Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

A medio siglo de su irrupción, aún sigue la polémica por la Literatura de la Onda

Francisco Morales V. / Agencia Reforma

Ciudad de México

No fue un comienzo tímido, pero sí uno silencioso.
1964: Bob Dylan lanzaba The times they are a-changin y The Rolling Stones su debut homónimo. En México, un muchacho de 20 años llamado José Agustín publicaba, en un tiraje de apenas 500 ejemplares, su primera novela: La tumba.
Apareció un año después Gazapo, de Gustavo Sainz. “Una novela que rompe con las más próximas y casi siempre ineludibles maneras de novelar en México”, escribió el crítico Emmanuel Carballo.
Luego vino, con el desparpajo de su título, Pasto verde (1968), de Parménides García Saldaña.
Fue un aluvión de habla callejera, mariguana, albures, rock and roll, desencanto y furia adolescente, el dedo medio levantado hacia lo viejo, socialismo, y, sobre todo, de literatura nueva, arriesgada, burlona, severa y filosa.
Se había conformado la tríada principal de autores cuya obra se etiquetó como “Literatura de la Onda”.
Hoy, cualquier mención sobre el término a José Agustín, de 70 años, merece un reproche de su parte; Sainz murió apenas el 26 de junio, en Estados Unidos, y nunca reconoció el mote, y García Saldaña falleció en 1982.
La escritora Margo Glantz, quien acuñó el término, no da paso atrás.
“Creo que el texto todavía se sostiene”, comenta. Se refiere al prólogo de su antología Onda y escritura en México: jóvenes de 20 a 33 años, de 1971.
En él, Glantz agrupó a Gustavo Tovar, René Avilés Fabila, Gerardo de la Torre y a los tres ya mencionados dentro de la Onda. Tomó el calificativo de ¿Cuál es la onda?, cuento de José Agustín.
En otro grupo, el de “La Escritura”, ubicó a autores como Salvador Elizondo, Juan García Ponce y Sergio Pitol, cuya obra, escribió, tenía al lenguaje como materia de la narrativa, no como el instrumento para observar el mundo.
A decir suyo, el enojo hacia el término pudo provenir de lo que fue considerado una intención de su parte por rebajar la importancia de los escritores de la Onda.
“Yo trataba de definir ciertas cosas, desde una perspectiva muy inmediata”, asegura. “Pienso que fueron muy importantes, que inauguraron una nueva forma de ver el mundo y escribir”.
A Elena Poniatowska siempre le sonó bien el término, pero reconoce que ni a José Agustín ni a Gustavo Sainz –sus “cuates”– les gustó. Ellos, a su vez, no le agradaban a escritores como Juan Rulfo, quien es sabido que comparaba a los autores de la Onda con animales desbocados.
Poniatowska recuerda particularmente su amistad con García Saldaña, el hombre-mito de la Onda, autor de El rey criollo.
“Con Parménides nunca podías hablar porque nunca le bajaba el volumen a su rock”, recuerda entre risas a quien solía aparecerse en su casa para tirarse en la alfombra o decirle que la iba a “desaburguesar” poniéndole unos “polvitos” en el tinaco.
Cuando se le pregunta si era un hombre intenso, simplemente responde: “Una vez tiró a su mamá por una ventana, primero tiró los muebles y luego agarró a su mamá y la tiró”.
Para el escritor Sergio González Rodríguez, la etiqueta nunca englobó adecuadamente la obra de sus autores.
“Más que movimiento, me parece que fue una convergencia en el espíritu de la época que tendió a dispersarse en cuanto maduraron aquellos escritores. Cuando la etiqueta se propuso, cada uno de ellos ya desarrollaba diversas propuestas literarias”, considera.
Asimismo, juzga que los autores dejaron una escuela muy bien localizada en la crónica, el cuento y la novela.
“En el largo plazo, la influencia de esos autores ha sido más contundente que la de los representantes de ‘La Escritura’. Esto no es una opinión peregrina, sino un hecho comprobable”, cierra.

468 ad