Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

En Tixtla, bajo un cerco policiaco, paquetería electoral se volvió fogatas

Rosendo Betancourt Radilla

Cae una lluvia insistente y sobre los cerros de Tixtla dormita la neblina. Son las 4:30 de la mañana del domingo 7 de junio, y decenas de policías vigilan con fogatas sobre la carretera a quien pasa y quien sale de la ciudad rumbo a Chilpancingo, porque un movimiento ciudadano busca boicotear las elecciones.
Al observar la carretera se prevé que el proceso electoral no será tranquilo, y la premonición se cumple, el fuego, las consignas, los golpes a palos y tubos marcaron la jornada. En Tixtla no hubo elecciones.
Hay que buscar refugio de la lluvia, porque sin saberlo, la jornada que viene será agotadora para que no se instalen las casillas electorales.
Los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, encabezan al menos cinco brigadas de maestros, policías comunitarios, vecinos de la ciudad y jóvenes de distintas colonias que rastrean casillas y cuando se hacen de ellas las incendian.
Las pintas en las paredes y árboles de la ciudad dan cuenta de la inconformidad tras el crimen de Iguala que además dejó a seis asesinados por policías de Iguala y Cocula y sicarios del grupo criminal Guerreros Unidos. “No votes, organízate y lucha”, pide el movimiento para que sean presentados por las autoridades los estudiantes desaparecidos.
La ciudad amanece a las 6:50 con una lluvia tenue, patrullan hombres encapuchados con armas de alto poder y escopetas, encapuchados y uniformados. En sus ropas se lee: Policía Comunitaria.
Los locales están cerrados, las calles vacías, sólo un par de personas caminan por la vía principal, mientras recogen basura. “Es domingo y está lloviendo, además es muy temprano para que esté abierto”, comenta uno de los barrenderos.
Un café en el centro de la ciudad mitiga el frío y un pan al hambre cuando una brigada de 40 o 50 personas sale del Ayuntamiento, la mayoría embozadas, algunas con tubos en las manos.
A las 8:05 se llevan una casilla que estaba por instalarse a dos cuadras del centro de la ciudad, y ante los reclamos de los funcionarios de casilla un hombre grita, “no sean traidores, tenemos hijos desaparecidos”, entonces se sabe son activistas que demandan la presentación con vida de los 43 estudiantes.
Arde la casilla en la plaza central, una mujer bajita posa con una cartulina que demanda más vida y menos elecciones, el resto de las personas llama a recorrer las calles en busca de más papelería electoral. El boicot a las elecciones está en marcha.
El contingente camina al barrio del Santuario, cae otra casilla y es incendiada junto al kiosco ante la mirada de transeúntes y funcionarios de casilla.
“Ni el PRI, ni el PAN, tampoco el PRD, queremos con vida a los 43”, gritan al unísono los integrantes de esta brigada, porque de este municipio son 14 de los 43 normalistas de Ayotzinapa
El recorrido continúa, un niño le dice a un hombre encapuchado, “maestro, dice mi mamá que hay una casilla en la bodega de allá adelante, “nos vemos en la escuela”, le contesta.
Los activistas corren, antes de que lleguen a la bodega las puertas se cierran, llegan policías comunitarios pero consideran que no es prudente irrumpir en el edificio y la caminata sigue.
En la cancha del barrio de Santa Cecilia está una casilla, pero hay que llegar rápido porque pueden retirarla, informan quedito uno a otro los manifestantes.
Corren una, dos, tres, cuatro cuadras. Los jóvenes encabezan mientras una mujer bajita de estatura (de un metro 45) intenta seguirles el paso pero no lo consigue.
La vanguardia llega a la cancha y es recibida con abucheos y el grito constante de “fuera”, de las voces de unas 30 personas, hombres y mujeres. Los jóvenes detienen el paso.
La mujer bajita no para la carrera, no se intimida por los gritos, fija su objetivo y se lanza sobre la mesa en donde está la papelería electoral, cae al suelo abrazada a miles de papeles, cierra los ojos, se aferra, le gritan, recibe una patada.
En defensa de la mujer que se hizo de la papelería, decenas de jóvenes gritan y se jalonean con funcionarios de casilla y perredistas que vigilaban el lugar, cuando golpean a la mujer bajita, el agresor recibe un tubazo en la cabeza y brota la sangre. La gente se dispersa y los documentos pasan a manos de los manifestantes, que hacen otra fogata con los papeles multicolores, y se retiran.
De regreso al Zócalo de la ciudad las llamas siguen, se han quemado al menos otras seis casillas en ese lugar, las llamas son más altas que al principio y el humo parece llegar al cielo y fundirse con las nubes que desprenden finísimas gotas de lluvia.
Son las 9:00 de la mañana, y la estatua del prócer Ignacio Manuel Altamirano parece que observa el fuego, vigila al pueblo junto a la frase del héroe de la patria Vicente Guerrero Saldaña, “tu voz es padre para mí sagrada, más la voz de mi patria es primero”.
Al mismo tiempo un grupo de activistas políticos, identificados con el PRI, rodean una casilla que se instaló, se apedrean contra los que boicotean y los corren tras descalabrar a un joven. Incendian llantas en la carretera a Chilpancingo y atraviesan una camioneta.
A las 9:25 decenas de votantes aplauden, estalla la algarabía porque se depositó el primer voto en esa urna instalada a fuerza, la única hasta el momento. Corre un viento ligero, fresco, agradable, pero lo acompaña el estruendo de las hélices de un helicóptero de la Policía Federal que vuela bajo, y la jornada apenas empieza.

468 ad