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El teatro es una trinchera para defender a México, dice el ganador del Premio Nacional de Dramaturgia

*El chihuahuense Edeberto Pilo Galindo recibe en Taxco un reconocimiento, un estímulo de 500 mil pesos y los efusivos aplausos del público que dedica a su mujer

Claudio Viveros Hernández

Taxco

El dramaturgo galardonado este año en las Jornadas Alarconianas, Edeberto Pilo Galindo, se soltó sincero, desbordado de emoción al recibir en Taxco el Premio Nacional de Dramaturgia que consta de un reconocimiento, un estímulo de 500 mil pesos y los efusivos aplausos del público en medio de sus palabras contundentes que cimbraron el escenario del festival cultural que arrancó la noche del viernes.
“Nunca he dado concesiones y me he negado a que los creadores sean bufones de la corte. Somos la puntilla de la conciencia encajándose en el costado, señalamos las cosas que no nos gustan, señalamos las cosas que no están bien para que podamos corregirlas, porque el teatro para mí, para todos nosotros los teatreros, es una trinchera donde disparamos con palabras, con letras, las balas, y los hemos hecho de una manera consciente”, expresó.
Desde Ciudad Juárez a Taxco, se abrió frente a los espectadores sobre la pregunta que le hicieron de que si en aquella ciudad fronteriza hacen el teatro con miedo y él contestó: “No, el teatro no se hace con miedo, sino con determinación”.
Recordó a su coterráneo Víctor Hugo Rascón Banda, quien le dijo alguna vez “salte de Juárez, estás muy aislado allá, del otro lado del mundo” y el volvió a responder: pero Juárez es mi casa, y la quiero”.
Hilvanando las palabras con maestría, Galindo, dijo aquí frente al público y autoridades que podría hablarles de los feminicidios, de la guerra atroz de Juárez, de esa disputa por la plaza de los diferentes carteles, podría hablarles de los indocumentados, de la segregación, de la intolerancia, de la nueva tragedia que se bate sobre Ciudad Juárez y es la peor de todas, que es la indiferencia, la apatía, que es la peor desgracia.
“Nos acostumbramos a lo insólito y extraviamos todos los asombros, ya no nos sorprende nada. Podrían hablarles de todo eso, pero estoy muy feliz para hacer eso”, y otra vez la ovación de la gente a la que le movió las fibras más sensibles.
Volvió a sus recuerdos de cuando escribió muchas de sus obras de teatro en su vieja máquina Eugenia, y muchas veces con una vela arriba de la máquina “porque no teníamos luz y padecíamos todas las hambres de todos los años; fue muy doloroso y triste, pero teníamos que hacerlo”.
Fue entonces que expresó que detrás del dramaturgo, de él, está su mujer, a quien le dedicó el premio por acompañarlo en todo su trabajo y a quien exaltó “gracias, Silvia, por haberme soportado todas las hambres, todas las miserias y todas las penurias”, de la mujer que dijo “ha sido la crítica más feroz y despiadada que ha tenido” y le refrendó una amorosa gratitud.
“Mentiría si no les dijera que estoy sumamente feliz, muy contento y para mí es un reconocimiento al trabajo de toda mi vida (…) espero que el teatro sea ese cauce, esa trinchera, donde podamos defender a este país. Vaya el teatro por México y para México”, finalizó casi al punto de humedecérsele los ojos y las palmas sonoras de la gente, igualmente emocionada.

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