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 Represión y desaparecidos como hace 30 años

 

De acuerdo con testigos, los primeros en llegar a reprimir el bloqueo de los estudiantes de Ayotzinapa fueron agentes de la Policía Federal y de la Policía Estatal, con toletes y gas lacrimógeno. Fue visible la descoordinación e improvisación de la operación policiaca, porque a pesar de que en el estado todos los días hay protestas con legítimas y ancestrales demandas sociales, los dos gobiernos de la alternancia en Guerrero han fracasado en diseñar un modelo de contención de las movilizaciones coordinado con los demás ámbitos de gobierno, pero sobre todo que privilegie el diálogo y la prevención de los problemas. Sin que aún quede claro el motivo por el cual fueron enviados, ni quién los envió, posteriormente llegaron al lugar del bloqueo decenas de agentes de la Policía Ministerial con armas de alto poder y vestidos de civil, porque los dos gobiernos del PRD tampoco han podido terminar con el manto de impunidad que cubre a esta corporación y que le permite cometer cualquier tipo de abuso contra los ciudadanos, sin uniformes que la identifiquen y actuando claramente en funciones que no les competen según la Constitución y las leyes. Los policías ministeriales –muchos de los cuales son exactamente los mismos que trabajaron para los gobiernos anteriores a la alternancia política, y que fueron formados en la estrategia de guerra sucia de los años de 1970 por el general Mario Arturo Acosta Chaparro, de negra memoria en el estado– fueron quienes abrieron fuego contra los jóvenes normalistas, que de nuevo pedían ser atendidos por las autoridades educativas estatales, en demanda de una audiencia con el gobernador Ángel Aguirre Rivero. Para justificar la presencia policiaca y la agresión a balazos contra los manifestantes, el gobierno del estado ha dicho que los agentes acudieron en atención de una denuncia del representante legal de la gasolinería donde los estudiantes habrían incendiado una bomba despachadora. No obstante, en la administración de la misma gasolinería afirman que nunca hubo peligro de explosión, porque el fuego fue superficial y controlado de inmediato. Lo que nadie ha explicado hasta el momento, es por qué en lugar de enviar a sus policías con armas largas, el gobierno no pensó en mandar al lugar sólo a los expertos en protección civil y a los bomberos para evitar un desastre, y replegar en ese momento a las policías. No lo hizo, porque el primer reflejo que se tiene en casi todos los círculos de decisión política, siempre es el de la represión. Por el contrario, tras el incendio los ministeriales atacaron a balazos a los estudiantes, como si se tratara de aplicarles un castigo ejemplar. Las autoridades estatales enfrentaron la crisis varias horas después, y como si no fuera una tragedia el asesinato de dos jóvenes cometido por sus propios policías, empeoraron la situación al asumir la postura de defender a una corporación tan desprestigiada como temida. Primero, por la tarde, lo hicieron mediante un insensible comunicado de prensa, que ni siquiera mencionó que hubo dos muertos y mucho menos se avergonzó de los hechos. Por el contrario, tras la represión se presenta al aactual como un “gobierno democrático”, con una “política de apertura”, “abierto al diálogo” y a la “atender y resolver las demandas” sociales, lo que contrasta con la solución a balazos que finalmente le dio al bloqueo de los normalistas. Por la noche, contra todas las evidencias que constan en videos y fotografías, el procurador de Justicia Alberto López Rosas llegó a decir que los policías “fueron desarmados” y hasta sugirió que los estudiantes fueron asesinados por algunos “infiltrados” en la manifestación, que tampoco identificó. Además, de nuevo en defensa de los impresentables agentes ministeriales, cayó en la contradicción de decir primero que las balas que mataron a los jóvenes no pertenecen a las armas que usan los policías, pero cuando se le pidió que informara de qué calibre eran, dijo que el peritaje se conocería hasta la medianoche, 12 horas después de los hechos, cuando el calibre de las armas se conoce inmediatamente por los casquillos. No informó el procurador igualmente nada sobre las decenas de disparos que hicieron las policías, ninguno de los cuales por cierto fue herido de bala, lo que echará por tierra cualquier versión de que los estudiantes iban armados, lo que nunca ha sido el caso en las numerosas y frecuentes movilizaciones que éstos realizan. Tras el violento episodio de ayer, que se viene a sumar al desalojo de maestros en paro que bloqueaban la avenida Costera de Acapulco en octubre, las autoridades estatales se encaminan a un peligroso callejón sin salida. En caso de no variar su postura, de no mandar señales que demuestren indignación por lo sucedido, de que se comprometa firmemente a investigar los hechos, y sancionar a los policías y mandos responsables del asesinato de las dos jóvenes víctimas, el gobierno de Ángel Aguirre Rivero debe prepararse para enfrentar la indignación colectiva por la represión a los estudiantes. No será lo único. Al mismo tiempo Aguirre Rivero enfrenta el clamor por el regreso con vida de Eva Alarcón y Marcial Bautista, dirigentes de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán desaparecidos desde el miércoles pasado, luego de que el autobús en el que viajaban pasó por un retén militar. La no rectificación en el caso de la represión policiaca de ayer, y la postergación del rescate o presentación con vida de los ecologistas desaparecidos forzosamente, dejará sin sustento el discurso de que se viven tiempos de gobiernos democráticos, y aportará mayores argumentos a los ciudadanos desencantados de la política, en vísperas del año electoral que se avecina. Lo más grave será que la suma de estos dos hechos configure un escenario de tensión y de inestabilidad política de Guerrero, por los tiempos de represión y desaparecidos que otra vez vivimos… como hace tres décadas. Urge una rectificación y medidas ejemplares contra los responsables del ataque armado a los estudiantes. Y también urge que aparezcan con vida Eva Alarcón y Marcial Bautista.

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