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Humberto Musacchio

Corruptelas y porrismo del PRD

David Razú, candidato a jefe delegacional en Miguel Hidalgo, iba en caballo de hacienda. Las encuestas le daban amplia ventaja y todo parecía sonreírle, pues incluso un candidato tan culto y experimentado como Héctor Vasconcelos estaba muchos puntos abajo. Pero apareció Xóchitl Gálvez y las cosas empezaron a cambiar.
Lo que puede ser el golpe definitivo para sus aspiraciones lo sufrió Razú el 18 de mayo, cuando se descubrió que era dueño o inquilino –se le cita como una y otra cosa– de un amplio departamento de lujo en un edificio de propiedad dudosa, pues de forma irregular, autoridades perredistas le adjudicaron el terreno al líder de la mafia de golpeadores conocida como Los Claudios, que construyó el inmueble sin los permisos correspondientes.
El predio se halla en la colonia Escandón de la ciudad de México, y por eso fue la delegación Miguel Hidalgo la que le otorgó la “manifestación de construcción” en noviembre de 2013, cuando el jefe delegacional era Víctor Hugo Romo, quien hace unas semanas dejó el cargo para competir por un lugar en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Curiosa-mente, el director de Gobierno de la misma delegación era, sí, David Razú.
La entrada en liza de Xóchitl Gálvez y ahora este escándalo mandaron a Razú al segundo lugar en las encuestas y, de confirmarse que es parte de una corruptela, difícilmente podrá ganar las elecciones en un territorio donde tiene contendientes con prestigio.
El caso de Miguel Hidalgo es una pequeña muestra de las formas irregulares con que procede el perredismo. Además de la corrupción, el PRD está en la mira por sus continuos y generalizados actos de violencia. Mauricio Tabe, líder del PAN en el Distrito Federal, ha denunciado más de 15 casos de amenazas y agresiones contra los brigadistas de su partido, por la destrucción de propaganda, el uso faccioso de programas sociales y el empleo ilegal de recursos públicos.
Tabe declaró que las delegaciones en las que el PRD actúa con mayor descaro son Gustavo A. Madero, Miguel Hidalgo, Tlalpan, Magdalena Contreras y Cuajimalpa, donde compite con el grupo de matones del Partido Verde. En Venustiano Carranza, el PAN, Movimiento Ciudadano, Panal y Morena denunciaron al PRD por actos de violencia contra los militantes y simpatizantes de esos partidos y por la amenaza contra los ciudadanos de retirarles becas y apoyos si pierden los perredistas la delegación.
En Cuauhtémoc, los brigadistas de Morena son asediados permanentemente. El PRD tiene como candidato a un ilustre desconocido, pero eso sí, perteneciente a una de las tribus que se benefician del botín delegacional. Ese candidato, pese al descarado reparto de despensas y otros regalos, en las encuestas va atrás de Ricardo Monreal, abanderado de Morena, y ya se sabe que los pleitos entre antiguos compañeros suelen ser feroces. Monreal es, por mucho, el político más experimentado de los que están en la contienda de medio sexenio, y de ganar la principal delegación capitalina se catapultaría necesariamente hacia la jefatura de gobierno del Distrito Federal. De ahí el encono de los amarillos, que pretenden detenerlo a cualquier costo.
Los partidos de oposición se han dirigido repetidamente a Miguel Ángel Mancera, a quien le demandan garantizar equidad en la competencia electoral. Incluso, Martí Batres, dirigente de Morena, lo acusó públicamente de favorecer al perredismo, a lo que Mancera respondió diciendo que los hechos de violencia se deben a la efervescencia política del mo-mento.
Otros críticos señalan que quien está “operando” en la campaña es el secretario del gobierno capitalino, Héctor Serrano Cortés, ex priista de quien se cuentan muchas historias, entre otras que maneja giros negros y, ya en plan de chunga, se dice que posee más propiedades que la sábila. Por supuesto, no es cosa de creer sin más en las consejas, pero por salud pública, corresponde al señor Serrano o a su jefe disipar esa mala imagen que proyecta el segundo personaje en el gobierno de la ciudad. La dirección del PRD, hábilmente, ha hecho las cosas de tal manera, que la violencia de sus bandas criminales se le carga al gobierno capitalino y sus funcionarios. Es momento de poner las cosas en claro.

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