Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Alcaldes de Acapulco (XIII)

Fuego sobre Acapulco

Copado en el castillo de San Diego por las fuerzas insurgentes del padre Morelos, el alcalde de Acapulco y gobernador de la fortaleza, Antonio Carreño, demanda auxilio urgente al virrey de la Nueva España, José Venegas. Lo hace en angustiosa comunicación epistolar:
“Los enemigos permanecen en crecido número en el cerro de La Mira, en la cuesta del camino a Coyuca (Pie de la Cuesta) y, según parte que se me dio anoche, bastantes hombres han cruzado hasta la Quebrada para adentrarse al cerro de Tambuco y sus playas”.
“Con estas nuevas posiciones que han tomado nos tienen encerrados en esta fortaleza. Son muchas las familias que han llegado huyendo de estos brutales enemigos, abandonando todo lo poco que poseían. Me hallo, por ello, en la dura precisión de auxiliarlos con víveres de nuestro almacén, tan limitados que apenas nos pueden alcanzar para diez días. No nos queda siquiera el recurso de la pesca por dominar la artillería enemiga todas las playas.
“Posdata: Estando ya cerrado este pliego se me dio aviso que los enemigos estaban incendiando la ciudad y habiendo subido a los baluartes he visto arder todo el arrabal del Campo Santo y las inmediaciones del Hospital Real, con lo que parece que este infame cura de Carácuaro va a cumplir lo que dijo hace un mes a los feligreses: ‘Que si no tomaba el castillo saquearía la ciudad y la había de abrasar todo un día antes de retirarse’. Todavía conservo alguna esperanza de que se salve alguna parte de Acapulco. Dios guarde a vuestra excelencia por muchos años. Excelentísimo señor Antonio Carreño” (rúbrica).

Morelos, encabronado

El alcalde Carreño no mentía. Morelos estaba obsesionado con la fortaleza como objetivo militar, de ahí su ira demencial cuando no haya logrado en medio año hacerse de ella y proclamar finalmente la toma de Acapulco. El popular Jefe Chemita no podrá negar su frustración y feroz encabronamiento en un decreto mediante el cual le quita al puerto toda categoría política. Su severa condena está contenida en el artículo seis del decreto arriba citado:
“Que los habitantes del puerto por su rebeldía y pertinacia de seis meses que sin cesar nos han hecho la guerra, salgan a poblar otros lugares con pérdida de sus bienes y la población del puerto nombrada Ciudad de Reyes pierda por ahora ese nombre y en lo sucesivo se nombrará La congregación de los fieles, porque sólo la habitarán personas de nuestra satisfacción. Y si los rebeldes que han quedado en ella, a más de vicios y corrupción en costumbres se encontraren sin religión católica, se meterá arado a dicha población sobre la purificación de fuego que a las casas de los culpables hemos hecho… Dado en la ciudad de nuestra Señora de Guadalupe (como él mismo ha bautizado a Tecpan, la tierra de los Galeana) el día 10 de septiembre de 1811. José María Morelos y Pavón (rúbrica).
La capitulación de la fortaleza se dará finalmente el 19 de agosto de 1813. Morelos da entonces una lección de honor y generosidad que nunca tuvieron ni tendrán los realistas. Permite la salida de los soldados desarmados con sus equipajes y a los civiles europeos les otorga pasaportes para dirigirse a los lugares que desearan. Menos a los criollos. Al día siguiente, Pedro Antonio Vélez entrega las llaves de la fortaleza al mariscal Hermenegildo Galeana, además de materiales de guerra y otros. Cañones, parque, sables, machetes, lanzas, banderas y pólvora así como un botín de abarrotes y lencería.
El 21 llega el padre Morelos para recibir el bastón de mando de manos del propio Vélez, quien ofrece una comida a los vencedores. Viendo Morelos el semblante sombrío de los españoles –vencidos, humillados–, intentará levantarles el ánimo con un brindis: “Viva España… viva España hermana, no dominadora de América”.

Guadalupano, el primero

Pese a que Morelos ha rebautizado a Tecpan (hoy de Galeana) como “Ciudad de Nuestra Señora de Guadalupe”, entre muchas otras manifestaciones devocionales por la virgen del Tepeyac, las beatas de Acapulco lanzan una perversa invectiva en torno a un supuesto antiguadalupanismo del cura de Carácuaro. La insidia no cuaja por un desmentido de la propia gente de Carreño y entre ellos el capitán Juan Antonio Fuentes. Éste lo hace a través del relato de una experiencia propia. Cuando frente a una tropa desconocida grita el clásico ¿quién vive?, obtiene como respuesta ¡La Virgen de Guadalupe! “Entonces –remata–me retiré para la línea y mandé inmediatamente abrir fuego contra los insurgentes”.
Pero la devoción guadalupana de Morelos tiene su máxima expresión en un bando donde manifiesta su sentir por la Patria y la Patrona de México. Y cómo podía ser diferente si su querido maestro y jefe don Miguel Hidalgo la había enarbolado como estandarte de los ejércitos insurgentes, bajo el cual había tomado la causa como suya. Dice:
“Por los singulares, especiales e innumerables favores que debemos a Santa María Santí-sima en su milagrosa imagen de Guadalupe, patrona, defensora y distinguida emperatriz de este reino, estamos obligados a tributarle todo culto y adoración, manifestando nuestro reconocimiento, nuestra devoción y confianza; y siendo su protección en la actual guerra tan visible que nadie puede disputarla a nuestra nación, debe ser visiblemente honrada y reconocida por todo americano. Emperadora de Mé-xico, esto es, muy por encima del rey de España”.

