Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Acapulco, música y poesía III

Con saludos que son deseos de buena salud para el notable oftalmólogo acapulqueño-poblano Manuel Adolfo Pintos Carvallo, agradeciendo sus inestimables envíos histórico-literarios.

Héroes fatigados

Acapulco fue durante los años cuarenta el cruce de caminos transitado por jóvenes y valientes guerreros. Los que marchaban a los lejanos frentes de batalla dispuestos a acabar con los demonios del Eje y los que regresaban fatigados –incluso los héroes suelen fatigarse–, de combatir a los hombres más crueles del género humano, según se nos hacía creer (alemanes y japoneses, por supuesto). (A propósito, ¿no será éste el mejor momento para incluirnos a los mexicanos en tan siniestra categoría? O qué, ¿faltan todavía pruebas por superar?).
Acapulco, decíamos, ofrecía a unos y otros el solaz perfecto. Las dosis exactas de sol y mar y por las noches los efectos balsámicos de la música, el licor exótico y, por qué no decirlo, el clímax con la carne morena.
La música será la romántica y burbujeante de las grandes bandas estadunidenses y entre ellas las de Glenn Miller, Tommy y Jimmy Dorsey, Russ Morgan y Artie Shaw. A este último se le conocía como Mister Frenesí por tener como rúbrica orquestal el bolero Frenesí, del chiapaneco Alberto Domínguez. Y por si el pecho no estuviera suficientemente henchido de orgullo, Artie también universalizará las notas de Perfidia, del mismo autor (mujer, si puedes tú con Dios hablar).
Sonidos que muy pronto serán familiares para los acapulqueños bajando dulcemente del cerro de La Pinzona para envolver mágicamente a la somnolienta comunidad. Arriba, los generaba la banda de Everett Hoagland, de Los Angeles, California, cuyas actuaciones abría y cerraba con el fox swing Luces tenues, música suave, tema que dará nombre a un concepto de diversión nocturna. Su alternante, Ernesto Pelón Riestra lo hacía con el tema también gringo titulado Té para dos, popularizada más tarde por la dulce pecosita Doris Day. Aquí, a los pecosos se les adjudicaba la cara de huevo de totola.

La réplica mexicana

Las Big Bands tendrán en México sus réplicas puntuales que no tocarán mal las rancheras ni la música de aquellas. Por ejemplo, las orquestas de Luis Alcaraz, Agustín Lara, Mario Ruiz Armengol, Gonzalo Curiel, Chucho Rodríguez, Ismael Díaz, Rafael de Paz, Antonio Escobar, Ray Montoya, Alfredo Núñez de Borbón, Noé Fajardo, Juan García Medeles y Juan S. Garrido. ¿Y qué tocaban?
No me vuelvo a enamorar, Vagabundo, El que pierde a una mujer, Humanidad, Nosotros, Se muy bien que vendrás, Un gran amor, Todo una vida, Amar y vivir, De corazón a corazón, Hilos de plata, Humo en los ojos, Palabras de mujer, Por la cruz, Sabor de engaño, Vieja luna, Dos gardenias, Quizás quizás, Caminemos, Somos, Verdad amarga y Ya es muy tarde. Debemos continuar o esto acabará en cancionero Picot.

Güeros pecosos

En la bahía de Acapulco podían faltar embarcaciones de pescadores pero nunca un buque artillado con la bandera de las barras y las estrellas. Unidades de muchas formas y tamaños pero todas con capacidad destructora nunca antes conocida. Los visitantes desembarcarán primero en el muelle de madera (frente a la plaza Álvarez) y más tarde en el de concreto actual. En uno y otro se celebrarán en su tiempo bulliciosas y alegres romerías. Cada habitante del puerto tendrá algo que ofrecer a los efímeros visitantes, tratados confianzudamente como gringos, gabachos, místeres o “güeros pecosos”.
Ahí estarán los vendedores de dulce de coco y pulpa de tamarindo, de cilíos fritos con salsa molcajeteada, de collares de conchas y de frutas de la estación. Los gritones otorgarán efectos afrodisiacos a los huevos de tortuga y eufóricos a la “lechuga” verde. Otros ofrecerán flores para la mexican suiti (jazmines, gardenias, adelfas, bertas y siete virtudes). Ahí estaba las señoras con las quesadillas de cazón y las empanochadas. Y mil cosas más.
Al parejo, una legión de infantes vistiendo calzón o en plena chirundez demanda a los recién llegados el lanzamiento de una moneda al mar. Usaban el idioma de los visitantes… o algo parecido:
–¡Guimi moni la güara, mister, guimimonilagüara!
No faltará gringo cabrón que arroje el níquel solicitado por entre las hendeduras del muelle de madera. Quedará finalmente chasqueado cuando, luego de una rápida zambullida, el nature boy lo muestre gozoso con la mano en alto.
Vendrán enseguida los chamacos conocidos como “enganchadores”. Ellos ofertarán “señoritas biutiful para el foquifoqui” (genial interpretación a partir del inglés fuck), al servicio de los lenones de la zona de tolerancia. Ubicada la primera a la altura de la calle Humboldt y más tarde en el sitio donde todavía se localiza una espectral “zonaja”. Además de la propina del “frastero”, los “enganchadores” recibían el estímulo monetario del dueño del “congal” (llamados así por bailarse la conga cubana en tales “tugurios”. Algunos chamacos juntarán sus propinas para pagar su propio “estreno”, con descuento, por supuesto. “Según las armas que portes, muchachillo”, condicionaban ellas. Pero sigamos que esto no es un diccionario de los bajos fondos.

