Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Alberto Vásquez del Mercado

Chilpancingueño

Hoy que se cuestiona la integridad de algunos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por no ser fieles a la Constitución Política y sí a otros intereses, es urgente y saludable recordar a un guerrerense famoso por su erudición jurídica. El chilpancingueño Alberto Vásquez del Mercado (1893-1980), quien prefirió renunciar a ese alto tribunal antes de plegarse a los caprichos presidenciales. El único en hacerlo a lo largo del siglo pasado y lo que va del XXI. Vásquez del Mercado cursa primaria y secundaria en Chilpancingo. Viaja a la ciudad de México para hacer la preparatoria en San Idelfonso y allá mismo se titula como abogado en la escuela Nacional de Jurisprudencia. En esta época se liga con otros jóvenes talentos con quienes integrará el célebre grupo llamado Los siete sabios de México, entre ellos el paisano Teófilo Olea y Leyva. Los siete sabios Esto último sucede en 1916. Los agrupa la Sociedad de Conferencias y Conciertos, cuya meta es propagar la cultura en el gremio estudiantil. Ofrecen ciclos de conferencias y justifican cabalmente la denominación con la reestructuración de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Julián Carrillo. Lo de Los siete sabios de México fue en realidad un mote aplicado por sus propios compañeros, en burlona referencia a los Siete sabios de Grecia. Remoquete convertido en prestigioso y perdurable título para el grupo. Fueron ellos: Manuel Gómez Morín, Antonio Castro Leal, Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Caso, Jesús Moreno Baca, Teófilo Olea y Leyva y el propio Vásquez del Mercado. Llamados todos por Caso a dar clases a la Preparatoria Libre, fundada por él, y a la Universidad Popular del Ateneo de México. Fundan la Revista Técnica Universitaria para publicar sus propios trabajos, abriéndola a maestros y estudiantes interesados en disciplinas filosóficas, históricas y científicas. La Sociedad será engrosada más tarde por Narciso Bassols, Daniel Cosío Villegas, Luis Enrique Erro, Miguel Palacios Macedo, Juvencio Ibarra y Miguel Toussaint Alberto Vásquez del Mercado en Acapulco En 1918, a los 25 años, incluso antes de titularse, alentado por un grupo de paisanos, Vásquez participa por primera vez en política. Viene a Guerrero en busca de un escaño en la Cámara Federal de Diputados. Pretende representar a los ciudadanos del V Distrito Electoral, pero no lo consigue porque, para variar, la entidad está convulsionada. El gobernador atoyaquense Silvestre Mariscal es llamado con engaños a la ciudad de México. Allá el presidente Carranza lo hace prisionero acusándolo, entre otros delitos, de los homicidios del gobernador anterior, Julián Blanco y el hijo de éste. El secretario general de gobierno, Julio Adams Adame, se hace cargo del poder ejecutivo y rompe con Carranza exigiendo la libertad de su jefe. No hay respuesta pronta y entonces el mandatario con nombre de chiclets se lleva el gobierno a su tierra, Tecpan de Galeana. Y como no es cosa de hacer el cuento largo: Carranza perdona finalmente a Mariscal pero no sus enemigos: estos lo asesinan apenas pisa suelo guerrerense. No obstante tan negro panorama, Vásquez del Mercado se asienta en Acapulco, donde ofrece con éxito sus servicios. Regresa dos años más tarde a la ciudad de México para estrenarse como maestro de Derecho mercantil en su alma mater. También incursiona en el servicio público. Se desempeña como oficial mayor del gobierno de la Metrópoli, del que será más tarde y sucesivamente secretario general y subsecretario de Industria y Comercio. Ministro de la SCJN El abogado Vásquez del Mercado protesta como ministro de la Suprema Corte de Justicia (diciembre de 1928), cuando el poder ejecutivo está en manos del tamaulipeco Emilio Portes Gil (este, a propósito, será más tarde el autor de un primer sistema de agua potable de Acapulco, denominado El Chorro, todavía en operación, por surtirlo un manantial de ese nombre en Coyuca de Benítez). La actuación de Alberto Vásquez del Mercado en el alto tribunal será rigurosa, justa e impecable como la esperaban sus compañeros, maestros y alumnos. Pero hete aquí que a la vuelta de dos años, en 1930, llega otro presidente de la República impuesto como el anterior por Plutarco Elías Calles, el bien llamado Jefe Máximo de la Revolución. Pascual Ortiz Rubio, su nombre; ingeniero, su oficio y Nopalito, su apodo ( por lo baboso). Y entonces sobrevendrá la renuncia. Luis Cabrera dicta una conferencia en la Biblioteca Nacional con el tema La revolución de entonces, la revolución de ahora y arremete contra el movimiento y sus caudillos, particularmente Calles. Este montará en cólera. Tanta, se dijo, que ordenará al pelele don Pascual actuar con rigor. El Caracolito, como también le decían al presidente de México (“por arrastrado y