Los jesuitas

Tal devoción se debe en mucho a la difusión y consolidación de los jesuitas mexicanos, tanto que se convertirá en el hecho fundacional más importante de la nueva nación. El nombre de Guadalupe se hará familiar en todas clases sociales. “Los Guadalupes” se llamó una organización secreta que apoyó la guerra de Independencia. El primer presidente de México, José Manuel Ramón Adaucto Félix y Fernández adoptará el nombre oficial de Guadalupe Victoria, sin que nunca nadie jamás le llame por el de pila. El propio Agustín de Iturbide creará la “Orden de Guadalupe” y mucho después la primera imagen divulgada en México de Maximiliano y Carlota será arrodillados ante la virgen del Tepeyac. Y, bueno, siglos de Lupitas.

Mexicana vs gachupina

Sucedió entonces que un amplio sector religioso planteó la contienda entre dos entidades divinas, las vírgenes del Tepeyac, La Mexicana y la de Los Remedios, bautizada como La Gachupina. “Patriotas Maria-nas” era un grupo de mujeres católicas de la metrópoli encargadas de mantener viva aquella confrontación celestial. Entre sus obligaciones estaba coser la imagen mariana en los estandartes y uniformes realistas. Además de mantener flores frescas en los altares castrenses dedicados a tal advocación mariana.
La virgen de Los Remedios, según aquellas mujeres y más tarde la tradición, había protegido a los españoles en su huida de Tenochtitlán hacia Otumba, la llamada Noche Triste por el llorón don Hernando. Su acción será tan efectiva que, echando tierra a los ojos de los indios, evitará el aniquilamiento de sus hijos hispanos. Será precisamente en aquel escenario donde un soldado de Cortés esconda la sacra imagen, traída consigo desde España, entre las pencas de un maguey. Un lugareño la encuentra más tarde y la lleva a su pueblo San Juan Totoltepec donde pronto se le erigirá una ermita en el cerrito casi tocayo del puerto: Otomcapulco.

Virgen fusilada

El virrey Francisco Xavier Venegas (1810-1813), a quien el cabildo de la Basílica de Guadalupe le hace devolver el ayate de San Diego que descaradamente se había robado, ordena traer la imagen de la virgen de Los Remedios de su santuario de Naucalpan. Le otorga el grado de generala del ejército del rey de España y la viste como tal ordenando que su estandarte encabece las huestes leales a la corona. La declara protectora de la ciudad de México y manda fusilar un estandarte de la virgen de Guadalupe. Aún más, por órdenes superiores y también porque les nacía, los soldados realistas destruían las imágenes religiosas, especialmente de la guadalupana, después de capturar un pueblo.

Remedios efectivos

A?la Virgen de Los Remedios se le exigirán prontos y efectivos para toda clase de males. Tabardillo, “virgüela”, vómito prieto, sarampión, fiebre amarilla, catarro pestilencial, fiebre petequial o tifo y mil más. Este último, por cierto, disminuirá a la mitad el fiero Batallón de Castilla, asumiéndose falsamente un cambio de bando por parte de la María hispana. Su pequeña imagen era transportada de Naucalpan a la catedral de México cuando las lluvias se atrasaban. En cambio, cuando éstas se prolongaban provocando grandes inundaciones, se iba por la del Tepeyac para que hiciera volver las aguas a sus cauces. Surgían entonces voces, casi siempre femeniles, proclamando la superioridad de una u otra advocación de María.
La imagen de Naucalpan es considerada la pieza más antigua del continente americano, con fiesta e1 primero de septiembre. Es patrona de por los menos 15 ciudades de España y América Latina y entre estas la mexicana aludida.

La Soledad, generala

El alcalde Pedro Antonio Vélez no sentía lo duro sino lo tupido defendiendo un indefendible fuerte de San Diego. Decide entonces, como último recurso, dejar su suerte en manos del Supremo, tal como lo hizo el virrey Venegas al nombrar generala a la virgen de los Remedios. Hace lo mismo con N.S. de La Soledad, cuya imagen era resguardada precisamente en la fortaleza dado el deterioro de su parroquia. Una crónica de la época sobre el acontecimiento:
“El 8 de diciembre de 1812 las autoridades religiosas, civiles y militares, en fraternal consorcio, proclamaron a Nuestra Señora de la Soledad, Patrona y Generala de las tropas acuarteladas en el Castillo. El comandante de ellas Pedro Antonio Vélez, ciñó la venerable imagen con una banda de Generala y, en señal de vasallaje, puso en sus manos un bastón de mando”. (Ambos elementos son conservados por la imagen sacra en su catedral de Acapulco).
“El pueblo que presenció la escena aplaudió emocionado aquel gesto caballeresco y filial, mientras se disparaban salvas de artillería como manifestación de júbilo. La marcha de honor atronó los aires interpretada por la banda militar.
“Terminado el acto se organizó una procesión por las calles del puerto para volver al punto inicial donde, nuevamente, los cañones dejaron escuchar su ronca voz en honor de la virgencita. Luego será escoltada a su santuario por una guardia especial que le rindió pleitesía de acuerdo con la ordenanza militar”.
–¡Ora sí que nos echen a La Gachupina, jijos del máiz! –fue el grito pelado de un borrachín colado a la ceremonia, festejado no obstante por algún sector de la concurrencia.

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