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Raymundo Riva Palacio

ESTRICTAMENTE PERSONAL

* La fuga, paso a paso

El Código Rojo para blindar el penal de máxima seguridad del Altiplano y establecer retenes perimetrales en sus afueras para evitar la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán la noche del 11 de julio, no se activó 18 minutos después de que desapareció de los monitores de video vigilancia, como aseguran las autoridades federales. En ese momento, las 9 de la noche con 10 minutos, lo que comenzó fue la histeria, no la persecución, que vendría tiempo después.
A las 8 de la noche con 52 minutos fue la última vez que apareció El Chapo Guzmán en tres monitores de vigilancia dentro del Altiplano de las autoridades del penal, el área de inteligencia de la Policía Federal, y el Cisen, que como a otros internos de alta peligrosidad, observaba permanentemente desde una oficina en el área administrativa. Los 18 minutos son lo que tardaron en reaccionar para enviar a un custodio a mirar su celda. Nada más. Testimonios, extractos de las declaraciones ministeriales y la línea de tiempo a partir de los videos del penal, permiten establecer la lentitud con la que las tres áreas de monitoreo reaccionaron y la confusión que se dio en el momento en que perdieron a El Chapo Guzmán.
El protocolo establece que al momento de una fuga, la primera autoridad a la que se informa es a la del penal, para que ordene una revisión física. No sucedió así. A la encargada en ese momento del penal Marissa Quintanilla –el director Valentín Cárdenas Lerma estaba de descanso–, no le reportaron nada. Se dio cuenta de lo que pasaba cuando vio correr al grupo de inteligencia de la Policía Federal que gritaba que “no encontraban” a un preso.
A las 9 y 10 de la noche, cuando desapareció El Chapo de los monitores, se pidió por radio a uno de los custodios que fuera a su celda. A esa hora ya habían terminado de cenar y, en el caso de Guzmán, de darle sus medicinas. Todos los reos estaban en sus celdas. Con los pabellones cerrados, los custodios estaban en las entradas, en la vigilancia física permanente. Cuando le pidieron al custodio que fuera a ver la celda de El Chapo, ubicado al final del pabellón a unos 70 metros de las puertas de seguridad, la abrió y observó, pero no entró. El protocolo no lo obligaba a ello. En su declaración dijo haber pensado que se encontraba escondido debajo de la cama, pero en realidad no sabía dónde pudiera estar.
Las autoridades del penal llamaron de inmediato a los custodios en todas las puertas de seguridad, y uno por uno respondió que por su zona, Guzmán no había pasado. Ya eran aproximadamente las 9 con 15 minutos, cuando las autoridades del penal, al recibir el informe del custodio por radio, ordenaron la inspección ocular, como lo manda el protocolo. Pasaron unos tres minutos para que llegaran otros custodios para verificar la ausencia de El Chapo. Los custodios vieron la boca del túnel en la regadera y dos de ellos se metieron inmediatamente por él mientras se daba, hasta entonces, la alerta.
Hasta ese momento se activó el Código Rojo. Fue casi simultánea la del Sistema Penitenciario, la de la Policía Federal, la del Cisen, y la del Ejército, uno de cuyos batallones tiene la responsabilidad de la vigilancia perimetral. En esos minutos que pasaron se informó al comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, que estaba a punto de tomar el vuelo a París para alcanzar a la comitiva del presidente Enrique Peña Nieto en Francia.
Pasadas las 9 de la noche con 25 minutos, se informó de los sucedido al comisionado de Seguridad del estado de México, Eduardo Valiente, y al secretario de Seguridad Pública del gobierno del Distrito Federal, Hiram Almeida. En esos momentos se comenzaron a desplegar los círculos de seguridad en torno al penal del Altiplano, de acuerdo con los protocolos, 33 minutos después de que había desaparecido El Chapo Guzmán de los monitores de vigilancia. Ya estaba sellado por dentro el penal; nadie entraba y nadie salía, y pasaron lista a todos los internos para detectar si había más desapariciones.
En el exterior se tendió el primer anillo de seguridad con la Policía Federal y el Ejército, a 500 metros del inmueble. Un segundo anillo se colocó a poco más de la distancia en la que se encontraba la casa donde estaba la entrada al túnel, que en ese momento no sabían de su existencia. Los custodios que se metieron al túnel y lo recorrieron a pie, tardaron cerca de 90 minutos en recorrerlo e informar por radio de su hallazgo. No lo hicieron antes porque los radios no funcionaron dentro del túnel. El tercer anillo se estableció a unos 12 kilómetros, que incluyó el cierre de operaciones en el aeropuerto de Toluca y vigilancia en las carreteras.
Se estableció una primera coordinación de sellamiento con los gobiernos del estado de México, Distrito Federal, Morelos, Michoacán, Hidalgo y Querétaro, y cientos de policías federales iniciaron la primera búsqueda, casa por casa, a partir de la casa donde estaba el túnel. Todo iba a ser inútil. Cuando se activó el Código Rojo, El Chapo llevaba 23 minutos fugado –las autoridades calculan que recorrió el túnel en motocicleta en siete minutos–, y cuando bloquearon carreteras y aeropuerto, habían pasado 33. Esa noche, ya no había nada qué hacer.

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