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La Olímpica, la distante colonia del Veladero donde de noche “el demonio anda suelto”

Mariana Labastida

La calma que se nota por la mañana en la colonia Olímpica contrasta con la intranquilidad que dicen los vecinos tener después de que el pasado domingo 21 se localizaran aquí siete fosas clandestinas don diez cuerpos. Algunos se niegan a hablar de lo que ocurrió, otros dijeron que no vieron visto nada. Sin embargo, por las noches “el demonio anda suelto” y se enteran de que personas suben y bajan de la colonia, situada en la parte alta del anfiteatro, por los ladridos de los perros.
Desde esta parte se mira la bahía de Acapulco y parte de los acantilados de Mozimba. En estos límites del Parque Nacional El Veladero es donde hace 30 años se subieron a vivir diferentes familias. Allá todavía no tienen agua potable. El suministro les llega por las mangueras que cuelgan junto con los cables de energía eléctrica y que bajan desde los manantiales hasta las viviendas, en su mayoría de lámina de cartón y madera.
Para llegar a la Olímpica, Clemente Mejía o Martíres del 68, como dijeron los vecinos que se llama la colonia porque así está en los documentos de propiedad que tienen, hay que llegar hasta donde termina la Calle 13, que comienza allá abajo, en la avenida Ejido. El camino después es a pie o en los taxis de ruta alimentadora. Se llega a la calle Raza, que es la última pavimentada que tiene banquetas. Unos cien metros más a la izquierda, luego de una curva, comienza la calle Corregidora, pavimentada por los vecinos, por lo que tienen tramos con terraceria y topa con el Parque Nacional El Veladero.
Las casas están sobre lo más empinado del cerro. El acceso lo forman piedras acomodadas para formar una especie de escalones. Otras tienen concreto para que los bordes queden definidos. Los terrenos donde se encuentran las viviendas tienen muros de contención, que también son piedras colocadas sobre piedras para evitar los deslaves. Algunas tienen un cerco de alambre o malla armada con palos. En otras se puede llegar hasta la puerta de la casa, si es que los perros lo permiten.
Pasa del mediodía. Lo que se escucha es el ruido de animales, gallos, perros, pájaros. No hay sonidos de aparatos electrónicos. Se escuchan voces a lo lejos. Bajan su volumen al seguir hablando y se ve que algunos vecinos se asoman por el movimiento de las cortinas que tiene a manera de puertas, pero no muestran la cara. “No puedo hablar”, responden un par de señoras que siguen su camino.
Los vecinos coinciden en que su colonia era tranquila, aunque algunos comentan que si salen de trabajar noche buscan otro lugar donde quedarse, “por la desconfianza”.
“Aquí estamos con miedo. Hoy estamos aquí mañana ya no. No esperábamos eso, más de 20 años viviendo aquí, nunca había pasado eso, todo tranquilo”, comentó una de las vecinas que iba de paso a comprar.
Mientras tendía ropa, otra de las vecinas dijo que se sienten “lastimados y mal”, que saben que en cualquier lado pueden pasar cosas similares por la delincuencia, sin embargo no se imaginaron que cerca de sus viviendas encontraran a personas enterradas. “Aquí no tenemos delincuencia, aquí todos somos trabajadores, yo creo que por la noche vienen a hacer sus fechorías, el demonio en la noche anda suelto”.
“Estamos aterrorizados, con miedo, por eso estamos cerrando bien”, comentó otro vecino que trabajaba en la reparación de su vivienda. Él indicó que la vereda que inicia al final de la calle, a unos metros de donde fueron encontradas las fosas conduce hasta la calzada Pie de la Cuesta, y por las noches hay personas que suben. “En la noche pasa gente que no sabemos a dónde van o de dónde vienen”.
Lamentó la falta de pavimentación de la calle, porque “antes llegaban hasta la torre (de electricidad), nada más, ahorita ya tenemos miedo porque está la calle y aquí es donde pueden venir a matar más gente, subirla en carro y aquí matarla”.
Otro de los habitantes de la Olímpica dijo que ahí “era tranquilo pero nunca falta, no supimos ni qué paso, nos sorprendió”, al referirse al hallazgo de siete fosas clandestinas en las que se encontraron diez cuerpos, tres de mujeres y siete de hombres. Supone que todo pasó de noche. De día la mayoría de los vecinos sale a trabajar, y por las noches no se asoman cuando escuchan ladrar los perros, que lo hacen cuando pasa algún desconocido por la calle.
A dos días de que fueron localizadas las fosas, y a un día de que terminaron las excavaciones, las diversas policías abandonaron la zona. La última camioneta que bajó fue de la Policía Federal.
La primera de las siete fosas se encuentra a unos 30 metros de la última casa, a menos de diez metros de ésta se encuentran otras tres, alrededor de las mismas hay zapatos, tenis, ropa y bolsas semi enterradas. La excavación en la tierra donde fueron encontrados los cuerpos no se ve profunda, es un claro entre la maleza.
Al lado de otra fosa hay un televisor antiguo roto y entre la tierra una colchoneta con manchas oscuras al parecer de sangre, al igual que en otra de las fosas, donde parte de la tierra es más oscura. Esta fue la ruta que durante varios días quizá, desde hace al menos 15 o 20, diez personas fueron llevadas, vivas o muertas, y finalmente semienterradas cerca de un camino de terracería. Sus victimarios tuvieron que dejar el vehículo en que las trasladaban, y caminando cargarlas o arrastrarlas por unos 50 metros hacia el cerro.

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