Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

Canal Privado

*Lo bueno y lo malo de la elección

Lo bueno de la jornada electoral del 7 de junio fue que los guerrerenses se encargaron de evidenciar las ínfulas proféticas de quienes, como su seguro escribidor, pronosticaron escenarios y resultados luego de sesudos análisis y rigurosos estudios.
Lo bueno fue que la tan advertida violencia fue excepción focalizada y no regla generalizada; que las amenazas de boicot apenas se cumplieron parcialmente en Tixtla; y que el predicho crecimiento del abstencionismo fue el más bajo de la jornada nacional, y menor al de todas las elecciones estatales anteriores, desde el inicio de la transición democrática.
Lo bueno fue que los guerrerenses confirmaron su profunda convicción democrática, renovaron su esperanza en un cambio por la vía electoral, y rechazaron el de la violencia, a pesar de ser tan justo el malestar, legítima la indignación, repetidos los desencantos, recientes las frustraciones, graves los problemas, ofensiva la impunidad, y extrema la pobreza.
Bueno, porque la mezquindad descalificadora de los oficios pacificadores y el colérico rechazo a la tolerancia extrema del gobernador Rogelio Ortega no encontraron, en la jornada electoral, las pruebas que buscaban para sustentar sus argumentos y confirmar sus augurios.
Bueno, porque el candidato electo gobernador superó a su más cercano perseguidor por 85 mil votos; aunque obtuvo menos que la suma de sus adversarios, la distancia parece clara y suficiente para disipar dudas sobre su triunfo, y casi el doble de la pronosticada por casi todos los encuestadores de oficio y profetas sin beneficio.
Lo bueno fue que cuando el cómputo del Programa de Resultados Electorales Preliminares llegó al 80 por ciento, marcando tendencias irreversibles que favorecían al candidato priista, el gobernador Ortega, en un video grabado, lo felicitó públicamente.
Lo malo fue que el PRD criticó al gobernador porque, dijeron unos, “se puso al servicio de los intereses del PRI”, como si la democracia mexicana dependiera de la derrota tricolor y el triunfo de la izquierda, y porque, dijeron otros, en el video “le llamó gobernador electo” a Astudillo, antes de que recibiera su constancia de mayoría, a pesar de que en el mencionado video nunca le llamó así.
Lo bueno fue que en Chilpancingo y Acapulco, la competencia entre los candidatos del PRI y el PRD a la alcaldía fue muy pareja y la diferencia entre ganadores y derrotados fue mínima.
Lo malo, es que los candidatos y sus partidos demostraron nuevamente que sus convicciones democráticas y su respeto a la voluntad ciudadana no aplican ni se sostiene cuando pierden, porque la discrecionalidad convenenciera de su lógica interpretativa francamente parece más parodia que política.
Pero juzguen ustedes, juiciosos lectores, si miento o exagero: en Chilpancingo, el candidato del PRI ganó por estrechísimo margen al candidato del PRD; obvio, éste desconoció el resultado (aunque al final decidió no impugnarlo). En Acapulco, el candidato del PRD ganó por estrechísimo margen al candidato del PRI; obvio, éste lo desconoció y decidió impugnarlo.
Imaginemos qué hubieran dicho los derrotados, si el resultado les hubiera favorecido. Estoy seguro, tan seguros están ustedes como yo, de que habrían reconocido felices el resultado, declarado maravillas de la imparcialidad del proceso, y minimizado las irregularidades.
Lo bueno fue que, en su primera declaración pública tras recibir su constancia de mayoría, el candidato de la coalición PRI-PVEM, Héctor Astudillo Flores adelantó que lo que viene para Guerrero es “un proceso profundo de reconciliación”, adelantó que en su gobierno no habrá mano dura para las organizaciones sociales, y convocó a la unidad de los guerrerenses.
Lo malo fue que la ex candidata del PRD a la gubernatura, Beatriz Mojica Morga, al día siguiente de la elección desconoció los resultados del PREP, y lo peor fue que aseguró que en el desarrollo del proceso electoral existió “la irrupción” del crimen organizado “a favor” del candidato del PRI, sin ofrecer más prueba o evidencia que su palabra.
Malo, porque al desconocer los resultados, con todo lo que el proceso implicará, Mojica estará más interesada y concentrada en impugnaciones que en reconciliaciones; peor, porque con semejantes acusaciones, Mojica parece más comprometida con divisiones que con unidad.
Grave, porque el PRD demuestra un lamentable desprecio al castigo contundente de los electores, y una cínica falta de autocrítica. Bueno, muy bueno sería que el perredismo estatal mostrara disposición, integridad y valentía política para aceptar el descalabro y comenzar a redimirse ante la sociedad, aceptando no sólo los resultados, sino también la convocatoria de Héctor Astudillo a la reconciliación y la unidad.
Bueno, muy bueno será que el gobernador electo demuestre que su convocatoria es seria, y que es inmune a la soberbia de entender su triunfo electoral como un cheque en blanco, y no como el beneficio condicionado de la duda ciudadana.
Confiemos en que así será.

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