Flor tropical

Pedro Galindo Galarza (1906-1989), fue un compositor que incursionó en todos los géneros musicales, según modas y corrientes. Desde un exaltado nacionalismo prebélico en Viva México (soy puro mexicano, nacido en este suelo, en esta hermosa tierra, que es mi linda nación) hasta la intima imploración de un amor perdido en Virgen de Medianoche. Para fortuna de Daniel Santos, El Jefe, que hará de ella himno y bandera con su fraseo preciso e inconfundible.
No sería justo hablar de Pedro Galindo sin acreditarle canciones fundamentales en el cancionero popular mexicano. Unas cuantas: La Malagueña (al alimón con Elpidio Ramírez), El Herradero, El Sueño, El Gavilán, Ay, que rechula es Puebla y El Balajú (estas dos últimas con Ernesto Cortázar) y Mi preferida (él mismo la canta en la película Juan Charrasqueado). Un Galindo dramáticamente actualizado por el cineasta Quentin Tarantino, quien fondea con su Malagueña salerosa las violentísimas y hemáticas escenas de Kill Bill 2. La interpreta el grupo Chingón (así se llama).
Hoy nos interesa el también trovador, actor y productor de cine porque Acapulco no le fue ajeno. Había que fraguar una canción sobre el puerto para la película Serenata en Acapulco y para no caer en lo obvio Galindo entrega Linda flor tropical. Los honores correrán por cuenta del galán de la cinta Raúl Ramírez, un tenor francamente desangelado y por ello sin suerte.

Ven, linda flor tropical,
ven muy juntito de mí
a escuchar mi cantar

Ven, en el fondo del mar
una perla encontré
y la pesqué para ti

Oye como cantan las olas,
oye mi amorosa canción,
linda flor tropical eres reina
del mar, eres mi inspiración.

Noche playera

Estar en Acapulco y no mantener despierta la inspiración resultaba para Pedro Galindo un absurdo. Al puerto había que sacarle toda la raja posible y se la sacará con Noche playera, cantada por el mismo en una cinta de mar y pescadores.

Estoy bajo de una palmera
en la noche playera
suspirando por ti

El mar es un límpido velo,
el espejo de un cielo
de diamante y zafir

Y yo a la luz de la luna
naufragando en la espuma
recordando tu amor

Y siento que tus besos que abrazan,
son gaviotas que pasan
y me dicen adiós.

Imposible encontrar hoy la versión de Noche playera cantada por su autor. Si las puede haber tres excelentes. Una del cantante argentino Leo Marini, otra del dueto Los Bribones y la tercera de Los Tres Ases, con Muñiz, González y Neri.

Téllez Oropeza

El poblano Roberto Téllez Oropeza (1909-2001), fue un músico que militó en la corriente nacionalista y cuya producción es amplia y variada. Fue director fundador de las bandas sinfónicas de Bellas Artes y de la SEP. Ganador de los concursos nacionales de valses mexicanos y del poema sinfónico a la Revolución. Autor del espectáculo de luz y sonido de las pirámides de Chichen Itzá.
El maestro poblano escribió la música de las películas Vendimia y Medias de seda, Compuso también 13 cuartetos de cuerdas, cinco sinfonías, conciertos para piano, cantatas, música de cámara, obras corales, música para banda de alientos y sorprendentemente cuatro óperas.
Esta última anotación nos trae al encuentro con Téllez Oropeza y saludar su memoria porque una de esas cuatro óperas está dedicada a nuestra ciudad y puerto. El la llamó simplemente Acapulco y nunca ha sido puesta en escena, por lo que el contenido es conocido únicamente por sus hijos, también músicos. Tampoco han sido montadas las óperas Ifigenia cruel, basada en un drama del maestro Alfonso Reyes, y La gracia de ser fea. Sí, Netzahualcóyolt.
Lo que le faltaba a Acapulco, una ópera en serio después de tanta ópera bufa.
(Dos hijos del maestro Téllez Oropeza son maestros de música. Francisco, de piano en el Conservatorio Nacional de Música y Roberto, de chelo, en la Escuela Superior de Música).

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