baboso”) ordena la deportación del intelectual a Guatemala. La cumplen policías de la “secreta”, quienes allanan su domicilio de Cabrera, lo sacan a rastras para aventarlo al piso trasero de un auto. Lo irán a botar al primer villorrio del país sureño. A muy pocos escandalizará el hecho de que los guaruras presidenciales hayan hecho trizas una suspensión provisional, concedida a Luis Cabrera por un juez federal. Al ministro Vásquez del Mercado, sí, y mucho. Indignado, condena públicamente tan flagrante violación constitucional e inmediatamente formula el pliego de su renuncia ante el jefe del Ejecutivo. (Mientras, el presidente Pascual Ortiz Rubio viaja a Acapulco. Lo trae su secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, general Juan Andrew Almazán, dizque para que apruebe algunas obras de la carretera México Acapulco, abierta en 1927. Aquí los recibe el gobernador zapatista Adrián Castrejón, cargado de huevos de tortuga: “pa’que al jefe ya no le digan Nopalito, miente. Por consejo de aquellos, Ortiz Rubio decreta la expropiación de los palmares cubriendo la superficie de la hoy Costera, a partir del fuerte de San Diego y hasta la actual Diana, donde empezaba el ejido de Icacos. Los dos vivales se quedarán con la mayor parte. (¡Pa’ los pendejos!). La renuncia El 2 de mayo de 1931, el ministro de la SCJN, Alberto Vásquez del Mercado se dirige al presidente de la República: “Señor Presidente: La reciente aprehensión y expulsión del país del licenciado don Luis Cabrera, llevada a cabo por autoridades dependientes del Poder Ejecutivo, desobedeciendo, al ejecutar el último acto, expresa orden de las autoridades judiciales federales, me ha traído el pleno convencimiento, por la frecuencia de hechos semejantes o idénticos, la imposibilidad de lograr que la administración actual deje de cometer violaciones a los derechos y garantías que asegura a las personas la Constitución de la República. Esos actos rompen el equilibrio de los poderes que la misma Carta establece y nulifican y hacen desaparecer de hecho el Poder Judicial en su más importante y trascendente función como lo es la de amparar y proteger a los individuos contra los abusos del poder. Los hechos anotados constituyen violaciones a las instituciones del país por cuya respetabilidad estoy obligado a velar, como lo he hecho invariable y reiteradamente al sostener en el seno de la Suprema Corte de Justicia que se adopten las medidas conducentes y que nuestro derecho reconoce y establece como derechos individuales. Los desplegados han sido estériles para obtener el fin propuesto y como juzgo que el puesto de ministro de la Suprema Corte de Justicia no puede desempeñarse íntegramente cuando no se logra que las resoluciones de los tribunales federales sean acatadas y obedecidas, vengo a renunciar al cargo que desempeño y a suplicar atentamente me sea concedida la renuncia y una vez admitida se de cuenta con ella para su aprobación al Senado, o, en su defecto a la Comisión Permanente. Protesto a usted las seguridades de mi atenta consideración: A. Vásquez del Mercado” Publicaciones Director de la Biblioteca Jurídica, nuestro hombre editó libros fundamentales. Algunos: Derecho mercantil, de Tulio Ascarelli; Tratado de las obligaciones, de Pachioni; Técnica bancaria, de D’Arcángelo; Derecho comercial, de Bolaffio, Rocco y Vivante; Instituciones de derecho civil, de Trabucchi. Publicó la Revista de legislación y jurisprudencia. Caciquismo y guerrilla Entrevistado por el historiador Enrique Krauze (Tiempo contado), el maestro Vásquez del Mercado vindicaba la tradición caciquil y guerrillera de Guerrero. A principios de siglo, recordaba, los jóvenes de Chilpancingo leíamos a Menéndez y Pelayo y peregrinábamos hasta Chilapa para tener acceso a la buena biblioteca del obispado. El maestro Vásquez –anota Krauze – se sentía heredero de Altamirano y gustaba recordar a los grandes abogados, médicos e ingenieros que había dado su región. Su último gesto fue donar su maravillosa biblioteca jurídica y literaria a su natal Chilpancingo. Alberto Vásquez del Mercado incluirá en un discurso de José Vasconcelos, al dejar la secretaría de Educación Pública, un epígrafe de don Melchor Ocampo: “¿Cuándo se respetará más al hombre que enseña que al hombre que mata?”. El hombre que renunció con gran dignidad a su sillón en la SCJN, para protestar por una inaceptable intromisión del Poder Ejecutivo, murió en la ciudad de México en 1980. Olvidado como todos los de su talla. Preguntita –¿ Imitarían hoy mismo al jurista chilpancingueño ?–, se pregunta a jóvenes promesas de la abogacía. –¡Solo estando locos de remate o siendo dialtiro muy pendejos! ¡Es renunciar a un salario anual de seis millones de pesos, más extras y otras piscachas!–, fue una respuesta sincera y muy de nuestro tiempo. [email protected]

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