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Jesús Mendoza Zaragoza

 

Pleitos públicos

Lo que preocupa es el espectáculo público en el que la política sale mal parada, lo que deriva en mayor desconfianza entre los ciudadanos. Y preocupa también que esto termine en “arreglos” al margen de la ley. Ciertamente que ya es tiempo de que los políticos se sometan a la ley, cumpliéndola y haciéndola cumplir y lo demuestren en el ámbito público confiando más en la razón y en la legalidad que en la fuerza y en la diatriba.

El escenario político estuvo ocupado esta semana por la representación de un sainete protagonizado por dos grupos políticos que se están dando con todo. Con todo, quiere decir, con lo peor de cada uno, desde lo más visceral hasta las expresiones más venenosas que suelen hacerse públicas, sin contar las que se quedan en el ámbito privado. Lo grotesco es que se está apostando en contra de la actividad política como tal, ya tan desprestigiada entre los ciudadanos. Este espectáculo deja mucho que desear y caldea los ánimos en un contexto tan difícil como el que tenemos, donde la violencia ha estado complicando las cosas a los ciudadanos. Se está construyendo un escenario propicio para venganzas, riñas y revanchas. Hay mucho que hacer para que las energías de los políticos se desgasten en estos desastrosos dimes y diretes. ¿Por qué desgastarse en estas cosas cuando hay situaciones de emergencia que atender? La inseguridad generalizada, sobre todo la promovida por el crimen organizado demanda la respuesta de políticos sensatos, respuestas civilizadas e inteligentes. Pareciera que ellos no tienen un interés auténtico por la paz y la seguridad de los ciudadanos, pues se la viven diciendo que ya estamos bien y que la seguridad ya ha llegado. La política es necesaria para superar la situación de violencia en nuestra región y es necesario honrarla mediante la razón y el respeto de todos, sobre todo de los políticos. Es indudable que hay que investigar malversaciones de fondos públicos, delitos e irregularidades administrativas, hay que hacerlo pero sin provocar descalabros políticos. Esto no significa que tienen que arreglarse estos asuntos en lo privado como se había hecho siempre, cuando unos gobiernos se solapaban a otros, sino que se asume básicamente el proceso legal para lograrlo. Tenemos leyes para resolver estos asuntos sin tantos aspavientos. Y tenemos instituciones encargadas de los procedimientos legales propios para este tipo de situaciones. ¿O es que éstas ya no funcionan? Lo que preocupa es el espectáculo público en el que la política sale mal parada, lo que deriva en mayor desconfianza entre los ciudadanos. Y preocupa también que esto termine en “arreglos” al margen de la ley. Ciertamente que ya es tiempo de que los políticos se sometan a la ley, cumpliéndola y haciéndola cumplir y lo demuestren en el ámbito público confiando más en la razón y en la legalidad que en la fuerza y en la diatriba. Otra cosa que preocupa es la escasa estatura moral de la práctica política que campea entre nosotros. Poco importan los valores sociales tan necesarios para gobernar y para mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos. Poco importa la suerte de los pueblos, el bienestar de los pobres, los reclamos justos de la gente, los esfuerzos ciudadanos por la paz y por la justicia. Si lo que les importa es simplemente el poder, hay que tomar en cuenta que este lleva aparejado lo peor, como son estos pleitos absurdos en los cuales todos perdemos, puesto que las instituciones que están puestas para el bien común se están usando para la disputa por el poder. Así las cosas, hay que cumplir y hacer cumplir la ley y, por favor, un poco más de interés por el bienestar de nuestros pueblos. Ah, y hay que poner en cintura el instinto de poder.

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