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A pesar del miedo de una balacera hay que visitar a los muertitos, dice ciudadana

 

Mariana Labastida

Con miedo de encontrarse en medio de una balacera o enfrentamiento, pero con el pensamiento de que su esposo verá su tumba arreglada y con flores el próximo 2 de noviembre que la visite, según sus creencias, doña Natividad García Gazca acudió al panteón de Las Cruces ayer, previo a los días considerados como celebración del Día de Muertos. La vecina dice que tenía pensado ir desde el domingo, pero que no pudo; “hay que aprovechar para no ir el mero día”, le había dicho a su hija y por ello fueron este lunes, antes del “día grande”, como le llaman al 2 de noviembre cuando bajan las almas de los difuntos mayores a convivir con los vivos. Doña Naty, como le dicen de cariño, indicó que este año estaba pensando en no acudir al panteón de Las Cruces a dejar flores a su esposo, que está sepultado allí desde 1970, por el temor de encontrarse en medio de una balacera o una bala perdida; “yo ya estoy vieja no voy a poder correr, le dije a mis hijos. pero vine”, expresó mientras terminaba de llenar un florero y una botella de plástico recortada para poner las flores que había llevado. A sus 70 años, según calcula porque perdió su acta de nacimiento con el huracán Paulina, Naty, una mujer delgada, de piel morena, sin algunos dientes y pocas canas, manifestó que en su vida había visto “lo que estoy viendo” en cuanto a la violencia e inseguridad. Originaria de Oaxaca, bromea con que tiene la tarjeta cumplidora del actual gobierno estatal y que espera que el gobernador Ángel Aguirre Rivero le cumpla para mejorar las condiciones del “cuartito” donde vive, ya que la gaveta la tiene para hacerle compañía a su esposo cuando muera: “no voy a encontrar ni huesitos de mi marido pero aquí quiero quedar”. Naty fue de los pocos visitantes que acudieron al panteón de Las Cruces este lunes, donde los músicos y niños que ayudan acarrear agua a las tumbas estaban en espera de un poco de trabajo; afuera los comerciantes ofrecían flores y veladoras, así como a la entrada del cementerio se ofrecía agua, refrescos y comida.

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