Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Julio Moguel

Telegramas sobre la infamia

Fut-pol: espejo del desastre

El vergonzoso triunfo de la selección mexicana de futbol contra Panamá el pasado 22 de julio constituye uno de los signos significativos del actual desastre nacional. Un árbitro absolutamente vendido regaló dos goles a la escuadra tricolor, en una escenificación que quedará por siempre como ejemplo magno de la infamia universal. Lo cierto –lo visto y obvio por y para todos– fue que el equipo futbolero panameño vapuleó a los mexicanos sin ninguna conmiseración.
¿Las razones de la infamia? El “a toda costa” con el que los nuevos poderes económicos y políticos de México pretenden mostrar a moros y a cristianos que son los constructores efectivos del repetidamente prometido Shangri-La. Para el caso: la importancia mayúscula con la que se mide la posibilidad (necesidad) del triunfo futbolero mexicano en la Copa Oro, combinado con el hecho de que el Piojo Herrera llegó desde 2014 a los grandes escenarios para representar al prototipo de un nuevo héroe nacional.

La mentira sistémica

No importa entonces que el árbitro sea un verdadero imbécil ni que enseñe sus inhabilidades para robar a todas luces triunfos mayores como el que merecía Panamá. Como tampoco importa si un secretario de Hacienda dice, frente a los hechos simples provenientes de las propias fuentes oficiales, que la tremenda depreciación del peso que hoy se vive no afecta en nada o en prácticamente nada a la economía del país (El viernes pasado el registro fue de $16.46 frente al dólar).
No importará tampoco que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reporte un incremento de 2 millones de (nuevos) pobres en lo que va del sexenio de Peña Nieto (La Jornada, 24 de julio), pues la titular de la dependencia responsable de ese tema nos dirá que no hay moros en la costa y que pronto habremos de tener, en el país de Jauja, un desembarque feliz.
¿Mentiras acumuladas, cada una de ellas casuísticamente a revisar? No: mentiras sistémicas y programadas que no se detienen frente a las consecuencias “estratégicas” ni frente a los  juicios de la historia, porque lo importante ahora es ganar. La historia la hacen los vencedores, dicen o piensan los políticos al mando. Pero cada vez resulta menos claro que tengan verdaderas posibilidades de triunfar.

Otras mentiras en el proscenio

La mentira que envuelve a la fuga de El Chapo tiene el tamaño de una mole continental. Túneles más o túneles menos, tecnologías sofisticadas –de última generación– o simples herramientas de cajón, lo cierto es que nadie alcanzará a explicar cómo es que el señor Guzmán se hizo de los medios para escapar. Pero no nos hagamos bolas con el asunto, de igual manera que no lo hace la prensa internacional. El País (24 de julio) no juega a las adivinanzas y simplemente explica lo que finalmente resulta ser esencial: “Si el cártel de Sinaloa –dirigido hasta su captura el año pasado por Joaquín El Chapo Guzmán– fuera una empresa, tendría más delegaciones que cualquier compañía mexicana. Tiene presencia en 17 estados mexicanos y en 54 países. El cártel de Sinaloa permanece fiel al tráfico de drogas. Es líder indiscutible en el mercado de Estados Unidos, donde sus ventas rondan los 3 mil millones de dólares anuales.”
¿Queda entonces claro por qué –y prácticamente cómo, con alguna imaginación– se escapó El Chapo de Almoloya?

La mentira del caso Iguala-Ayotzinapa

El informe presentado el 23 de julio por la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre el caso de los “43” (normalistas desaparecidos en Iguala el 26 de septiembre de 2014) muestra por dónde camina otra de las monumentales mentiras provenientes de la esfera oficial. La lectura de los titulares de La Jornada del pasado 24 de julio basta para tener un botón: “CNDH: múltiples fallas de la PGR en el caso Iguala”; “Sugiere la comparecencia de al menos nueve militares”; “El video presentado por Murillo [Karam], sin sustento legal”. En palabras del ombudsman, Luis Raúl González Pérez: “En esos hechos se visibiliza el desprecio por la vida y la connivencia entre autoridades y delincuentes”.
Como vemos a esta temprana hora –no ha pasado un año del crímenes de Iguala–, la historia no sólo se escribe por quienes creen que serán los vencedores finales del torneo. La voz de quien ahora dirige la CNDH ayuda a respirar. Y, al menos, ya logró (faltaba más, después de tanta rabia y de tanta movilización) hacer decir al titular de Gobernación que “se requiere investigar a fondo el caso Ayotzinapa” (La Jornada, 25 de julio).

