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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

Con Los Chuchos, imposible la resurrección del PRD

En el proceso de renovación del Comité Ejecutivo Nacional del PRD en septiembre y octubre del año pasado, este partido tuvo en sus manos y dejó ir la posibilidad de poner fin a la descomposición que comenzó a sufrir de manera acelerada en el 2008, en el momento exacto en que la corriente Nueva Izquierda logró su asalto a la dirigencia.
No ha pasado tanto tiempo como para que nadie se acuerde que un sector del PRD, ciertamente minoritario, propuso ceder la presidencia nacional a Cuauhtémoc Cárdenas, con el objetivo de que el peso moral de la principal figura del perredismo facilitara el reencauzamiento de ese partido después del desprestigio que experimentó por los acuerdos que Los Chuchos pactaron con el PRI y el gobierno de Enrique Peña Nieto para que las llamadas reformas estructurales fueran aprobadas en el Congreso.
Con Cárdenas a la cabeza del PRD se habría abierto la posibilidad de que ese partido remontara el descrédito al que lo condujeron Los Chuchos, pero Jesús Zambrano, Jesús Ortega, Carlos Navarrete y Guadalupe Acosta Naranjo se opusieron con ferocidad a esa iniciativa aliados con las corrientes más fuertes, principalmente Alternativa Democrática Nacional.
Un acuerdo con Cárdenas les habría facilitado una salida más o menos digna que hasta los habría reivindicado ante los ojos de sus críticos, pero no aceptaron nunca Los Chuchos, y no lo aceptan hasta la fecha, que el problema del PRD eran y siguen siendo ellos, y que una reforma, restructuración o relanzamiento del partido solamente será posible cuando ellos se hagan a un lado o sean echados.
Que la raíz del mal se encontraba en la amoralidad y las manos mercenarias de Los Chuchos, a quienes algunos todavía se atreven a calificar de socialdemócratas, quedó de manifiesto cuando se produjo la matanza y desaparición de los estudiantes normalistas la noche del 26 de septiembre en Iguala, días antes de que Jesús Zambrano entregara la dirección nacional a Carlos Navarrete.
Nunca quedará suficientemente expuesta la responsabilidad de Los Chuchos y del PRD en la decisión que hizo a José Luis Abarca candidato y luego presidente municipal de Iguala, desde donde expandió su fuerza criminal aliado con el cártel de Guerreros Unidos, y donde impuso un gobierno de terror protegido por el gobierno del ex gobernador Angel Aguirre Rivero y las dirigencias nacional y estatal del PRD, su partido. Como efecto del paso de Abarca por la alcaldía de Iguala, todavía brotan los cadáveres de las fosas clandestinas que los familiares de desaparecidos siguen encontrando en los alrededores de la ciudad.
Nunca podrá olvidarse que después del ataque de la policía municipal contra los normalistas, Abarca se reunió en la ciudad de México con Jesús Zambrano, aún dirigente nacional del PRD, con el obvio interés de buscar la protección de su partido, y que el solo hecho de que ese encuentro se realizara significaba que tuvo esa protección mientras preparaba su fuga.
Ahora se sabe, por el informe presentado el 6 de mayo por la comisión perredista que investigó los hechos, que Abarca fue designado candidato del PRD a pesar de que existían evidencias de los vínculos que mantenía con el crimen organizado. La sospecha pública es que además, con dinero proveniente de sus actividades ilícitas financió campañas del PRD, incluida la de Angel Aguirre por la gubernatura.
El episodio de Iguala acabó con el PRD y con Los Chuchos, que desde entonces controlan un partido moribundo. Pero ese fue el hecho definitivo, no el único que minó poco a poco la fortaleza y el prestigio que alguna vez tuvo ese partido como la opción de gobierno de la izquierda. En realidad fueron Los Chuchos los que acabaron con el partido, igual que los voraces que mataron la gallina de los huevos de oro.
Sin detenernos en consideraciones éticas, un simple recuento estadístico muestra que desde que Los Chuchos controlan al PRD, éste ha perdido presencia legistativa y de gobierno. “En siete años de liderazgo, la corriente conocida como Los Chuchos ha dejado de gobernar casi 10 millones de ciudadanos, al perder presencia municipal y pasar de 410 municipios gobernados a 284. Y de 101 diputados que logró en esta Legislatura, a partir de septiembre sólo tendrá 56 legisladores en la Cámara de Diputados”. (El Universal, 27 de junio de 2015)
Si no otra cosa, esos datos bastarían para empujar a Los Chuchos fuera de la dirección partidaria, pues no fueron capaces de alcanzar un mayor capital electoral, ni siquiera de mantener el que tenía el PRD antes de su administración.
Pero como una cosa es causa de otra, la derrota del PRD en las elecciones del 7 de junio se explica también por la creciente corrupción que distingue a sus gobiernos, corrupción de la que desde luego no son ajenos Los Chuchos. Como la que se anidó en el gobierno de Angel Aguirre, que aunque era conocida por todos en el estado, no fue oficialmente reconocida sino hasta febrero de este año, cuando la Procuraduría General de la República detuvo a su hermano Carlos Mateo Aguirre, a un sobrino y a otros allegados al ex gobernador acusados de un desfalco de 287 millones de pesos.
En Guerrero el PRD perdió la gubernatura, la mayoría que tenía en el Congreso y ayuntamientos que solía ganar, pérdidas que no son mitigadas ni con el estrecho triunfo que obtuvo en Acapulco. Pero al contrario de lo que dictaría el sentido común y la honradez intelectual, quienes mandan en el partido no atribuyen su derrota al caso Iguala, ni a los malos gobiernos que ha encabezado o a la corrupción propia, sino al presunto avasallamiento del PRI apoyado por el gobierno federal, y a la negativa del candidato a Movimiento Ciudadano a declinar en favor de la aspirante perredista. Esa es la postura que propagan la dirigencia estatal y la ex candidata a la gubernatura, con el objetivo de ocultar lo que no se puede ocultar.
En este contexto, el Comité Ejecutivo Nacional del PRD aplazó para el 7 y 8 de agosto la sesión del Consejo Político Nacional que estaba prevista para este fin de semana, en la que se realizaría una evaluación de los desastrosos resultados electorales del 7 de junio, con el propósito de aplicar los remedios que impidan su repetición en las elecciones del 2018.
Si ocurre en esa reunión lo mismo que sucedió en las reuniones regionales que el PRD organizó en Guerrero, en las que nadie se atrevió a llamar a las cosas por su nombre ni a señalar las causas del triste saldo electoral, ya puede anticiparse que solamente servirá para que Los Chuchos se laven las manos. El problema actual del PRD sigue siendo el mismo que hace un año: Los Chuchos.

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