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Celebración de los angelitos y los muertos en Atoyac, una tradición que sobrevive

Francisco Magaña

Atoyac

El Día de Muertos es la costumbre de recordar a los seres queridos que se han adelantado en esta vida; es una tradición en los hogares de la gran mayoría de los mexicanos reservar los días 1 y 2 de noviembre para visitar los panteones en honor a los angelitos y los muertos adultos.
A los angelitos, como se conoce a los niños que fallecieron, es una costumbre recordarlos el 31 de octubre en los hogares y el 1 de noviembre llevarles flores y velas a los panteones.
En Atoyac todavía se acostumbra que desde la noche del 31 de octubre, a los hogares donde falleció un niño, acuden a partir de la medianoche músicos que tocan los violines, música con la cual son llevados a sepultar los angelitos y con la que también se les recibe en esta temporada de día de muertos; además se lanzan cohetes en señal de bienvenida.
Las ofrendas para los niños son colocadas en la parte baja del altar, donde se hace un camino de flor de cempasúchil en el que se ponen dulces, juguetes, agua y sal; así como pan de muerto en forma de ángel; son recibidos encendiendo una vela.
Para el 2 de noviembre, día de muertos, en varios hogares se montan altares que respetan la costumbre de poner siete escalones que representan los siete niveles que tiene que pasar el alma de un muerto para poder descansar.
El primer escalón está ocupado por la imagen del santo o virgen de la devoción; el segundo escalón es para las ánimas del purgatorio; en el tercero se pone la sal para los niños del purgatorio; en el cuarto se coloca el pan de muerto, que es adornado con azúcar roja que simula la sangre y se recomienda que sea hecho por los parientes del difunto ya que es una consagración.
En el quinto escalón se pone la comida y la fruta que fueron los preferidos del difunto; en el sexto, la foto del difunto a quien se dedica el altar y por último, en la cima del altar, se pone la cruz.
En algunos pueblos de la sierra de Atoyac se acostumbra que el 2 de noviembre los aldeanos (niños o niñas), salen a los hogares a dejar platillos de comida típica de esta conmemoración; quienes aceptan el guisado, tienen el compromiso moral de acompañar a la familia al rezo en el hogar del difunto.

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