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Silvia Alemán Mundo

Animales políticos

En estos momentos en México no estamos ante un simple y rutinario cambio de gabinetes en sus distintos niveles territoriales, estamos ante la urgente e ineludible necesidad de un cambio de paradigmas, de modelos en relación al mercado, al Estado y la sociedad y la relación entre estas esferas, así como ante la necesaria reconceptualización de nuestra relación con la naturaleza so pena de sufrir un agravamiento de las ya de por sí graves situaciones que estamos observando y viviendo. No obstante la importancia de estos análisis, en esta ocasión sólo me limitaré a repensar el concepto política.
Se nos ha presentado una imagen de que la política es cosa de hombres, que la política se hace en los bares o tabernas y que la política lleva ineludiblemente a la corrupción, al abuso de poder, a la mentira, a la manipulación, al engaño y la traición. Específicamente a las mujeres se nos dice comúnmente: para qué te metes en política, la política es para hombres. Qué dirá la gente de ti enmedio de tantos hombres. No estarás en tu casa, te la pasarás durmiendo fuera, quién sabe dónde y quién sabe con quién. La política es peligrosa.
Esta imagen de la política aunque no está lejos de la realidad debemos cuestionarla y pensar desde otras perspectivas qué es la política, quién hace política, cuándo hacemos política y cuál es la relación entre la política y la consciencia.
Una prueba de que la política puede ejercerse de otra manera son algunos ilustres personajes de nuestra historia como Leona Vicario, El Nigromante, Ignacio Manuel Altamirano, y José Vasconcelos, entre otros y otras. Las mujeres, cuando entremos más de lleno política pública, probablemente tendremos nuestros espacios de concertación en la cocina, el comedor o la sala.
Quiero ofrecer a ustedes una visión de la política como la concebían en la Grecia clásica, cuya premisa es que todo hombre es un animal político. Nada más que la Grecia clásica estaba habitada también por hombres esclavos y mujeres, que, en ambos casos no tenían acceso a los espacios públicos o la toma de decisiones. Es decir, tenían poca incidencia en el devenir de la sociedad griega.
Si ustedes recuerdan las novelas de Homero La Iliada y La Odisea, ahí se narra que las mujeres se la pasaban encerradas en sus aposentos, la misma condición tenía que ser para Penélope, la esposa de Ulises. Por cierto, la historia dice que ella se la pasó esperando a Ulises por veinte años, tejiendo y destejiendo las prendas que elaboraba, mientras él navegaba por quién sabe qué mares. Así que el ejercicio de la política estaba sólo en manos de los hombres libres.
Actualizando esta concepción clásica de la política podríamos decir que en realidad hombres y mujeres somos animales políticos. Lo de animal es porque pertenecemos al reino animal y no al reino vegetal. Aunque hay que reconocer que el término animal puede tener otras aplicaciones.
Hacemos más política de lo que pensamos. Por decir lo menos, hacemos política desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Hacemos política prácticamente en cada acción de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, aquí lo importante es qué tan conscientes somos de que estamos haciendo política con nuestras acciones, actitudes y con nuestra interacción familiar, social y colectiva.
¿Iremos al mercado campesino a comprar nuestros alimentos o a una tienda que es filial de una transnacional? ¿Nuestros hijos(as) estudiarán en una escuela pública o privada? ¿Arrojo la bolsa de basura a la calle o separo y reciclo mis residuos? ¿Uso preferentemente el transporte público o mi automóvil? ¿Qué canal de televisión elijo ver cuando tengo distintas opciones? ¿Y si mejor decido no ver televisión aunque tenga una TV?
Cuando a una mujer le ofrecen un puesto administrativo, su esposo puede decir: “no lo aceptarás porque entonces estarías económicamente por encima de mí”.
En un polo opuesto podemos tener que un esposo le pregunta a su esposa: ¿te puedo ayudar en algo en la cocina? ¿Me apuro a cortar los árboles que más pueda en el menor tiempo posible y simulo que reforesto o bien me ocupo de hacer un manejo adecuado del bosque?
Son disyuntivas antes las cuales debemos decidir y son actitudes que podemos tomar, todo ello implica acciones que afectan a otros (as) o bien a nuestro entorno ecológico. Desde mi punto de vista, estas acciones cotidianas son política, son política cotidiana y aunque pueden darse en el ámbito privado, tienen un impacto en el ámbito público.
Los niños juegan a las carreras a ver quién gana, y uno puede decir: vieja el que se quede atrás. Las niñas y los niños que escuchen este comentario, lo creerán y las niñas probablemente interioricen esta idea, que puede llevar a pensar de que es normal que las mujeres estemos en un segundo plano siempre. Lo cual tendrá no sólo un impacto privado sino público. Si un niño se cae puede que su padre le diga: no llores, los niños no lloran o no eres mujer para estar llorando. De esta forma el niño reprimirá su necesidad del llanto, reprimirá expresar un sentimiento. ¿Qué impacto tiene ello en su ser y en sus habilidades emocionales así como en la sociedad?
Nacimos para expresarnos libremente pero qué pasa cuando no lo hacemos. Cuando una hija casada le dice a su padre: papá me quiero divorciar. El papá le contesta: hija te dije que no te casaras con ese hombre. Ella le contesta: papá pero mi marido me está matando. El padre le dice: ya sabes que en nuestra familia no se permiten los divorcios. Y para rematar uno de los hermanos de ella le dice: hermana acomódate bien la cruz que te tocó vivir.
Ella por el momento ha quedado aprisionada entre dos fuegos ¿A qué calidad de vida está orillando esta política familiar y que impacto tiene en la esfera pública?
