppert y el irlandés Gabriel Byrne a la cabeza se pone a las órdenes de Trier, que concurre por primera vez en el certamen. El drama se centra en la muerte de una exitosa fotógrafa de conflictos que pierde la vida en un accidente de tráfico.
Una exposición cinco años después de su muerte lleva al viudo y a sus dos hijos a recordar y analizar lo ocurrido. Llamativo en la película resulta sobre todo el lenguaje visual, con constantes flashbacks o sueños que con una labor creativa de montaje se mezclan sin dificultad en la trama.
Trier, cuyo abuelo Erik Lochen, también concurrió por la Palma de Oro en Cannes con Jakten (1960), construye una historia en la que no sólo aborda el duelo y la memoria, sino también trata la infidelidad o la dificultad de ser padre en solitario. “El duelo nos llevó a explorar más las cosas que ocurrían en la familia”, dijo.
Para Huppert, ganadora en dos ocasiones del premio a la mejor actriz en Cannes (La pianiste, Violette Nozière) su personaje tiene múltiples características, pues cada miembro de la familia la ve de una forma diferente, según dijo en rueda de prensa.
Su profesión le apasiona, pero la frustración comienza a hacer mella tras años de ver la muerte desde la primera línea del frente. A ello se suma que su trabajo la mantiene fuera de casa y cuando regresa, también se siente fuera de lugar. “Es como si viviese dos vidas”, explica la actriz nacida en París, que de nuevo consigue hacer llegar al espectador su atribulado mundo interior.
Para Byrne, que interpreta al viudo que no consigue comunicarse con su hijo adolescente (Devin Druid), la película explora el complejo camino que queda a la familia tras una tragedia y cómo sobreponerse. También examina “la noción de la memoria y cómo se recuerda” a un ser querido.
Por su parte, Brizé también debutante en la carrera por la Palma de Oro, trae hasta Cannes un drama social sobre un hombre de mediana edad que busca trabajo y las dificultades que afronta.
En momentos en que Francia (y muchos otros países de Europa) viven niveles de desempleo desesperantes, La loi du marché fija su cámara en un operario (Vincent Lindon) en los 50, casado y con un hijo minusválido, que pierde su trabajo y, a pesar de sus intentos de reciclaje, sólo consigue un puesto como vigilante en un supermercado.
Su nuevo empleo le sitúa frente al dilema de tener que denunciar a sus propios compañeros.
Las películas que abordan temas sociales son importantes, señaló Lindon. “Yo creo que las películas que trascienden son las que hablan de la sociedad contemporánea y lo que pasa en esa sociedad”, agregó.
Esas películas retratan al hombre de clase media y tal vez el cine es un arte tan importante porque es lo que la gente recuerda. El cine es un medio poderoso, tal vez no consiga cambiar cosas, pero sí plantear determinadas cuestiones, insistió el actor. “Stéphane insta al público a hacerse preguntas y eso es lo que me gusta de la película”, agregó.
Rodada de forma cercana al documental, con luces naturales y con una cámara que apenas se aparta de Lindon, el director contó con actores no profesionales a excepción de su protagonista. “Quería hacer un filme verídico, que la cámara rodara la realidad y esa era la mejor solución”, explicó el director.
“Me gusta trabajar con no profesionales”, explicó Lindon, quien agregó que él no los llamaría no profesionales sino actores que nunca antes han actuado. “He aprendido mucho de ellos”, agregó el protagonista, que en los años 90 fue más conocido por su relación con Carolina de Mónaco que por su desempeño delante de la cámara.
Tanto Louder than bombs como La loi du marché, la segunda de las cinco producciones francesas a concurso, tuvieron una buena acogida en el certamen francés. Pero nada comparable con la ovación de Inside out, que puso la nota alegre de la jornada.

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