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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

* Morena, la gran noticia del 7 de junio

Depositar en las urnas un voto por Morena, aunque las otras boletas fueran anuladas en señal de protesta, parece haber sido el sensato razonamiento de muchos electores en el país el domingo pasado. Los abstencionistas o anulistas, al menos los de izquierda, le habrían dado alguna utilidad a su gesto si al menos hubiesen reservado ese voto.
Beneficia a Morena una nueva conciencia que se abre paso en el electorado, que repudia la corrupción y la inmoralidad tanto de la izquierda representada por el PRD como la del PRI y la del PAN. Gracias a ello Morena es el partido que alcanzó los resultados más espectaculares de esta elección.
De acuerdo con los datos más recientes dados a conocer ayer por el Instituto Nacional Electoral (y con la reserva del caso por la falla reportada a medio día en el sistema), Morena obtuvo 3 millones 189 mil 720 votos, el 8.37 por ciento de los sufragios emitidos para la elección de diputados federales. Parecen poquitos frente a los 11 millones 114 mil votos del PRI (29.24 % de la votación total), o los 9 millones 984 mil del PAN (21.01 %), pero no tanto si se comparan con los 4 millones 85 mil del PRD (10.74 %), cuya caída sitúa a este partido en el umbral de la irrelevancia política. Y menos podrían ser considerados pocos si se toma en cuenta que la del 7 de junio fue la primera participación del partido de Andrés Manuel López Obrador en unos comicios.
Esos resultados colocan a Morena en el cuarto lugar del espectro partidista nacional pero indiscutiblemente en el primero entre las fuerzas de izquierda dado el hundimiento y descrédito que sufrió el PRD, partido que de haber conseguido 101 diputados federales en las elecciones del 2012, ahora tendrá unos 60. Los 40 legisladores federales que tendrá Morena le conceden un punto de partida formidable y una gran capacidad de debate frente al poderío del PRI y del PAN, que repetirán su predominio en la Cámara de Diputados con cerca de 250 y 110 curules, respectivamente.
Pero es la cosecha que Morena levantó en la capital del país la que resulta espectacular por su cuantía e impacto político, pues ahí arrebató al PRD la mayoría que este partido mantenía en la Asamblea Legislativa. Morena ganó 18 de las 40 diputaciones locales, y la coalición PRD-PT 14. A pesar de que todavía no se realiza el reparto de las diputaciones plurinominales, es evidente y aparatoso el desplome perredista, pues en la actualidad tiene el control de la ALDF con 34 diputados. A ello deben sumarse las cinco delegaciones que Morena le quitó al PRD en el DF, entre ellas la Cuauhtémoc, clasificada como la quinta economía regional del país y la de mayor importancia estratégica. El PRD ganó solamente en seis.
Era previsible el saldo favorable a Morena en la ciudad de México, pero se ignoraba la magnitud que tendría. El 2 de junio, y con motivo de las encuestas que advertían una ventaja de Morena sobre el PRD en el Distrito Federal, el ex dirigente nacional perredista Jesús Zambrano reconoció el crecimiento de la nueva formación política, pero con una arrogancia excedida descartó la posibilidad de que alcanzara a su partido: “Las encuestas que tenemos para orientar y definir nuestras estrategias en el DF nos dicen otra cosa. No nos hablan de empate alguno. Nos hablan, sí, de un crecimiento significativo de Morena, pero no va a ganar Morena ni uno solo de los distritos y ni una sola de las delegaciones que están en juego. Sí va a tener plurinominales, de lo que tanto se quejan, sí van a tener representación en la Asamblea”. Cuando le preguntaron si había riesgo de que el PRD perdiera la mayoría y el control de la ALDF, dijo que “no, absolutamente no. No vamos a perder la mayoría en la Asamblea”. (El Sur, 3 de junio de 2015).
En Guerrero, donde habría sido natural que Morena experimentara un crecimiento electoral notable por la enorme popularidad de López Obrador en el estado, eso no sucedió. Su candidato a gobernador quedó en quinto lugar y consiguió apenas poco más de 30 mil votos, por abajo incluso del aspirante del PAN, que obtuvo 58 mil, y a punto estuvo de alcanzarlo la candidata del Panal, que consiguió 19 mil sufragios. Este saldo magro tiene quizás su explicación en el veneno que dejó Lázaro Mazón Alonso en Morena por su amistad con el siniestro ex alcalde perredista de Iguala, José Luis Abarca, circunstancia que lo derribó de la candidatura al gobierno, pero no hay duda de que también fue consecuencia de una campaña mal ejecutada y la falta de audacia y mensaje.
El capital electoral obtenido por Morena en estas elecciones lo dejaron casi como la tercera fuerza política del país, la posición que solía ocupar el PRD, y a López Obrador como el primer aspirante presidencial emplazado en el punto de arranque. Es indiscutible que el electorado que solía votar por el PRD comenzó su desplazamiento hacia Morena, y que ese cambio se explica por la corrupción que caracteriza a las dirigencias perredistas encabezadas por Los Chuchos, por las complicidades desarrolladas por gobernantes de ese partido con el crimen organizado, y por el caso Ayotzinapa con el que está históricamente ligado. Todo eso el PRD no quiso entenderlo ni asumirlo con responsabilidad, pero en cambio la sociedad sí lo comprendió.

Que no va a perseguir

“No llego a perseguir, sino a gobernar”, dijo después de su triunfo el virtual gobernador electo del estado, Héctor Astudillo Flores. Esa expresión es convencional y políticamente correcta, y sirve para cualquier cosa que haga el candidato priísta una vez que asuma el poder. Sin embargo, conviene recordar que esa postura ha sido empleada por otros gobernadores como una coartada para no aplicar la ley y continuar así la larga tradición de impunidad que es la marca del poder en Guerrero.
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