Se nos ha dicho que la participación de la gente en los procesos electorales es importante, ir a votar es importante, pero la participación política no acaba ahí ni mucho menos. Incluso no termina sólo emitiendo nuestras opiniones y tomando decisiones en la esfera pública, sino que abarca la integralidad de nuestra vida, lo que incluye nuestras actitudes y acciones en la esfera privada. Ahora que experimentamos una crisis social, económica y ecológica tomar consciencia de cómo nuestras acciones en la vida privada impactan a otros (as) o al entorno ecológico es importante, aunado al hecho de que es urgente e ineludible en México provocar un cambio de modelo económico y en consecuencia de las políticas públicas.
¿Qué pasa cuando los padres deciden vender a una hija niña o adolescente? Teóricamente los padres deben cuidar a sus hijos (as), pero cuando venden a una hija al mejor postor, sin el consentimiento de ella ¿dónde quedarán los sentimientos y deseos de ella, acaso lo tomará como normal, que así debe ser su destino? ¿El hombre que la compra le tendrá consideración y respeto? ¿Ella podrá ejercer sus derechos humanos? ¿Cuánto se tiene que pagar por ser mujer en este tipo de sociedades? ¿Qué tanto está perdiendo la sociedad en su conjunto cuando a las mujeres se les prohíbe comunicarse libremente y desarrollar todas sus potencialidades?
¿Qué pasa cuando los padres privilegian la educación de los hijos sobre las hijas y qué pasa cuando la herencia familiar favorece a los hijos pero excluye a las hijas?
Porqué educarlas, para qué darles herencia si para eso tendrán un marido. Sin embargo, puede ocurrir que las hijas son abandonadas por su esposo y entonces a qué recursos van a recurrir para mantener a sus hijos (as), sólo les queda pedir favores y muy probablemente quedar a la buena voluntad de los hermanos quienes les puede ayudar de vez en cuando, o tal vez algún programa gubernamental de asistencia social. De esta manera las mujeres pueden quedar en situación de desventaja e indefensión y de esta manera el círculo de la pobreza puede reproducirse.
En estos momentos de elecciones nacionales, el mejor candidato es quien tenga los argumentos convincentes para hacer realidad acciones que incentiven la participación ciudadana en el diseño, monitoreo y evaluación de las políticas públicas, así como para respetar y promover la libertad de expresión.
Estoy de acuerdo en la forma en que de manera rápida Denise Dresser en su reciente visita a Chilpancingo expresó: el problema con nosotros (as) es la forma como concebimos el poder y la política. Pensamos que los representantes populares son nuestros jefes, cuando en realidad son nuestros empleados, de ahí proviene el nombre de servidores públicos. En muchas ocasiones nos da pena decir que nos interesa la política, nos da pena expresar nuestras ideas. Que dirá la gente, seremos objeto de escarnio público. Pero como bien dijo Denise Dresser: no hay buen gobierno si no hay buenos ciudadanos (as). Así que de nada tenemos que quejarnos. Si queremos que nuestro país cambie tenemos que empezar a cambiar nuestras concepciones en relación al poder y a la política y actuar, pedir rendición de cuenta y evaluación a las distintas esferas gubernamentales. Y si ustedes aceptan esta forma de concebir la política que estoy proponiendo entonces el siguiente paso es expresar cada uno de nosotros (as) lo que queremos, nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestras opiniones, empezando desde los niños y niñas de ocho años y de ahí en adelante, en el campo y en la ciudad, en las zonas altas y en las zonas bajas. Hacer de la comunicación una comunión como lo propone Habermas y Pablo Freire y como lo está expresando el movimiento #Yosoy132. El duopolio televisivo en nuestro país, como todo monopolio limita la libertad, en este caso específico limita y encajona más la libertad de expresión.
Hacer política empezando por expresar lo que deseamos. Una niña puede decir: yo lo que quiero es que mi mamá me dedique más tiempo porque cuando llega de trabajar yo ya estoy dormida. Una mujer campesina puede decir: yo lo que quiero es que mis productos valgan más porque aunque trabajo desde la madrugada, el dinero que consigo es muy escaso. Una madre de familia de alguna colonia popular puede decir: mi religión me prohíbe meterme en política pero me interesa que en la escuela de mis hijos haya árboles porque está dura la resolana cuando ellos (as) salen al recreo así que estoy dispuesta a traer arbolitos y plantarlos en la escuela.
Otro ciudadano puede decir: yo, para empezar lo que quiero es primero saber quién me representa en el Congreso Local y en la Cámara de Diputados porque la verdad no lo sé.
A los diputados sólo los vemos cuando quieren el voto porque cuando ya tienen el puesto no les vemos ni el polvo.
Otros (as) ciudadanos (as) pueden decir: lo que queremos es que nuestros bosques no se destruyan porque hemos comprendido que al haber menos árboles hay menos agua. Ser conscientes que nuestras actitudes y acciones cotidianas afectan a otros (as) y a nuestro entorno ecológico es un paso importante para concebirnos como seres políticos. Sólo que ser conscientes de manera cotidiana tiene cierto grado de dificultad. Más bien estamos acostumbrados (as) a actuar de manera automática, mecánica, robótica y repetitiva. Pero la consciencia va contra todo ello. Tal vez ser consciente es una de las cuestiones más revolucionarias que existen, que nos exige estar alertas, despiertos (as), al pendiente, sobre todo, de nosotros (as) mismos (as), de porqué sentimos lo que sentimos y de porqué pensamos lo que pensamos, conlleva también repensar las bases fundantes de nuestro ser. Ser políticamente conscientes, tal vez puede ser una de las armas más poderosas de nuestra transformación individual y colectiva.

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