Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Abelardo Martín M.

Los ricos, ¡más ricos!; los pobres ¡más! y ¡más pobres!

Puede parecer ocioso, en Guerrero, hablar de pobreza cuando es uno de los estados en los que esta circunstancia ha sido siempre un destino. Todos los males se atribuyen a esa condición y no es casual que, en las estadísticas de distribución del ingreso y la riqueza el estado aparezca en los lugares con mayor rezago. Acapulco es el ejemplo mas representativo de los muy, pero muy ricos, y los muy, pero también, muy pobres. Justo en esta temporada los extremos conviven, aunque cada quien en su lado. Por su clima o por moda, el puerto se convierte en el centro de reunión de los más ricos y poderosos del país. El espectáculo de la llegada del año nuevo es famoso. El consuelo que le queda a Guerrero es que la brecha entre pobres y ricos se ha agrandado y profundizado, pero en todo el país y, también en el mundo entero. Es de sobra conocido que en la clasificación de los muy ricos en el mundo, varios mexicanos ocupan lugares destacadísimos, lo que revela un sistema desigual, independientemente de la capacidad de las personas para acumular o hacer fortuna. Por otro lado, no hay picos que la desigualdad social no escale cuando se habla de reparto de la riqueza. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala como causa, entre otras razones, a la creciente diferencia entre salarios. El hecho de que la brecha abierta entre ricos y pobres sea la mayor en los últimos treinta años no ayuda precisamente a digerir el dato que se ha producido, además, no precisamente en esta durísima etapa de recesión que atraviesa la economía mundial, sino en la precedente, digamos todavía en tiempo de bonanza. El informe difundido por la OCDE se funda en lo que sucedió en 2008, y ello da pie a pensar que lo que ocurra a partir de ahora en este país en cuanto a desigualdades sociales será todavía peor, con cifras de desempleados que rebasan ya los miles y pueden llegar a millones. Es obvio que el clima continuado de bonanza económica no sirve para atajar las desigualdades si los métodos correctores no se aplican como es debido, caso de los impuestos o de las prestaciones sociales. La redistribución de la riqueza viene siendo un fracaso desde la década de los noventa, según los datos que ahora se conocen, incluso en los países considerados más igualitarios como los escandinavos, aunque éstos todavía se mantienen bastante por debajo de la media. La falta de medidas para corregir la desigualdad entre los pudientes y los más necesitados resulta determinante del fracaso social. En México existe una desigualdad marcada en cuanto a la riqueza. Por un lado, hay municipios en los que la calidad y nivel de vida podrían compararse con los de Estados Unidos y la Unión Europea. Por otro, están aquellos que, por su pobreza, su calidad de vida es prácticamente nula. Así lo ejemplifica la riqueza en San Pedro y San Nicolás de los Garza, en Nuevo León; las delegaciones Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Coyoacán, en el DF, frente a Metlatónoc y Cochoapa el Grande, en Guerrero, considerados los más paupérrimos y olvidados en nuestro mapa. La agudización de la brecha hace resurgir la tan criticada lucha de clases que se identificó tanto con los superados regímenes comunistas y que se convirtió en anatema para el mundo occidental y capitalista. Sin embargo es un problema ya impostergable, estructural y que está haciendo crujir al capitalismo en el mundo. En México hace mucho tiempo debió atenderse, pero ni derechistas ni izquierdistas han sido capaces de diseñar el sistema que frene la desigualdad y permita que todos, por igual, tengan oportunidades de crecimiento. Ese es el reto, el desafío que no solo debe ser motivo de slogans en las campañas electorales. Si no, el conflicto social llegará más pronto de lo que nos podamos imaginar.

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