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Carlos Pérez Aguirre

Proceso electoral y fraude

Más del 60 por ciento de los ciudadanos guerrerenses registrados en el padrón, según información publicada por el órgano electoral, emitió su voto. Esa cifra nunca antes se había registrado en la entidad, ni siquiera en contiendas sumamente competidas.
En una primera instancia, y sin mayor análisis podríamos felicitar al órgano que administra los comicios, e incluso y primordialmente a la ciudadanía, pero si realizamos un mayor análisis nos encontraremos con ciertos condiciones que nos hacen dudar y nos dan elementos para deducir que la cifra del 60 por ciento podría resultar producto de un fraude.
De inicio, este dato resulta atípico en una elección intermedia, puesto que éstas generan menor expectativa de participación que una para presidente de la República. Pero potenciado a lo anterior existieron elementos específicos que desalentaron el ánimo de la población por participar en la llamada “fiesta cívica”; los diversos sucesos y lamentable papel que jugaron los partidos políticos –los que incluso sufrieron en instalaciones y equipos agresiones de sectores altamente indignados–, todos nos enteramos por diversas formas y medios de que existía una elevada posibilidad de abstención, las causas fueron muchas, como los llamamientos de varias organizaciones y personalidades a no votar, la falta de propuestas de los partidos, candidatos conocidos con gran desprestigio y, por tanto, muy desgastados o, en contraparte, totalmente desconocidos, lo que evidenciaba que no atraerían el voto ciudadano, y sobre todo por la desilusión que en general existe entre la población respecto a la actuación de los principales partidos políticos.
Nos enteramos a través de los medios y por denuncias ciudadanas de que las añejas prácticas de “motivación” para votar estaban muy vigentes, el acarreo de votantes, la operación tamal, los carruseles, el embarazo de urnas, el reparto de dádivas y programas sociales, entrega de televisores, promesas de becas, pensiones a madres solteras, a adultos mayores y mil tretas más, hasta la cínica compra del voto –de toda esta larga lista de tretas dan cuenta diversas publicaciones e información periodística–.
Brillaron a nivel nacional las violaciones sistemáticas y reiteradas del Partido Verde (que de verde no tiene absolutamente nada), que le valieron millonarias multas e incluso la posibilidad de perder el registro, pero a ese partido finalmente le valió la ley, infringiendo otro severo golpe al proceso de transición a la democracia en el país, y sobre todo en Guerrero, porque muchos de esos votos son producto de un procedimiento fraudulento. Luego entonces, se explica la enorme votación que se obtuvo en la entidad guerrerense. Pero todo indica que esta votación no se generó de un proceso de participación democrática de la ciudadanía, sino de un ejercicio de fraude sistemático que algunos partidos forzaron, violando las leyes de la entidad.
El proceso electoral está, por tanto, lleno de vergüenza y si se espera que la ciudadanía legitime y colabore con las nuevas autoridades, que se pretenden imponer como producto de ese engendro, están muy equivocados, y será mucho muy difícil que logren gobernabilidad.
Deberá el órgano electoral revisar bien las muchas anomalías que sucedieron en ese evento; deberán limpiarse, pues un gobierno erigido sobre un lodazal tenderá a resbalar y caerse, y llenará de lodo a todos aquéllos que estén a su alrededor.

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