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Sorprende Bob Dylan con su disco Shadows in the night en el que interpreta clásicos de Sinatra

Agencia Proceso

Ciudad de México

Cuando se dio a conocer la noticia sobre el más reciente trabajo de Bob Dylan, un disco con versiones de temas clásicos estadunidenses popularizados por Frank Sinatra, algunos pensaron que el vagabundo misterioso jugaba otra de sus bromas irónicas.
A lo largo de su carrera, los pasos de Dylan han buscado el terreno menos sospechado, lo que muchos han traducido como cierta arrogancia.
Nunca partidario de ser encasillado, definido ni descifrado, pocas veces baja la guardia y, en cambio, busca mantenerse a la vanguardia: Shadows in the night (Sombras en la noche), producido por él y grabado a la vieja usanza en los estudios Capitol de Los Ángeles –ahí donde Sinatra registró sus más grandes temas– es una de esas pocas ocasiones y el resultado es a la vez relevante y desgarrador.
Junto a su banda compuesta por dos guitarras, una guitarra pedal steel, bajo y percusiones –con algunos toques atmosféricos de metales–, Dylan reinterpreta clásicos que han sido grabados infinidad de veces por artistas como Johnny Cash, Sting, Lady Gaga, Rod Stewart, Gloria Estefan y Paul McCartney, entre muchos otros.
En la única entrevista que ha concedido para promocionar el nuevo material, publicada por la revista estadunidense AARP, orientada al público mayor de 50 años, Dylan cita el álbum Stardust (1978), de Willie Nelson, como una fuente de inspiración para Shadows in the night.
A cargo de la misma banda que lo acompaña en directo, la instrumentación aporta un sonido sencillo y etéreo que matiza los temas con una nostalgia onírica. Las ejecuciones de Donny Herronen en la guitarra pedal steel tejen un tapiz elegante y sutil: innovadores arreglos para estos temas de los cuales Dylan asegura que “Sinatra estaría orgulloso”.
Baladas como Some enchanted evening (Alguna encantadora noche) y That lucky old sun (Aquel afortunado viejo sol) podrían musicalizar sin problemas una película romántica de los 40 o un clásico animado de Disney.
Irónicamente, las canciones de Dylan siempre han estado rodeadas de una neblina de misterio; lo vago y surrealista de sus imágenes lo convirtieron en un artista poco menos que inaccesible para el público masivo.
Hoy en día poca gente conoce la discografía de Dylan más allá de Like a rolling stone (Como una piedra rodante) o Blowin’ in the wind (La respuesta está en el viento), aun cuando él es una de las figuras más emblemáticas y prolíficas de la música del siglo XX; a tal punto que en 2008 recibió un reconocimiento especial del jurado del Premio Pulitzer, por su “profundo impacto en la música popular y cultura americana, marcado por sus composiciones líricas de extraordinario poder poético”.
A través de los temas de Shadows in the night, pertenecientes al llamado Gran Cancionero Estadunidense, un artista esquivo como Dylan parece desnudar su alma vieja y arañada.
No es la primera vez que se ocupa de las canciones de otros –su primer álbum homónimo, de 1962, estaba compuesto casi totalmente de estándares–; también ha dedicado otros álbumes a grabaciones de temas clásicos de folk. Pero es particularmente en Shadows in the night donde trae a colación –si no en el estilo de las canciones, sí en la vibra y la crudeza de sus interpretaciones– uno de sus discos más aclamados: Blood on the tracks.
Lanzado en 1975, justo cuando se hallaba inmerso en una turbulenta crisis matrimonial, Blood on the tracks es una especie de confesionario en el cual Dylan desentraña la historia de su relación. Pero mientras ese disco armaba su narrativa mediante afirmaciones elusivas y referencias crípticas, en Shadows in the night el intérprete está indefenso ante el oyente: parece haberse quitado varias capas de misterio para revelar a un hombre de 73 años cansado y golpeado por el amor, pero igualmente inspirado. Un hombre perdido entre las sombras de su pasado…

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