Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Jorge G. Castañeda

Lava Jato, Lula y Dilma

Por fortuna, las múltiples crisis internacionales –Grecia, ISIS, la horrible matanza de Charleston, los migrantes en el Mediterráneo– y nacionales –las elecciones de junio, los muertos de Tanganhuato, Apatzingán y Monterrey–, han dejado fuera de las primeras planas a una de las caídas más trágicas de los últimos años en un gran país. Me refiero a la hecatombe brasileña, no precisamente futbolística.
La tragedia del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil reviste tres facetas. Parten de un mismo origen, pero no desembocan necesariamente en el mismo destino. Tienen un nombre –Lava Jato–, pero varias expresiones.
La primera es la más antigua: se trata de la canalización de enormes recursos de Petrobras –entre 4 y 20 mil millones de dólares, según a quien le crea uno– a las arcas del PT, para financiar sus campañas electorales en 2006, 2010 y 2014, para la Presidencia, el Congreso y varias gubernaturas. Ya han sido encarcelados varios funcionarios del PT y de Petrobras; seguramente caerán más. El escándalo ha provocado un derrumbe de la popularidad de la presidenta petista, Dilma Roussef, a niveles nunca vistos en Brasil, así como llamados a su destitución no impeachment.
La segunda expresión, más grave para la jefa de Estado, involucra la posible violación por su gobierno, durante su primer mandato, de una disposición constitucional que se remonta a finales de los años 90 y que prohíbe al gobierno gastar más de lo presupuestado por el poder legislativo, siendo el exceso un delito penal.
Aunque ayer un funcionario menor del Ministerio de Finanzas se responsabilizó por la llamada “pedalada”, es decir la fabricación de un superávit fiscal inexistente, con el propósito aparente de salvar a Roussef, es posible que esta acusación judicial y de la oposición prospere.
El tercer capítulo, que ya en Brasil se llama Erga Omnes (“Vale para todos”), implica al ex presidente Lula y a los grandes empresarios de la construcción en Brasil. El viernes fueron detenidos los dueños de las empresas Odebrecht y Andrade Gutierrez, por corrupción en Petrobras, acusados de entregar inmensas “mordidas” al PT, a cambio de contratos de la petrolera. Pero como dice el semanario Veja: “El presidente de Odebrecht, Marcel Odebrecht, fue visto muchas veces en el palacio presidencial durante el gobierno de Lula, y en innumerables viajes del ex presidente a Africa. También acompañó a Lula a Cuba, donde la empresa construye el puerto de Mariel. Desde 2011, Dilma se reunió por lo menos cinco veces con Odebrecht. El último encuentro fue el 26 de mayo, en el hotel Intercontinental en la ciudad de México”.
El padre de Marcelo, Emilio Odebrecht, habría declarado que su hijo no resistiría la prisión, y que se tendrían que construir tres celdas más: para él, para Lula y para Dilma.
Así son las investigaciones independientes, cuando hay corrupción.

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