El caso Guerrero: a revisar

Seguimos, después de lo de Iguala-Ayotzinapa, en el caso Guerrero. Ahora con lo que pudiera clasificarse como mentiras a medias. Toca revisar otro ángulo del desastre: el desempeño del actual gobernador. Presentado por propio pie el pasado 23 de julio ante senadores y diputados de la Comisión Permanente, Rogelio Ortega Martínez declaró: “¡Ayúdenos! La situación financiera en la entidad es grave, a punto de decir, lo declaramos en quiebra o adelantemos la toma de posesión”.
¿Adelantar la toma de posesión? De ninguna manera. En el esquema presupuesto de su actuación (sedicentemente de izquierda), el gobernador provisional está obligado a encabezar una movilización general contra todos los agravios y estrecheces que actualmente sufre su entidad. Seguida de inmediato por una humilde demanda de perdón (de cara a la mancillada población guerrerense), por no haber marcado tal estado de alerta y de emergencia desde el primer segundo de su gestión.
Más aún: deberá pedir perdón por no haber establecido desde el primer momento un riguroso régimen de recortes en gastos y en políticas secundarias y superfluas, y por no haber hecho lo que humanamente estaba en sus manos para ir al fondo de –al menos– dos o tres temas de obvia y simple resolución.

Punto y aparte: una nota sobre Grecia

En el affaire helénico se inicia un nuevo curso de la historia europea, pues los presupuestos democráticos sobre los que caminaba el ideal unitario (de la Unión Europea) se han hecho añicos en un tris. Francia y otros países de prosapia republicana del viejo continente también han bajado la cerviz. Con una Alemania empoderada que, en el rescate de su herencia imperialista, impone ahora con tono fuerte y firme los ítems básicos de la agenda continental.
El tema no es menor para el resto de los habitantes del planeta, pues a ese nuevo modelo de dominio político y económico “le sobran las urnas”. En condiciones en que, por lo demás, fallan o faltan los grandes contrapesos con los que antes marchaba el “sistema mecánico” del capital.
Parafraseando a Shakespeare: el capitalismo actual se han salido de sus goznes y no parece claro hasta dónde puede llegar. Que a partir del “acuerdo” griego con la Troika (Banco Europeo, Unión Europea, Fondo Monetario Internacional) se sentencie a muerte y a pobrezas extremas a cientos de miles de europeos ya no parece importar. Que se haga de lado en definitiva la decisión autónoma de poblaciones enteras (como en el caso del No ganado por los griegos en el referéndum del pasado 5 de julio) sobre cuál debe ser su ruta y destinos nacionales tampoco parece importar.
La fortuna del asunto –si a ello puede llamársele fortuna–, para todos, es que con ello se desvela una de las grandes mentiras de la democracia occidental, a saber: que toda ciudadanización es positiva y que en ello se juega el camino de la redención universal. Dicho de otra forma: queda desnudada la idea de que el futuro perfecto de los habitantes de la Tierra se encuentre en los asépticos modelos de la democracia liberal. La patria de Hitler no está ahora más lejos del nazismo que en el periodo de entreguerras. Con lo que tocamos un añejo debate que hoy adquiere nuevas pertinencias: ¿fue el nazismo –y el Holocausto derivado– un fenómeno que no tiene posibilidad alguna de resucitar?
Lo cierto es que en el periodo que vivimos no pocas cosas encuentran en el tiempo de Hitler su antecedente más fiel. Enmascarado el asunto en lo que ahora se vive como procesos de ajuste y de normalización. En silenciosos procesos de cambio que imponen dictaduras en todo terreno, incluyendo transformaciones brutales en lengua y lenguaje, siempre en la lógica –consciente o inconscientemente impuesta– de enmascarar.
La mentira sistémica, pues, de la que hablábamos antes. Allá, en Alemania, o acá.

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